El astrónomo santandereano Julián Rodríguez Ferreira no solo experimenta con satélites y cohetes, sino que es un convencido que este país debe tener su propia agencia aeroespacial.

Por Pastor Virviescas Gómez

Reportero con 39 años de experiencia y tres Simón Bolívar.

publicaciones@unab.edu.co

Acaba de regresar de Brasil y ya está preparando viaje para la Antártida. El profesor Julián Rodríguez Ferreira y un grupo de veintitrés alumnos de la Universidad Industrial de Santander (UIS) no solo fueron el único equipo que por Colombia participó en el “Latin American Space Challenge”, celebrado en Cape Canavial (Sao Paulo), sino que se alzaron con el trofeo de campeones de la que es considerada la segunda prueba de este tipo a nivel mundial después de Arizona (Estados Unidos).

Como profesor de la Escuela de Ingeniería Eléctrica, Electrónica y Telecomunicaciones de la UIS, las ambiciones de Rodríguez Ferreira no conocen límite. Desde 2017 dirige el grupo de investigación Cemos (Control, Electrónica, Modelado y Simulación) y le ha dado un nuevo impulso al semillero de cohetería UIS Aeroespacial (SCUA), cuyo fin es introducir a los estudiantes en las diferentes áreas que tiene la ingeniería aeroespacial.

Hoy SCUA es considerado uno de los semilleros más fuertes a nivel nacional en investigación aeroespacial, con proyectos activos financiados por MinCiencias y recursos de la Vicerrectoría de Investigaciones de la UIS y la Agencia Nacional del Espectro.

En ese campo se codean con sus colegas de las universidades de Antioquia y del Valle, así como de la Fuerza Aérea Colombiana (FAC).

Lo que llevaron a Brasil para medirse a medio centenar de delegaciones -una de ellas de la India- fue el cohete Orión de dos metros y medio de altura, equipado con un motor de 5.000 mil Newton por segundo de potencia, alimentado con combustible derivado de fertilizante de plantas y azúcar industrial y el fuselaje elaborado en impresoras 3D.

Es, sin duda, el motor más poderoso de un cohete experimental que se haya hecho en Colombia con una capacidad de ascenso en el rango de tres kilómetros. 

También fabricaron el satélite GuaneSat, tipo CanSat – que tienen todos los elementos de uno de verdad en el volumen de una lata de gaseosa-, adelantos que les significaron cerca de sesenta millones de pesos. En su ensamblaje y diseño fue vital el aporte del Tecnoparque del SENA, más el apoyo de algunas empresas de la región y un crédito bancario para los pasajes aéreos.

Julián Rodríguez Ferreira, astrónomo santandereano. / Foto por Pastor Virviescas Gómez.

Un largo recorrido espacial

Ingeniero electrónico de 41 años con dos maestrías en Astronomía y Astrofísica e Ingeniería Aeroespacial en Francia, más un doctorado en Astrofísica en el Observatorio de París, Rodríguez Ferreira es un convencido de que tanto conocimiento debe ser reinvertido en su propia patria y por esa razón afirma que “si no lo hace uno, quién más lo hace. Debemos responder a esas necesidades que tenemos como país y tratar de consolidar un sueño: que Colombia entre de manera formal en el desarrollo espacial”.

Como único representante de la Academia en la Comisión Colombiana del Espacio      (dependencia de la Vicepresidencia de la República de la que forman parte MinCiencias, Planeación Nacional y la FAC, entre otros), Rodríguez Ferreira asevera que su propósito no es una quimera sino una realidad: “Estamos trabajando en un proyecto de ley que se va a presentar en el Plan Nacional de Desarrollo para crear nuestra propia agencia aeroespacial”.

Este bumangués laboró en calidad de becario y luego como investigador en la Agencia Espacial Europea en misiones como el satélite SMOS, que supervisa la salinidad de los océanos y la humedad del suelo para aportar información al desarrollo de modelos climatológicos     , y en el proyecto ‘Bepi Colombo’, cuyo objetivo es enviar dos satélites de diez toneladas a Mercurio -el planeta más cercano al Sol- para estudiar su campo magnético, su geología y la relación tan estrecha que tiene con el Sol. “Conocer Mercurio ayuda a conocer cómo se formó y evolucionó nuestro sistema solar. La Tierra, por el contrario, debido a los vientos y el agua, borra constantemente ese pasado histórico”, explica.

Rodríguez Ferreira también hizo su aporte al telescopio europeo Euclid, cuyo objetivo será observar en el infrarrojo las galaxias más lejanas del Universo.

“Colombia debe desarrollar su sector aeroespacial, que no sea un tema de unos cuantos en un par de universidades, sino que realmente la cadena de valor de lo que es generar conocimiento desde las universidades se apoye con la industria colombiana y que haya un desarrollo considerable en un sector que a nivel mundial mueve más de setecientos mil millones de dólares. No podemos seguir negándonos el privilegio de estar metidos en ese mercado”, acota.

Por cada dólar que invierte la agencia espacial estadounidense NASA, recupera entre siete y catorce dólares, los cual alienta a estos gomosos del espacio locales a tomarse en serio que el espacio es un gran negocio no solo por el afán científico de ir a otros planetas y explorar el infinito, sino debido a los requerimientos del sector telecomunicaciones y la urgencia de observar nuestro planeta desde el espacio para aportar en la solución de problemas reales diarios como el cambio climático y el control de los recursos naturales.

“El espacio es un bien natural. Unir academia, estado, industria y sociedad en busca de estas soluciones, además de generar empleo y dividendos nos garantiza la soberanía, así haya quienes digan que sale más barato comprarle imágenes a una empresa en Estados Unidos. Además, tenemos dos océanos y el control de lo que pasa allí por ejemplo con los centenares de barcos que faenan ilegalmente es mínimo. Lo mismo acontece con el narcotráfico, tráfico de armas, minería ilegal, prevención y atención de desastres”, explica. 

No es ciencia ficción. Son aplicaciones tecnológicas que sirven -por ejemplo- para medir la calidad del aire en Bucaramanga, ámbito en el que el profesor Rodríguez Ferreira, sus colegas y sus alumnos van como bólidos. “¿Por qué quedarnos en seguir extrayendo carbón y petróleo? Hacer aplicaciones para el espacio es toda la cadena de valor que tiene que ver con la información de imágenes y datos de los sensores que permite sacar conclusiones, formular predicciones y realizar inversiones”, concluye.

Por ahora, de 1 a 10, la industria aeroespacial en Colombia está en 1, admite sin amilanarse.

El profesor Julián Rodríguez Ferreira y sus alumnos de la UIS llevan la teoría a la práctica con cohetes como este, gracias al cual ganaron una competición internacional en Brasil. / FOTO UIS

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