¡Compre la Orquesta! 

Por Pastor Virviescas Gómez

Enviado especial de Ciencia Abierta UNAB. Reportero con 40 años de experiencia y tres Simón Bolívar.

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La UNAB cuenta con un Proyecto Sinfónico ejemplar, reconocido por propios y extraños como un agente de cambio cultural que ha formado nuevos públicos y consolidado a la Universidad dentro de los referentes artísticos de Santander.

“Están locos de remate”, “Santander no es tierra para ese tipo de música” y “¿Se van a gastar una millonada en eso?”. Estas fueron algunas de las expresiones que más se oyeron –aun dentro de la propia Institución– cuando el maestro Sergio Acevedo Gómez convenció al entonces rector Gabriel Burgos Mantilla que además del Programa de Música la Universidad Autónoma de Bucaramanga debía medírsele a conformar su propia Orquesta Sinfónica.

Contra viento y marea echaron a andar una ambiciosa idea que dos décadas largas después evidencia que de disparate no tenía nada y, por el contrario, es uno de los más ambiciosos programas culturales y artísticos no solo de esta capital y el departamento de Santander, sino de todo el nororiente colombiano con el eslogan de “Llegamos con la música”.

Las cifras lo corroboran: cada presentación de la Orquesta Sinfónica UNAB en el Teatro Santander congrega a un promedio de 700 asistentes y en el Auditorio ‘Luis A. Calvo’ de la UIS a 550. Tras 24 años de labores ininterrumpidas ha llevado a cabo cerca de 350 conciertos, con el agregado de que su acceso es gratuito. Por ella han pasado más de 300 músicos, entre los que se cuentan estudiantes, graduados, docentes e invitados especiales. Y solo para hablar del presente año, el presupuesto de funcionamiento bordea los 1.000 millones de pesos, de los cuales el 70 % ha sido aportado por el Ministerio de las Artes, las Culturas y los Saberes, y el 30 % restante ha salido del bolsillo de la Universidad UNAB.

Maestro Vladimir Quesada Martínez: “Somos una orquesta universitaria que está cada vez más cerca de ser una profesional, en la que debimos aprender desde cómo afinar, siendo los músicos los otros grandes beneficiados”. Foto: Érika Díaz Rangel

Bajo la figura del convenio de asociación, el Gobierno Nacional de turno se ha constituido en el gran aliado para que pueda ofrecer su programación de marzo a diciembre. Una referencia al azar deja ver que hace nueve años la inyección del Ministerio era de 300 millones de pesos y la contrapartida de la UNAB de 120 millones. Sin embargo, la mira está puesta en obtener de la empresa privada nuevas fuentes de financiación que posibiliten arrancar actividades cada mes de febrero. Valga decir que aunque han tocado las puertas de la Gobernación y la Alcaldía, les piden contraprestaciones que no son fáciles de cumplir sin descuidar los compromisos pactados con MinCultura.

Hoy hasta los más escépticos de la época quedan asombrados cuando se enteran de que la propuesta inicial se ha consolidado desde 2020 como el Proyecto Sinfónico que además de la Orquesta –dirigida magistralmente desde hace nueve años por el bogotano Eduardo Carrizosa Navarro–, cuenta con otros cinco frentes de trabajo: la Orquesta Juvenil, en cabeza de Marlon Andrés García Rueda; el Festival de Arcos (que cumple 20 años y ya es de carácter internacional) y la Orquesta de Arcos, orientados por la profesora ucraniana Iryna Litvin; el Festival de Vientos, cuyo director varía cada año con el instrumento seleccionado y en este periodo ha sido Santiago Emilio Sierra; y “Audible lo invisible”, que bajo la batuta de Adolfo Enrique Hernández Torres le apunta a generar espacios para los compositores de la región que se le midan a incursionar en la música sinfónica, seleccionando seis obras cada año.

Estos seis brazos realizan entre 45 y 50 conciertos anuales, de los cuales unos 20 son de la Sinfónica, motivo por el cual el presupuesto debe ser distribuido con sapiencia para evitar que se relegue a alguno de ellos.

Un poco de memoria

Vladimir Quesada Martínez, director del Programa de Música de la Universidad UNAB, recuerda aquellos días en los que la Sinfónica sin timidez debía echar mano de músicos de la UIS, porque además Acevedo Gómez la concibió como de la ciudad y no confinada a este claustro. Los recursos económicos que se conseguían apenas alcanzaban para pagar el transporte y la logística de dos presentaciones al año, mas no cubría honorarios para sus integrantes.

Pero con el tesón de Sergio Acevedo, sucedido por Jesús Alberto Rey Mariño, luego por Rafael Ángel Suescún Mariño y desde 2016 con el maestro Quesada Martínez al frente, además del apoyo de los rectores Alberto Montoya Puyana y desde 2018 Juan Camilo Montoya Bozzi, el Proyecto Sinfónico UNAB se ha robustecido y escalado hasta convertirse en miembro de la Asociación Nacional de las Artes (ANA), de la que forman parte la Sinfónica Nacional, la de Caldas y la de EAFIT, así como la Filarmónica de Cali y Nueva Filarmonía (Bogotá). Entre todos ellos, el de la UNAB es el que menos presupuesto recibe, pero el que más componentes tiene dando resultados.

En la ANA hay dos metas comunes dentro de la propuesta denominada “Artes para la Paz”: formación de nuevos públicos y llevar la música a municipios que no sean del área metropolitana. Este avance asegura la visibilidad y el reconocimiento a nivel nacional tanto del Proyecto Sinfónico como de la Universidad UNAB.

Resultados concretos

Orquesta Sinfónica de la UNAB durante un concierto en el Teatro Santander. Foto: Pastor Virviescas Gómez

“Somos una orquesta universitaria de nivel medio muy bien ganado y posicionado, que cada vez se acerca a ser de talla profesional, pero en la que debimos aprender desde cómo afinar y mejorar el nivel para que sonara de verdad, siendo los músicos los otros grandes beneficiados. Para ello hemos contado con el aporte invaluable del maestro Eduardo Carrizosa, quien se ha caracterizado por su trato amable con los músicos y ser una persona de fácil acceso, que no solo dirige la Orquesta sino que también diseña el repertorio y en cada presentación le explica al público de qué se trata la obra, cuáles movimientos tiene, quién es el compositor, en qué se inspiró y a qué momento histórico corresponde, haciendo que los asistentes comprendan fácilmente y se enganchen con la música sinfónica”, explica Quesada Martínez.

Atrás quedaron esas temporadas en las que no se disponía de cornos ni fagotes, siendo habilidosamente remplazados por saxofones. “Una Sinfónica que durante más de diez años sonó medio raro y debíamos recurrir a las adaptaciones del profesor Adolfo Hernández”, relata Quesada Martínez, quien afirma que hoy y merced al empeño de Carrizosa Navarro la Sinfónica UNAB cuenta con una base de 60 músicos en promedio que sueñan con algún día disponer de arpa y arpista –que sencillamente no los hay en esta ciudad–, para que como en el famoso concurso de televisión animado por Fernando González Pacheco los asistentes a cada concierto puedan hacer sonar toda la orquesta, mientras se distraen y aprenden con una alternativa al reguetón o a las asfixiantes cumbias peruanas y argentinas que invaden la tierra de José A. Morales.

“Lo comercial es para mover masas y grandes cantidades de capital, pero lo nuestro es para formar públicos; por eso nos gusta más hablar de lenguaje sinfónico”, recalca Vladimir Quesada. Y le sobra razón, porque aparte de composiciones de los alemanes Johannes Brahms y Ludwig van Beethoven, del austríaco Wolfgang Amadeus Mozart o del ruso Piotr Ilich Chaikovski –por citar algunas de las máximas figuras–, también han interpretado villancicos, ritmos tropicales como porros y bambucos, e incluso la carranga del boyacense Jorge Velosa.

La palabra estancarse no revolotea entre sus partituras, así que una de sus firmes aspiraciones es la de interpretar el repertorio de gran formato dejado por el maestro antioqueño Blas Emilio Atehortúa Amaya, que reposa en el Centro de Documentación e Investigación Musical (CEDIM) de la Universidad UNAB. Un logro inmediato es que después de más diez años de no realizarse, el Concierto de Navidad será el broche de oro de este 2025, incorporándole varios coros locales.

Música sin estratos

A la hora de indagar cómo y dónde se ve reflejado tanto esfuerzo humano y económico, Quesada Martínez enfatiza en tres resultados incuestionables: el Proyecto Sinfónico UNAB ha permitido un campo de acción e ingresos estables a centenares de músicos que de otra forma se habrían visto precisados a migrar (reciben la retribución económica correspondiente de cinco ensayos por cada dos conciertos).

También es una valiosa oportunidad cultural para las personas del más variado origen socioeconómico que acuden a teatros, iglesias y parques en cada temporada; y por la labor de iniciativas como la Sinfónica Juvenil, en la que de manera gratuita convergen talentos que a lo mejor no tendrían el dinero para pagar esta oportunidad en otra plaza y en la que se mezclan el violín importado de más de 20 millones de pesos con su par adquirido por 800.000 pesos en una prendería y cuyo niño propietario llega en motocicleta traído por su padre desde una vereda de Piedecuesta o Lebrija.

Algunos centros comerciales de Bucaramanga también han sido escenarios para las presentaciones de la Sinfónica UNAB. Foto: Érika Díaz Rangel

El Proyecto Sinfónico UNAB ha servido en esencia para enseñar, formar y transformar vidas, ofreciendo maneras no convencionales de entretenimiento, contribuyendo a que los santandereanos sean más sensibles (y una pizca universales) con sonidos que no aturden, sino que inspiran.
La recompensa no solo han sido las ovaciones de iniciados y legos, sino las palabras de aliento de quienes se acercan emocionados y les piden que el propósito de Sergio Acevedo y de quienes han seguido remando se mantenga.

“Éste es el único proyecto serio y permanente de la región que le sigue apostando a la música sinfónica”, acota Quesada Martínez. Condición que lleva a que figuras como el maestro Eduardo Carrizosa y sus coequiperos le sigan metiendo el hombro a una propuesta que convoca público, que aporta mucho a Santander y que ayuda a formar jóvenes profesionales, algunos de los cuales han saltado a la Sinfónica Nacional (donde no reciben a inexpertos) o se desempeñan en el exterior