Lagartijas: del universo de los diarios íntimos al duelo como laboratorio creativo

Por Xiomara Karina Montañez Monsalve
Editora Ciencia Abierta. Comunicadora Social y Periodista, magíster en Ciencia Política y especialista en Educación para las Nuevas Tecnologías.
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El escritor y docente del programa de Literatura, Leonardo Gil Gómez, relata cómo, a partir del proyecto de investigación Ficciones del yo y mediante recursos como la autoficción y la escritura personal, dio origen a su más reciente novela.

Su autor, Leonardo Gil Gómez, profesor del programa de Literatura – Virtual de la Universidad UNAB, encontró en este trabajo una forma de vincular el arte con la indagación académica, la sensibilidad humana y la comprensión del yo.
Todo comenzó con la escritura de un diario en febrero de 2017, cuando Gil Gómez se preparaba para viajar a Chicago, Estados Unidos, a cursar su doctorado en Northwestern University, un mes después de la muerte de su padre. Gil afirma que, además, el proyecto aporta una nueva perspectiva a los procesos de creación literaria, la del escritor académico que concibe la literatura como un espacio de pensamiento y una forma de investigación.
Entre la memoria y la invención
En la novela, el duelo no solo es tema, también es método. El protagonista, llamado Gonzalo, escribe para entender su pérdida, y el autor, a su vez, escribe para procesar la suya. Gil cuenta que corregir el manuscrito fue difícil, pues era regresar a un espacio y un momento de su vida que había dejado atrás. Sin embargo, esa relectura también le permitió reconocer el poder reparador de la escritura.
La novela se sostiene sobre un equilibrio entre el duelo personal y la distancia crítica. Gonzalo es un fotógrafo que vive entre la melancolía y la incapacidad de actuar frente a la pérdida. Sin embargo, el narrador en tercera persona, impide que la historia caiga en el sentimentalismo, como asegura su autor. Esa elección formal, añade Gil, fue una estrategia necesaria para jugar con el personaje y evitar que Lagartijas se convirtiera en una catarsis personal.
Leonardo Gil exploró una serie de referentes que nutrieron su proyecto. Entre ellos, destacan diversos libros de los argentinos, Victoria Ocampo y Ricardo Piglia, y la ambigüedad narrativa del uruguayo Mario Levrero, cuya Novela luminosa (2005) lo inspiró a experimentar con los límites entre el diario y la ficción.
“Me impresionó cómo estos escritores eligen su genealogía”, explica. “Escribiendo deciden de dónde vienen y cómo quieren narrarse. Esa elección es una forma de identidad. No quiero decir con esto que yo ya haya encontrado la mía, porque sigo en esa búsqueda y los tiempos han cambiado, pero me sorprendió encontrar eso en esos autores”, según explica.
El proyecto aborda una crítica a las formas tradicionales de la masculinidad en la literatura del duelo. Frente a los relatos que asocian la figura del padre con la violencia o la autodestrucción, Gil descubrió nuevas sensibilidades en textos de autoría femenina o autores LGBTIQ que le permitieron al profesor bogotano pensar otras maneras de representar la pérdida y las relaciones familiares, sin repetir los ciclos de agresión.
Caminos para llegar a la creación
Para Leonardo Gil, una de las mayores dificultades al escribir Lagartijas fue establecer una distancia entre su experiencia y la ficción. Esa tensión se convirtió en una lección tanto para su obra como para su labor docente. En su caso, esa barrera se construyó a través del personaje.
“Pensar en el personaje -Gonzalo- como un sujeto distinto a lo que soy yo, con personalidad, manías y formas de decidir diferentes, que el comportamiento de este sea consecuente con lo que decidí. Es como darle forma a ese protagonista casi como cuando los niños están jugando con plastilina y van moldeando sus monstruos”, asegura.
El proceso creativo de Lagartijas dialoga con la práctica docente de Gil Gómez. Durante su paso por Northwestern University, el escritor dictó un curso sobre diarios personales y enfrentó un dilema: ¿cómo enseñar a escribir sobre la intimidad sin invadir los límites personales de los estudiantes? El resultado fue un espacio pedagógico de apertura y cuidado, donde cada participante descubrió su propio lenguaje emocional.
En el aula, según el profesor, “la novela me mostró que hay caminos y ejercicios muy de la mano del arte que te permiten abrir espacios para la sensibilidad sin perder el espacio formativo que se tiene. Y la escritura, creo que me dejó ver en general lo profunda que es como herramienta de comunicación y autoconocimiento”.
En su caso, escribir Lagartijas se convirtió en una manera de investigar desde la emoción, y permeó su visión sobre el papel del arte en la educación, y le dejó ver que la investigación-creación ofrece a la academia la posibilidad de explorar preguntas profundas desde la experiencia y no solo desde la teoría.
“Como escritor, creo que constaté una sospecha que tenía desde hacía años, y es el potencial que tiene la escritura de un diario, no solo para mantener la mano caliente y las ideas frescas, sino para después volver sobre estas mismas”, según lo explica.
Asimismo, dicho proceso hizo que se encontrara con patrones creativos, y, a partir de ahí, tomar eso que finalmente le resulta materia prima. “Esto te provee un archivo de materiales sobre los cuales puedes después trabajar ya literariamente, al que es muy difícil acceder de otra manera”, según comenta.
Finalmente, Gil Gómez dice que “la escritura es una forma de pensar y también una forma de investigar la vida”, y más allá de una publicación o un proyecto de investigación-creación, su novela es muestra de cómo el arte puede ser un instrumento de conocimiento y una vía para indagar las emociones, las identidades y los procesos sociales desde la subjetividad
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