Los físicos colombianos John Reina, Cristian Susa y Andrés Ducuara ganaron el Premio Alejandro Ángel Escobar en la categoría de ciencias exactas, físicas y naturales por sus aportes en un campo que podría sacudir los cimientos de todas nuestras tecnologías.

Por Redacción Ciencia Abierta

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En uno de los edificios de la Universidad de Harvard se puede apreciar la primera computadora moderna aunque la palabra “moderna” hoy nos resulte extraña al asignarla a un dinosaurio electrónico como ese. Se llamó Mark I o “Automatic Sequence Controlled Calculator”. No está completa pues sólo se mantiene una buena porción de la original que era un artefacto de 15 metros de largo, 2.5 metros de altura y medio metro de espesor. Fue fabricada en 1943 y contaba con 750.000 partes, 800 kilómetros de cable y pesaba 5 toneladas. Dicen que cuando aquel monstruo se encendía provocaba un gran murmullo electrónico pero que no correspondía del todo con su velocidad de cálculo: apenas tres cálculos por segundo. 

Bastó medio siglo para que los humanos redujeramos el volumen de estos aparatos hasta llevarlos al tamaño de un paquete de galletas que podemos cargar en el bolsillo y con una capacidad de cálculo varias miles de veces superior. Pero las maravillas de hoy podrían dentro de poco lucir tan obsoletas como el Mark I si se consolida la revolución de la computación cuántica de la que ya estamos recibiendo las primeras noticias. 

Los primeros días de febrero de 2019, IBM presentó una gran caja de vidrio negro, de dos metros de largo por dos de ancho: el IBM Q System One, su primer computador cuántico. En septiembre de ese mismo año Google llegó con un anuncio parecido: su procesador cuántico había realizado en tan sólo tres minutos y 20 segundos un cálculo que a la supercomputadora más avanzada de hoy le tomaría alrededor de 10,000 años. ¿Cómo? Aprovechando las ventajas que ofrece el mundo cuántico que a diferencia de la lógica lineal y binaria de nuestros actuales sistemas de cómputo permite hacer cálculos de forma simultánea y en paralelo. 

Con pocos recursos pero muchas ganas e ideas, varios científicos colombianos se han sumado a esa revolución que aún está en pañales. John Henry Reina Estupiñán, director del Centro de Investigación e Innovación en Bioinformática y Fotónica-CIBioFi de la Universidad del Valle; Cristian Edwin Susa Quintero, profesor de física de la Universidad de Córdoba; y Andrés Felipe Ducuara García, estudiante de doctorado en Ingeniería Cuántica en la Universidad de Bristol, Reino Unido, llevan varios años haciendo aportes teóricos al campo. Este año pandémico ganaron el Premio Alejandro Ángel Escobar en la categoría Ciencias Exactas, Físicas y Naturales por un trabajo titulado “Propiedades cuánticas de sistemas físicos: contribuciones a la teoría de la información y al desarrollo de tecnologías cuánticas”.

John Henry Reina Estupiñán / Foto suministrada

Cristian Edwin Susa Quintero / Foto suministrada

Andrés Felipe Ducuara García / Foto suministrada

El premio, más que por un aporte en particular, destaca una serie de trabajos publicados por estos tres investigadores. Entre ellos, algunos sobre las posibilidades de controlar moléculas individuales para convertirlas en la base de computadores cuánticos. 

“Es un trabajo increíblemente bien hecho. Con un estándar técnico muy alto, con investigadores locales, pero al mismo tiempo la investigación muestra un alto relacionamiento internacional”, escribió el jurado del premio. 

Si se consolida la era de la computación cuántica muy posiblemente cambiarían radicalmente los sistemas de encriptación que hoy sustentan la banca y la inteligencia militar, se abrirían nuevas posibilidades para el diseño de fármacos y la medicina, asistiríamos a una revolución en las comunicaciones y en prácticamente todos los campos de nuestras vidas que ya están colonizados por la computación tradicional.