No recuerda si de mozalbete en los barrios San Francisco y Alarcón soñaba con ser astronauta, bombero o físico nuclear, pero Alejandro Tello Hernández tiene presente que le gustaba aprender cosas nuevas en todas las áreas. Tanto, que sin dudarlo un segundo y a mitad de sexto bachillerato se inscribió en la Universidad Industrial de Santander (UIS) para ser admitido en la carrera de medicina, “porque las ciencias de vida me llamaban mucho la atención”.

Cuando rotó por las diferentes especialidades se sintió atraído por varias de ellas, incluyendo la oftalmología. La Fundación Oftalmológica de Santander (FOS) en esa época estaba recién inaugurada y le deslumbró ese complejo universo del      ojo humano y la visión que hace posible que alternemos el enfoque de estas páginas al distante horizonte en apenas un tercio de segundo o que los estímulos luminosos sean convertidos en imágenes que a su vez se transforman en impulsos nerviosos que finalmente son interpretados por millones de neuronas en el cerebro.

Así que tras culminar el año rural, viajó un semestre a Estados Unidos con el propósito de mejorar su nivel de inglés. Luego retornó al país y estuvo laborando como médico general por tres años, con el fin de reunir los recursos para realizar la especialización. Se presentó entonces al programa de Oftalmología de la FOS, en convenio con la UIS, para empezar su residencia en 1994. Desde entonces han transcurrido veintiocho años en los que ha estado al lado de su maestro y colega Virgilio Galvis Ramírez.

Tras adelantar un curso de profundización avanzado en procedimientos quirúrgicos que buscan eliminar defectos como la miopía, la hipermetropía y el astigmatismo con el propósito de no volver a usar lentes de contacto o gafas –conocido como cirugía refractiva y en el que Galvis Ramírez fue su tutor directo–, a éste lo designaron ministro de Salud (1998-2000), razón por la cual Tello Hernández quedó al frente del Centro Oftalmológico Virgilio Galvis.

“Esa responsabilidad fue un reto muy exigente, pero me sirvió para consolidar mi actividad profesional, y aplicar todo el entrenamiento recibido”, manifiesta con orgullo este supraespecialista en córnea y cirugía refractiva con doctorado en investigación en cirugía y especialidades médico-quirúrgicas en la ciencia de la visión, título obtenido en la Universidad de Oviedo (España).  

Tello Hernández incursionó tempranamente en el mundo de la investigación. De manera paulatina pudo ingresar en ese terreno fascinante y sin prisa pronto empezaron a verse los frutos. “No fue un proceso fácil, pues como médico especialista en Oftalmología yo no tenía una formación específica en investigación, pero poco a poco, con el desarrollo de los proyectos y el apoyo de epidemiólogos de la FOSCAL y de la UNAB, fuimos encarrilándonos en ese camino. La investigación en oftalmología me apasiona, y me parece un complemento perfecto para otra de mis pasiones, que es la academia”, enfatiza.

La lista de avances científicos que a Tello Hernández le gustaría ver hechos realidad está encabezada por llegar a contar con un tratamiento médico que solucione el problema de la      distrofia del endotelio corneal, enfermedad que es una de las principales causas hoy en día de requerir trasplante de córnea (queratoplastia) y se debe a la acumulación de material extraño en las capas de la córnea haciendo que lentamente pierda su trasparencia y pueda generar visión borrosa o la pérdida de esta.

Y como si esto fuera poco, también lidera un equipo que analiza el endotelio corneal en los casos de distrofia, los resultados de la cirugía refractiva con excimer láser, los factores de riesgo para una enfermedad llamada queratocono, las características del herpes zóster oftálmico y el resultado del uso del medicamento atropina en el control de la progresión de la miopía, entre otros.

«He contado siempre con el apoyo del doctor Virgilio Galvis y de la uNAB, por lo cual a medida que ha pasado el tiempo he podido dedicarme más a estas actividades científicas. Esto es muy difícil de lograr en Colombia, por lo que en realidad soy un afortunado», manifiesta Alejandro Tello Hernández / Foto suministrada Centro Oftalmológico Virgilio Galvis

La luminosidad en los salones de clase es un asunto que le trasnocha. “Uno de los problemas actuales de la salud ocular en el mundo es el crecimiento de la incidencia de la miopía en las nuevas generaciones. Dentro de los factores que influyen en esto se encuentran algunos relacionados con la herencia, pero también hay los que llamamos ambientales, es decir que están asociados a cosas que hacemos o que dejamos de hacer. Se ha encontrado que no exponerse a la luz natural al aire libre o la exposición a niveles bajos de luminosidad en las aulas, parece asociarse a la aparición y progresión de la miopía”, dice.

Explica que por esa razón diseñaron este estudio, en el cual se les incrementó la intensidad de la luz a los salones de clase de colegios de la ciudad de Bucaramanga, y se les indicaron recomendaciones sobre higiene visual a los estudiantes, incluyendo tomar descansos cuando se realizan actividades de visión próxima, y además que se expongan a la luz al aire libre al menos dos horas al día. En cuanto a los resultados, en este momento se hallan en la recolección de los datos.

Cada día al revisar casos complejos de pacientes o temas de posibles proyectos de investigación en oftalmología, confirma que lo que decía el cosmólogo estadounidense Carl Sagan sobre nuestro conocimiento como humanidad de la astronomía, se aplica también a las demás ciencias: solo estamos ingresando a la orilla de un océano de conocimientos por descubrir. O como lo afirmaba el filósofo griego Sócrates: “Solo sé que nada sé”.  Así que estos referentes se convierten en un estímulo para buscar nuevas respuestas.

Son innumerables los pacientes en los que ha podido poner en práctica los avances médicos para solucionar problemas visuales, sin embargo recuerda un trasplante de córnea en un adulto con solo un ojo y con posibilidad de recuperación, pues había perdido la visión en el otro. Por fortuna el resultado fue exitoso y el paciente lleva más de diez años pudiendo disfrutar de una vida ‘normal’. 

Es en la última década que las condiciones se dieron para dedicarse con ‘alma, vida y sombrero’ a las actividades investigativas y académicas, según precisa este santandereano que cuando no está leyendo documentos científicos o detrás de uno de esos complejos aparatos que hay en su entorno, reserva momentos para escuchar música clásica, aunque de entrada admite que no es un perito en la materia. También lo atrae la astronomía, debido a que sigue asombrándole la inmensidad del universo “y la forma en que el ser humano, desde este remoto e ínfimo rincón de la Vía Láctea ha podido ir acercándose a sus misterios”. Como no todo es trabajar, trabajar y trabajar, Tello Hernández de vez en cuando ve películas clásicas y de temas históricos en compañía de su esposa y de un enorme balde de crispeta. El deporte no es lo suyo, porque en esa materia le falta lo que tanto le caracteriza en su actividad profesional: disciplina.

Quien lo vea por primera vez se preguntará por qué un experto en visión utiliza anteojos, pero Tello Hernández tiene la respuesta: “Dentro del proceso natural del envejecimiento a todos se nos presenta lo que se conoce como presbicia, es decir la dificultad para poder enfocar adecuadamente objetos cercanos. Esta es una condición para la cual la ciencia médica aún no tiene una forma de prevenirla, y por ello los mayores de cuarenta años requieren gafas para leer y trabajar en visión cercana, y a medida que pasa el tiempo, las necesitan más. 

Por otra parte, sí existen algunas opciones de cirugía que pueden ayudar a evitar la necesidad de las gafas en los présbitas, pero son alternativas opcionales. Se debe analizar entonces cada caso y además sopesar las expectativas del paciente. Como a mi realmente no me molesta usar las gafas, no he considerado nunca un procedimiento de cirugía refractiva”.

Pese a su renombre, logros, reconocimientos y publicaciones en Colombia y el exterior, Alejandro no levita. “Afortunadamente desde la formación en mi hogar se me enseñó a que uno de los más fundamentales valores de la vida es la humildad, y aprender a disfrutar las pequeñas cosas de cada día. Eso ha hecho que realmente no esté dentro de mí el impulso a la presunción o a la ambición, y llevo una vida muy tranquila y armoniosa”.

A sus 58 años rememora que empezó la primaria en el Colegio Santo Tomás de Aquino, en Bogotá, de allí pasó al Colegio El Rosario, de Ecopetrol, en Barrancabermeja y se hizo bachiller en el Virrey Solís de Bucaramanga, graduándose de médico en la UIS en 1987. “Cada fase de la vida tiene sus propios atractivos, así que no añoro cosas del pasado”, confiesa este científico empeñado en no conformarse con lo que sabe.