Hospital intercultural: subjetividad y salud mental

El diálogo entre culturas es imprescindible a la hora de abordar territorios en los cuales permanecen comportamientos arraigados a la ancestralidad.

Por Carlos Germán Celis Estupiñán

publicaciones@unab.edu.co

Luego de más de doce horas de viaje llegué al municipio de Cubará, ubicado en el departamento de Boyacá, entre Arauca y Norte de Santander, en la frontera que con Venezuela nos marca el río Arauca. Allí está el primer hospital intercultural de Colombia. Se trata de un centro médico que, a la entrada, exhibe vistosos murales que expresan la importancia del encuentro en la diversidad. 

Fui invitado por un psicólogo egresado de nuestra Universidad, para participar como asesor intercultural en un diálogo sobre salud mental. Esta iniciativa se fue gestando a partir de una serie de conversaciones en las que el profesional Diego Moreno me compartía las decepciones que encontraba en el modo institucional en que se impone una idea sobre el bienestar, y las posibilidades de que la comunidad ancestral U´wa, pudiera acceder a las virtudes de la salud occidental, sin que eso les significara perder sus tradiciones. Desde mi recorrido en la investigación psicoanalítica y de problematizar lo psicosocial en el trabajo con comunidades al interior del grupo “Violencia, lenguaje y Estudios Culturales” tuve la oportunidad de acercarme a este proyecto.  

Al día siguiente nos desplazamos en ambulancia al resguardo unido U´wa en la comunidad de Cobaría, sector Fátima. Para mi sorpresa, el diálogo se realizó en la “Casa del pensamiento”, un lugar para reflexionar y hablar. Iniciamos preguntándoles qué entendían por salud mental. Al traductor le tomó más de una hora explicar. Por sus expresiones comprendimos que no era un asunto que se pudiera resolver con la generalidad colonizadora del “completo estado de bienestar…” de la Organización Mundial de la Salud. Después de la discusión nos compartió que en su lengua lo mental no existe. Esto nos interrogó porque el hospital ya había hecho campañas de prevención de sustancias psicoactivas y suicidio que son los temas recurrentes sobre comportamientos emocionales. 

Nos explicó que en su cosmovisión no es posible separar el cuerpo del alma como en la mentalidad occidental, al contrario, para ellos el U´wa tiene salud cuando logra conversar consigo mismo, porque en cada uno hay cuestiones difíciles de entender, cuando habla con el otro para convivir, y con la naturaleza, porque no es un recurso para explotar, sino la madre Kajka Ika, la casa mayor de todos. Asumen el diálogo como una práctica con consecuencias.

Servicios de salud de mediana y baja complejidad son ofrecidos por el Hospital Especial de Cubará a la población colona e indígena de allí. / Foto Carlos Germán Celis

El valor que le dan a la palabra los afirma en lo que significa ser U´wa: “Gente inteligente que sabe hablar y pensar”. El traductor Roscayo nos dijo que salud mental es cuando uno se entiende con uno mismo. Porque tenerla es poder decir lo que se piensa. En la enfermedad uno está callado, quieto y no quiere hablar. Esto marca una diferencia cultural importante porque para occidente estar sano es ser adaptado y funcional. Trabajar en silencio sin alterar el orden público. Pagar las cuentas, no deprimirse y consumir para estar feliz.

Otro tema fundamental fue el de la sala de partos intercultural. Un sitio en el que la asepsia y el protocolo gineco-obstétrico pudieran entrar en diálogo con la ley de origen, la mitología y el ritual. Un punto álgido de la conversación fue el asunto de la placenta y el cordón umbilical, pues donde el médico occidental ve desechos anatomopatológicos, para el U´wa se trata de una ofrenda que se debe entregar al padre para que la retorne a la tierra. De ello depende tanto el arraigo a su lugar de origen, como la salud de la madre y del recién nacido. Solicitaban que las dejaran parir de pie y no acostadas, porque en esta posición no sienten la confianza para ver lo que está sucediendo.

Piden ¡por favor! que no les corten sus collares ni manillas, porque no solo son elementos identitarios, sino un factor de protección espiritual. También que no todo el que llega a turno les haga el tacto, les resulta intimidante, invasivo e innecesario que diferentes personas las estén tocando. Se cuestionan si la canalización es realmente necesaria o si solo es una forma más de justificar el cobro de la atención, además en su mundo espiritual pinchar el cuerpo con metales es introducir espíritus malignos portadores de desarmonías.

Esta experiencia nos enseña que el diálogo intercultural sensibiliza al médico y al personal sanitario de que el paciente no es solo un organismo biológico a la espera de una intervención, sino que allí hay todo un sentir formado por subjetividades que interpretan la realidad desde las lógicas de su visión del mundo. También enseña sobre la importancia de construir una atención respetuosa de sus saberes, sin pretensiones colonizadoras, que escuche, pacte, reconozca a la comunidad como interlocutora y no la convierta en el objeto del furor exótico de quienes solo van por encuestas, firmas o fotos.

La ‘Casa del Pensamiento’ es un lugar para reflexionar y hablar. Los U’wa creen que es necesario que haya armonía en el mundo para que haya armonía en el cosmos. / Foto suministrada

Más artículos de esta edición

Artículos de otras ediciones