
Por Claudia Patricia Salazar Blanco
Docente asociada programa de Medicina de la UNAB.
El reto actual lo ha postulado el uso de la IA. La combinación de operaciones sistemáticas –algoritmos– que den como resultado máquinas con procesos de pensamiento iguales a los de los seres humanos revolucionan nuestra forma de interactuar entre nosotros mismos, con nuestro contexto y con los demás productos culturales. La generación de conocimiento, la satisfacción de necesidades y la interacción humana se ven directamente implicados con el uso, cada vez más real y cercano, de la IA.
Se ubica en el centro de la discusión la posibilidad de su incorporación en procesos educativos o, al contrario, la reticencia a integrarla porque supone el riesgo de hacerlos desaparecer. Se reconocen dos posiciones: quienes identifican en la IA posibilidades de cualificación y quienes la asumen como un peligro para las funciones cognitivas y, por ende, para la educación misma.
Dentro de los argumentos de la primera perspectiva podemos encontrar una defensa centrada en el análisis objetivo de sus posibilidades didácticas en el ejercicio docente y el rol del estudiante.
Esto supone una mirada pedagógica de estas herramientas y su integración en la producción de conocimiento. Asumir la perspectiva progresista u optimista de la IA, implica llevarla a las particularidades del contexto educativo.
En otras palabras, será necesario preguntarse a qué realidades responderá esta implementación, comprendiendo que la IA no es la finalidad de la acción educativa sino una herramienta que nos impulsará a un nuevo estadio de desarrollo.
Aunque el riesgo del desplazamiento de la labor docente es latente y se convierte en uno de los contraargumentos más vehementes de quienes satanizan esta realidad, también está patente la imperiosa necesidad de transformación de todos los concurrentes en un acto educativo y su forma de relacionarse con la información.
La guía de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) para formular políticas sobre la IA en educación, se fundamenta en tres ámbitos: aprender con y sobre la IA y prepararse para ella.
Estas líneas buscan, precisamente, abonar el terreno de la discusión en la educación superior la cual está en la obligación de generar espacios de reflexión, sus implicaciones pedagógicas a partir de la investigación responsable, sistemática y ética, no solo de los alcances tecnológicos, sino de sus repercusiones gnoseológicas, científicas y humanistas. Finalmente, no se trata de temerla ni de idolatrarla, sino de integrarla con criterio pedagógico e innovador, hacia la meta última de todo maestro… volverse innecesario… aunque suene a paradoja.
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