“Las élites de Latinoamérica mantienen una perspectiva colonial”
En esta entrevista, el periodista brasileño Dennis de Oliveira comparte cómo la intersección entre identidad, cultura y resistencia ha moldeado su vida y su carrera, y qué lecciones nos deja para entender mejor las complejidades de la inclusión en nuestra región.
Por Carolina Toscano Vargas
Periodista con experiencia en el manejo de comunicaciones corporativas y el sector educativo. Jefe de Contenidos en la Universidad Autónoma de Bucaramanga.
En un continente marcado por la diversidad cultural, la experiencia de ser afrodescendiente en Latinoamérica sigue revelando profundas contradicciones. Ciencia Abierta UNAB conversó con Dennis de Oliveira, periodista brasileño, paulista para ser más precisos, de 60 años, profesor e investigador de la Universidad de San Pablo (USP), escritor y activista de las comunidades afro y sus costumbres en América Latina. En esta entrevista, Oliveira comparte cómo la intersección entre identidad, cultura y resistencia ha moldeado su vida y su carrera, y qué lecciones nos deja para entender mejor las complejidades de la inclusión en nuestra región.
Siendo niño se hizo fan de la banda norteamericana Jackson Five, que junto a otras bandas de rhythm and blues (R&B), soul y funk , habían logrado penetrar las entonces celosas barreras musicales del mercado brasilero. Sin saberlo, su gusto sería la causa para probar las primeras expresiones de racismo que lo hicieron consciente de su etnia y del verdadero sentido de las frases que les repetían sus padres a él y sus hermanas advirtiendo lo difícil que podía ser la vida para ellos.
Dennis de Oliveira se describe a sí mismo como hijo de una mixtura (mezcla en portugués): su abuela paterna es rubia y de origen alemán, su papá es negro, su mamá blanca, y sus hermanas tienen el color de la piel más oscura que la de él. / Foto Érika Díaz
¿En qué momento se reconoce como integrante de la comunidad afro?
Mi papá nunca nos dijo que éramos negros, pero sí que nosotros teníamos que estudiar mucho porque había numerosos obstáculos para nuestra familia. Yo fui percibiendo mi condición afro cuando llegué a la universidad a los 18 años, en 1982, al ingresar al programa de periodismo. En aquel momento la universidad no tenía alternativa o cuota racial que cumplir. Entré con un grupo de 85 alumnos de los cuales solo tres venían de escuelas públicas y dos éramos negros. Ahí encontré bastantes diferencias en el trato y en las historias de vida. En mi adolescencia íbamos con mis hermanas, primas y amigos a barrios de comunidades afro donde se escuchaba y se bailaba música funk como James Brown.
Recuerdo que un día llegué a clase con una camiseta de los Jackson Five y mis compañeros de salón se quedaron mirándome, empezaron a decirme que era ridículo y eso me impactó mucho por la diferencia social. Fui consolidando mi identidad afro a partir de esas diferencias.
¿Qué tan comunes eran esas muestras de racismo?
Al principio pensé que era solo un problema mío. Cuando comencé a hablar con amigos de otras facultades y localidades comprendimos un poco más lo que estaba pasando. Investigué y pensé que era un problema de clases sociales porque yo venía de escuela pública y mis compañeros venían de escuelas privadas. Me empecé a juntar con amigos de otras universidades y eso impulsó mí investigación, me hizo considerar que era un problema meramente de la clase trabajadora.
¿Cuándo pasa de la investigación a la acción?
Fui militante del partido comunista de Brasil y percibí que en el mismo movimiento social había diferencias, las personas blancas tenían unos privilegios distintos. Ayudé a fundar una organización dirigida a la comunidad negra llamada Unión de Negros para la Igualdad, que aún existe en Brasil. Al partido no le gustaba esa organización y luego quiso controlarla. Ahí fue cuando decidí salirme del colectivo y seguir actuando por mi cuenta.
En 2013 ayudé a crear Red, una entidad autónoma e independiente formada por muchos estudiantes negros en la universidad de todas las cuotas raciales, y construí una militancia interracista. Paralelo a eso, trabajé como investigador de movimientos sociales y raciales donde puedo aportar mi experiencia dura y difícil, pero importante para el aprendizaje.
En sus artículos dice que Latinoamérica sufre de falta de identidad. ¿A qué cree que se debe?
En los países latinoamericanos, aunque ya no son una colonia de Europa, sus élites y clases dirigentes mantienen una perspectiva colonial. Eso evita la construcción de una identidad propia. Muestra de ello es que en Brasil conocemos muy poco de Latinoamérica. En mi país solo conocen a Gabriel García Márquez y a Julio Cortázar porque fueron autores traducidos al portugués. Los demás escritores de renombre allí son ingleses.
¿La interculturalidad puede comprometer la preservación de las culturas minoritarias?
El diálogo intercultural no es un riesgo para las culturas si pensamos una conversación en la que una cultura no se sobrepone a otra. Por el contrario, las culturas pueden enriquecerse con ese diálogo colectivo.
Por ejemplo, en Bolivia hay una expresión cultural llamada Saya, son pueblos afros localizados en Los Yungas cerca a La Paz, muy semejante con otra cultura llamada Tambor de Crioula en Maranhao, Brasil, pero no sabemos eso tan interesante. También hay similitudes entre los matices afro de Brasil y de Cuba en temas como la santería y sus rituales. Por otra parte, la experiencia de los palenques en Colombia es muy parecida a los quilombos en Brasil, su historia de lucha es muy similar.
Con estas similitudes, es muy bueno si pensamos un diálogo sin jerarquías, un diálogo entre iguales.
¿Cuáles son los ‘enemigos’ de la interculturalidad?
El discurso de intolerancia de “el otro es mi enemigo, es una persona peligrosa”. El problema más grande que tenemos es que conocemos al otro por los estigmas y estereotipos, no lo conocemos de verdad.
¿Cómo define cultura y territorio?
Cultura es todo lo que los seres humanos hacen en el sentido de construir una percepción propia, de los otros y del contexto construyendo esas visiones de la percepción de la realidad. Territorio es un lugar, no solamente físico, que es afectado por la presencia humana y sus perspectivas culturales.
¿Qué se puede hacer desde la educación para contribuir al discurso intercultural?
La universidad tiene tres desafíos. El primero es pensar en lo que va a ofrecer a la sociedad. Las personas entran a la universidad como una manera de ascenso social, por eso las instituciones educativas se deben democratizar, deben ser impactadas por las demandas sociales de los pueblos y hablar constantemente de diversidad. El segundo aspecto es la autonomía, ser independiente de los poderes económicos y políticos. Y el tercero, usar la investigación para mostrar metodologías a partir de otras experiencias y de otros pueblos.
¿Por qué considera que la interculturalidad se está volviendo como una mercancía?
En Estados Unidos, por ejemplo, la Facultad de Negocios de Harvard realizó un estudio llamado Making diference matter (Hacer la diferencia importa), en el que demostró que las empresas que invirtieron en la identidad cultural en sus compañías presentaron utilidades. Ahora existen agencias especializadas en construir publicidad con esta temática, transformando la diferencia en un negocio. Muchas empresas usan indígenas y afros para mercadear, pero compran sus materias primas en lugares con esclavitud y explotación infantil. Y al mismo tiempo lideran campañas de apoyo a causas sociales o en pro de minorías.
¿Cuál sería su anhelo?
Mi sueño es que no pensemos más en interculturalidad y seamos todos iguales. La diferencia existe, pero no es importante.
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