Del origen amazónico a la inteligencia de datos: el futuro del cacao colombiano
El ingeniero Leonardo Talero aprovecha el poder de la información ambiental e histórica para generar recomendaciones que buscan optimizar este cultivo en Colombia. Una rica trayectoria con importantes desafíos.
Por Fernando Carreño Arrázola
El cacao, esa semilla que despierta sentidos y evoca memorias dulces en todo el mundo, tiene antecedentes que comenzaron mucho antes de que existieran las barras de chocolate. Sus raíces más profundas se hunden en la cuenca superior del Amazonas, en el Orinoco y sus afluentes, territorios que hoy comparten Colombia, Brasil y Ecuador.
Ahí, entre el calor húmedo y la frondosidad de la selva, surgió el Theobroma cacao L. —“el alimento de los dioses”, según el acertado nombre científico que le dio el botánico sueco Carl Linnaeus. Los vestigios más antiguos de su uso y domesticación son las trazas de teobromina, un compuesto presente sólo en el cacao, encontradas en cerámicas del sureste de Ecuador. Desde esas tierras, las semillas viajaron con aves, animales y pueblos nómadas hasta llegar a Centroamérica, donde culturas como la tolteca y la maya las elevaron a un plano casi sagrado.
Pero, aunque el cacao tiene raíces americanas, hoy más del 70 % de su producción proviene de África. Países como Ghana y Costa de Marfil lideran el mercado mundial, muchas veces en contextos marcados por el trabajo infantil, el trabajo forzado y la trata de personas, donde los productores reciben apenas el 6% del valor final del chocolate, según Fairtrade Fundation y el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola.
Ante este panorama, donde la producción y el consumo muestran una tendencia de producción y consumo al alza, Colombia, con las condiciones ideales, apuesta por morder un pedazo más grande de la torta, en un medio que se inclina por iniciativas responsables y sostenibles.
Leonardo Talero Sarmiento, doctor en ingeniería industrial de la UNAB, nacido en Barbosa, Santander, está aportando a esta misión con la ayuda de los datos. Su conexión con el campo viene desde niño, y su curiosidad por el cacao se transformó en una investigación con un enfoque poco habitual: aplicar modelos de machine learning, un proceso que le permite a una computadora o un algoritmo identificar patrones y tomar decisiones basadas en datos, sin necesidad de ser programadas explícitamente para cada tarea.
“La idea surgió por tres razones”, cuenta Talero. “Primero, por la importancia estratégica que tiene el cacao en Santander. Segundo, porque conocí a personas que empezaban a investigar sobre el tema en la academia, como mi director de tesis, Henry Lamos Díaz. Y tercero, por el vínculo con lo agrícola, que siempre ha sido parte de mí”.
Leonardo Talero Sarmiento es ingeniero industrial de la Universidad Industrial de Santander (UIS), magíster en Ingeniería Industrial y consultor en Analítica de Datos. / Foto suministrada
A partir de esa mezcla de intuición, datos y conexión territorial, Talero comenzó a explorar cómo factores ambientales —como el clima, el suelo y el agua— influyen en la productividad del cacao. “Mi propuesta fue integrar modelos que no solo predijeran, sino que también permitieran evaluar y justificar decisiones basadas en métricas claras de desempeño”.
Para eso, echó mano de fuentes tan diversas como la base de datos climática de la NASA (NASA POWER), mapas de suelos del gobierno colombiano y sistemas de información geográfica. Este conjunto de datos, compuesto por 57.658 registros, fue rigurosamente seleccionado y agrupado para trazar un mapa claro de las zonas más aptas para cultivar cacao en Colombia.
A partir de un análisis detallado, se identificaron regiones con condiciones ideales para su desarrollo, teniendo en cuenta factores como el clima, el tipo de suelo y la topografía.
El análisis reveló, por ejemplo, que gran parte del potencial para sembrar cacao en Colombia se encuentra en pequeñas fincas de menos de cinco hectáreas en zonas como el Amazonas, la zona Andina (especialmente la occidental) y el Pacífico, lo que confirma la importancia de los pequeños productores en el sector. Aunque existen terrenos más grandes y con condiciones adecuadas para grandes plantaciones, muchos están ubicados a altitudes superiores a los 800 metros, lo que implica desafíos adicionales como el uso de variedades de cacao especializadas o prácticas agrícolas avanzadas.
También surgieron otras recomendaciones concretas y aplicables en el terreno: el uso de polisombras en regiones con alta radiación solar durante los primeros meses, la instalación de cercas vivas en zonas donde los vientos fuertes dificultan la polinización, o ajustes en el trabajo con la tierra según la capacidad del suelo para retener agua. Todas estas sugerencias fueron revisadas y validadas por expertos agrónomos, con la mirada puesta en condiciones reales de trabajo.
Hoy, Colombia ha logrado un récord histórico en producción: más de 73.000 toneladas en 2024, según cifras entregadas por Eduard Baquero, presidente de Fedecacao. Pero aún hay desafíos, como el bajo rendimiento por hectárea y la necesidad urgente de renovar plantaciones envejecidas. Para superar estos obstáculos, es necesaria la implementación de material genético superior —variedades y cruces más resistentes al cambio climático— junto con la adopción decidida de prácticas agronómicas modernas. En este contexto de transformación, investigaciones como la de Talero aparecen como una brújula precisa que guíe a las 65.000 familias que viven del cacao en Colombia y las que se puedan sumar con un riesgo financiero menor.
“Colombia exporta cada vez más cacao, y el análisis de datos está impulsando esa tendencia”, explicó a Ciencia Abierta UNAB Max Dugan-Knight, científico de datos climáticos y líder de investigación en Deep Sky, una empresa canadiense que busca combatir el cambio climático capturando CO₂ directamente del aire y del océano. “Técnicas como el uso de imágenes satelitales y datos recogidos en tierra ayudan a los productores a cumplir con regulaciones internacionales, ofrecer trazabilidad y demostrar, por ejemplo, que su cultivo no causa deforestación, haciéndolos aptos para programas de pagos por servicios ambientales”.
“El gran reto es convencer al agricultor de cacao, con un promedio de edad de 57 años, de que los datos pueden mejorar su rentabilidad y reducir riesgos”, explica Talero. Pero está convencido de que vale la pena. Si logra ese cambio de mentalidad, si los datos se vuelven una herramienta cotidiana en las fincas, el cacao colombiano no solo será reconocido por su sabor y aroma excepcionales, sino también por la inteligencia con la que se cultiva.
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