
Tras el fallecimiento del maestro colombiano Blas Emilio Atehortúa Amaya en 2020, la violonchelista y musicóloga Johanna Calderón Ochoa se dio a la tarea de gestionar su fondo documental compuesto por partituras, audios, fotografías, entre otros objetos, para que su talento siga resonando en el mundo.
Por Alejandra Sandoval Sarmiento
Comunicadora Social-Periodista y Magíster en Dirección de Comunicación Corporativa.
Ambos nacieron en Colombia. Él en Santa Elena corregimiento de Medellín, Antioquia, el 22 de octubre de 1943. Ella en Bogotá, en 1978. Sus destinos se cruzaron en noviembre de 2019 en Bucaramanga, Santander, cuando Calderón Ochoa, junto a su colega, el pianista Rubén Darío Pardo Herrera, presentaron un performance titulado ‘De la memoria efímera, de lo efímero en la memoria’ inspirado en cuatro obras del compositor Atehortúa Amaya, que ese día estaba sentado entre el público del Auditorio de Ingeniería de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), junto a su esposa Sonia Arias Gómez.
A ella le tomó casi dos años preparar ese momento que apenas duró 40 minutos. Dos años estudiando y pensando cómo darle vida a las cuatro obras que él escribió para violonchelo y piano: Bicinium VI (Dúo seis) para violonchelo y piano (1973), Romanza. De cinco piezas románticas Opus 85 para violonchelo y piano (1979); Dúo concertante, Opus 150 No. 2 para cello y piano (1988) y Sonata for cello and piano Opus 186 (1995).
Esa fue su forma de expresar admiración por Atehortúa, un compositor colombiano consagrado, que internacionalizó la música académica colombiana y latinoamericana . Él descubrió rápidamente en aquel gesto el cariño por su obra.
Maestro Blas Emilio Atehortúa Amaya, compositor y director de orquesta / Foto Pastor Virviescas Gómez
Johanna desde su época escolar, en el colegio Nuestra Señora del Rosario de Funza, Cundinamarca, aprendió a interpretar el piano y los teclados. Mientras el primer encuentro del maestro Blas con la música se produjo cuando inició sus estudios musicales con clases particulares de teoría y solfeo con Ruth Muñoz; de violín, viola y armonía con el checoslovaco Bohuslav Harvanek; y de composición con el sacerdote italiano Andrés Rosa Summa, quien fue además su profesor de armonía, contrapunto, fuga y composición en la Escuela de Bellas Artes de Medellín, institución en la que estuvo dos años (1955-1956).
Más adelante recorrió los mismos pasos que él. Ambos se formaron profesionalmente en el Conservatorio de Música de la Universidad Nacional de Colombia. El maestro recibió su título en 1962 con la obra Obertura simétrica, Opus 17, la misma que presentó para continuar su formación en el Centro Latinoamericano de Altos Estudios Musicales (Claem), del Instituto Torcuato di Di Tella en Argentina. Ella obtuvo en 2006 su título de Violonchelista con énfasis en historia de la música, con la oportunidad de trabajar en investigación con la musicóloga colombiana Ellie Anne Duque y con el historiador Jaime Cortés Polanía.
Recuerda Johanna que en el Conservatorio interpretó obras para violonchelo y piano de compositoras y compositores colombianos, entre ellos, por primera vez, las del maestro Blas, unos 20 años antes de conocerlo personalmente. Considerado uno de los más importantes de la música académica del país y de América Latina del siglo XX, en particular por la cantidad de obras que escribió: 347 (300 originales agrupadas 261 opus, 37 arreglos y 11 trabajos de música incidental).
Johanna Calderón Ochoa, desde 2011 es la violonchelista de la Orquesta Sinfónica de la Universidad UNAB / Foto Valery Ruiz Santoyo
La obra del maestro Atehortúa ocupa un lugar privilegiado junto a otros compositores latinoamericanos anteriores a su generación como los maestros, Heitor Villa-Lobos de Brasil, Alberto Ginastera de Argentina, quien por cierto fue mentor de Blas, y Carlos Chávez, de México. “La labor del maestro Atehortúa se destaca por su habilidad para crear música pensando en el potencial expresivo de solistas, intérpretes y agrupaciones que comisionaban sus obras. El maestro, junto a los jóvenes compositores vinculados al Claem escribieron el capítulo de vanguardia en la historia de la música académica en Latinoamérica”, expresó Johanna.
Antes de arribar a Bucaramanga, Johanna con el apoyo de Colfuturo, estudió una maestría en interpretación de música antigua en el Conservatorio de Ámsterdam en Holanda, especializándose en la interpretación del violonchelo barroco y la viola da gamba. A su regreso de Países Bajos, en julio de 2010, se vinculó a la entonces Facultad de Música de la Universidad UNAB, en cabeza de la maestra Magnolia Sánchez Mejía. Mientras la trayectoria del maestro Blas Emilio siguió en formación, trabajo y difusión de obras en países como Estados Unidos, España y Venezuela, principalmente, antes de radicarse en la capital santandereana desde 1986.
Johanna comenzó como docente y poco a poco se le fueron abriendo otras puertas y escenarios como los de ser integrante de la Orquesta Sinfónica de la UNAB, como jefe de la sección de violonchelos; y la de dirigir el Grupo de investigación de Transdisciplinariedad, Cultura y Política desde 2020; así como ser la gestora de las colecciones patrimoniales del Centro de Documentación e Investigación Musical “Alejandro Villalobos Arenas” (CEDIM – UNAB), en el que se custodian e investigan compilaciones patrimoniales musicales de Colombia, principalmente, de la región oriente del país.
Maestro Blas Emilio Atehurtúa Amaya, compositor y director de orquesta / Foto suministrada
Partitura de la obra Bicinium VI (Dúo seis) para violonchelo y piano compuesta por el maestro Blas Emilio Atehurtúa en 1973, dedicada al compositor ecuatoriano Mesías Maiguashca (1938)/ Foto suministrada
El 5 de enero de 2020, debido a una insuficiencia cardíaca, falleció el maestro Atehortúa y al año siguiente Sonia, su esposa. La muerte, sin embargo, se convirtió en la oportunidad de otro encuentro. Una conversación entre Johanna y Joaquín Casadiego Arias, hijastro del maestro, graduado de música de la UNAB y quien es el derechohabiente de las obras de “Blascito”, los llevó a pensar en la necesidad de proteger la creación del compositor que permanecía en su casa en el municipio de Piedecuesta, Santander. Así comenzó un esfuerzo de casi seis meses para organizar y trasladar al segundo piso de la Biblioteca Luis Carlos Galán Sarmiento, del Campus El Jardín de la UNAB, donde se ubica este centro, esa herencia musical.
Bajo protocolos internacionales se organizan los soportes documentales y se realiza el inventario general de de las partituras, registros de audios y videos, , fotografías, objetos conmemorativos, casetes, LP, DVD, y allí reposa todo conformando el Fondo Documental Atehortúa-Arias, que incluye los archivos personales de los artistas, quienes fueron esposos desde la década de los 80.
Un espacio que comparte con archivos de otros compositores , como el bumangués Jesús Pinzón Urrea (1928-2016), el pamplonés Jesús Alberto Rey Mariño (1959-2009) yel piedecuestano Alejandro Villalobos Arenas (1875–1938) , entre otros destacados artistas.
Este año, el 20 de abril, Johanna mereció el reconocimiento de la nueva categoría Investigación – Creación en los Premios a la Excelencia en Investigación que entrega anualmente la UNAB debido a estas iniciativas y actualmente cursa en la Universidad Católica de Argentina, el doctorado en el área Musicología en el que se dedica a la elaboración del retrato biográfico del compositor Blas Emilio Atehortúa Amaya.
Los maestros Sonia Arias Gómez, promotora del ballet en Santander y Blas Emilio Atehotúa Amaya, compositor recibieron en su hogar en 2019 la visita de la violonchelista Johanna Calderón Ochoa y el pianista Rubén Darío Pardo Herrera / Foto suministrada
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