La hematóloga Claudia Lucía Sossa Melo es una autoridad en trasplantes de médula ósea e investigación de leucemia aguda. Sueña con desarrollar nuevos medicamentos para estas enfermedades. 

Por Pastor Virviescas Gómez

Reportero con 39 años de experiencia y tres Simón Bolívar.

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Podría estar de misionera asistiendo y defendiendo a los pigmeos del Congo, de monja en un convento en Popayán o ensayando su papel para una presentación del Teatro La Candelaria. Pero no, esos sueños espirituales y artísticos de la juventud no cuajaron. A cambio, Claudia Lucía Sossa Melo es hoy una reconocida médica, investigadora y docente a quien le resultan insuficientes las veinticuatro horas del día para estar pendiente de los pacientes con trasplante de médula ósea en el piso noveno de Fosunab, internarse en los laboratorios a explorar sobre células madre, preparar sus conferencias y muy de vez en cuando hacer que juega golf, no con afán competitivo sino para darle un capotazo al estrés.

Solo el esposo de una tía era médico, así que en su caso no aplica eso de que llevaba la profesión en la sangre. La segunda de los tres hijos del camionero de Puente Nacional (Santander), guitarrista, bolerista y lector de libros de historia, Jorge Sossa Coy y la bachiller comercial Ana Lucía Melo, oriunda del corregimiento Portugal (Lebrija), recuerda con nostalgia que aprendió a leer antes de los cinco años, así como la primaria en el Colegio Divino Niño (donde algunos compañeros le hacían bullying por ser más pequeña), luego en el Instituto Jackeline y posteriormente en la Escuela ‘Gabriela Mistral’ de Floridablanca debido a que sus padres pudieron comprar una casa del Instituto de Crédito Territorial en el barrio Lagos I. El quinto de primaria y todo el bachillerato, Claudia Lucía lo cursó en el Colegio de la Anunciación, regentado por religiosas.

Con su diploma de mejor bachiller y habiendo descartado irse a la selva o subirse a las tablas, en 1981 Claudia Lucía se presentó a la Universidad Industrial de Santander para estudiar medicina y… no pasó. Seis meses después volvió a presentarse… y tampoco lo logró. “¡Mucha maleta!”, admite y sonríe. Entonces optó por estudiar ruso, con Elena Uvarova en el barrio San Francisco, para apuntarle a una beca en la antigua Unión Soviética… pero ese destino tampoco cuajó.

El salvavidas fue el preuniversitario de la Congregación Mariana –por esos tiempos único en la ciudad–, que le permitió clasificar en el cuarto puesto para la UIS. “Me faltaba preparación y si quería conseguirlo tenía que esmerarme. No boté la toalla”, cuenta orgullosa. 

“A la parte quirúrgica le tenía miedo y me produce mucho estrés hacer cosas en las cuales no me sienta segura. Era de las que en las ayudantías quirúrgicas me caía y tenían que pararme dos o tres veces. Por eso me dediqué a la medicina interna y al área clínica”, reconoce. Se graduó con la distinción Cum Laude en 1989.

Los tres años de formación en medicina interna le significaron el paso por el servicio de quemados y el pabellón de niños con leucemia, donde vio a tantos morir sin tratamiento y solos, lo cual le marcaría su destino en la hematología con profesores como Marcos Casas y Nelson Daza en el HURGV, a quienes les hizo caso sobre la necesidad de prepararse en esa área. La especialización de dos años la cursó en la Universidad Nacional en Bogotá, con un bebé a bordo y al lado de su esposo Antonio José Chacón (q.e.p.d.).

Recién llegada al Hospital San Juan de Dios, sus compañeros votaron ir a paro, pero ella levantó la mano y se convirtió en la única residente que siguió trabajando. Luego, Ismena Mockus –hermana de Antanas Mockus– le ofreció ser internista en el Hospital San Blas, y Claudia Lucía volvió a alzar la mano, a sabiendas de que solo contaba con un Fiat modelo 59 para ir hasta esa lejura de la localidad de San Cristóbal. 

Más tarde sumaría a su hoja de vida dos másteres en terapia medicinal avanzada y trasplante hematopoyético. Experta en leucemia mieloide, ahora es candidata a Doctora por la Universidad de Valencia (España). Se ha desempeñado como profesora de la UIS, jefe de la unidad de hematología del Hospital Universitario ‘Ramón González Valencia’, jefe clínica anticoagulación de la Fundación Cardiovascular del Oriente y a partir de 2010 es la directora del posgrado en Medicina Interna de la Universidad Autónoma de Bucaramanga y especialista en hematología del Centro de Cáncer VGR – Foscal, donde también es jefe del servicio de hematología y trasplante de médula ósea. Según sus cuentas, han realizado más de 500 trasplantes de médulas.

Igualmente dirige el Banco de Tejidos y Centro de Terapias Avanzadas de la Fundación Oftalmológica de Santander – Clínica Ardila Lülle, y ha liderado más de una veintena de investigaciones sobre leucemias, aparte de una cifra similar de investigaciones patrocinadas, 35 artículos y 74 resúmenes publicados en revistas y libros nacionales e internacionales.

Complejísimos campos detrás de los cuales está el rigor de una  investigadora que pertenece a siete sociedades científicas y que presidió de 2006 a 2008 la Asociación Colombiana de Medicina Interna.

La médica bumanguesa Claudia Lucía Sossa Melo ha recibido el reconocimiento de Colciencias como investigadora senior, además de nueve galardones de la Asociación Colombiana de Hematología y Oncología, siendo seleccionada como uno de los diez artífices en la conmemoración de los cien años del sector salud en Santander (2019). También ha participado en 161 cursos y simposios no solo en el país, sino en Estados Unidos, Canadá, España, Suiza, Alemania, Inglaterra y Australia. / Foto: Fernando Gómez Florez

Como de película

Han pasado muchos calendarios después de tantos episodios y duras lecciones. Al mando de su propia camioneta 4 x 4, Claudia Lucía acelera porque sus ocupaciones así lo requieren.

Hospitalización de hematología (enfermedades benignas y malignas de la sangre), trasplante de médula ósea (progenitores hematopoyéticos en su lenguaje) y terapia celular, son las actividades que la absorben, aparte de la vicepresidencia de la Asociación Colombiana de Hematología. Quienes pagan los platos rotos son sus hijos Camilo José (con dos hijos) y Valeria, a quienes les ha pedido que la perdonen por el tiempo que les debe.

La hematología, en términos sencillos, es el estudio de las enfermedades de los componentes de la sangre, de la médula ósea, de los ganglios linfáticos y del bazo. Su mayor fortaleza es el tratamiento de la hemofilia (trastorno hereditario en el cual la sangre no coagula de manera adecuada, lo cual puede producir hemorragias espontáneas o después de una lesión) y los trasplantes de médula ósea para tratar a pacientes con leucemia aguda. 

La leucemia es un cáncer de las células madre de la sangre, que están en la médula ósea (tuétano de los huesos) y son las encargadas de producir los glóbulos rojos, los glóbulos blancos y las plaquetas. Los trasplantes han cambiado radicalmente la supervivencia de estos pacientes.

“La transmisión del amor por la hemofilia se la debo al doctor Nelson Daza”, recuerda Claudia Lucía. Actualmente está investigando en compañía de los españoles Miguel Sanz Alonso y Pau Montesinos la exposición ambiental y laboral como causa de leucemias agudas y de cáncer, siguiéndole el rastro a herbicidas, plaguicidas y fuentes de agua, indagando cómo se comporta en esta región y descubriendo que la edad promedio en que se presenta es más baja. Su afán no es ascender en el escalafón de Colciencias, sino que se dé la apropiación social del conocimiento y que se beneficie el mundo real. 

El otro frente que la trasnocha es el del Banco Multitejidos y Centro de Terapias Avanzadas, con el que ya se cuenta en Fosunab (que costó más de doce mil millones de pesos) y en el que labora con la doctora Martha Ligia Arango. 

Este es un elemento diferenciador no solo en Santander sino en Colombia. Cuenta con cuatro ‘salas blancas’, mientras que el más parecido en el país tiene solo una y es el Instituto Distrital de Ciencia, Biotecnología e Innovación en Salud (IDCBIS), de Bogotá.

En esas áreas está controlado el aire y se ingresa con trajes especiales para trabajar con células madre dentro de una cabina y producir fármacos (medicinas), por ejemplo para ponerle a un paciente al que de otra manera le esperaría una amputación. Esa es la terapia celular y la medicina regenerativa que la tienen atrapada, así a los no iniciados le suene a ciencia ficción. También producen tejidos a partir de las células humanas. 

A pesar de todas las obligaciones que ya tiene, no deja de pensar en cómo hacer más para ayudar a los pacientes de Santander. Claudia Lucía sueña con un biobanco en Santander de muestras de cáncer, a sabiendas de que hoy probablemente no se sepa de la existencia de un medicamento o que tal célula mala tenga un marcador específico contra el cual se le pueda dar un tratamiento concreto, pero más adelante puede aparecer ese medicamento o ese tratamiento.

Punto final. Una paciente trasplantada presenta fiebre y requiere su atención. “Tómele hemocultivos y arranquemos antibiótico”, ordena y se marcha de prisa. Es lunes santo. Claudia Lucía no para.

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