
John Andrés Ayala Angarita (Ingeniero de sistemas UNAB 2016), encontró en su curiosidad innata la motivación para estudiar ingeniería con el propósito de comprender el mundo. Sin embargo, fue su creatividad la que lo impulsó a ir más allá, explorando la industria de los videojuegos y dando vida a su emprendimiento Fryos Studios. Su apuesta por innovar y llevar el talento colombiano al escenario internacional ya ha sido reconocida con distinciones como Most Innovative Games Development Company 2023 – Colombia y el Premio Exportador a Futuros Exportadores 2023.
¿Qué te motivó a estudiar Ingeniería de Sistemas y cómo descubriste tu interés en el mundo de los videojuegos?
Desde niño fui ese curioso que desarmaba un celular solo para ver qué tenía dentro. Me fascinaban los autos, las consolas, las máquinas… cualquier cosa que transformara energía en experiencia. No estudié ingeniería por moda ni por conveniencia, sino porque necesitaba comprender cómo podía crear mundos desde cero.
Al principio, mis expectativas eran bajas: en Colombia casi no existían referentes en tecnología aplicada al entretenimiento. Pero algo mágico ocurrió: me di cuenta de que la tecnología no es solo un conjunto de herramientas, es un lienzo para pintar el futuro.
Un gran punto de inflexión llegó cuando el decano en aquel momento, Wilson Briceño, me habló de la posibilidad de fundar un semillero en videojuegos. Ahí entendí que no estaba solo: había más soñadores que creían que podíamos transformar nuestra pasión en industria. Ese momento me marcó, fue como descubrir que podía dejar de ser un simple usuario de videojuegos para convertirme en un creador de experiencias que tocan la vida de otros.
Se puede decir que crear es uno de tus pasatiempos y uno que rindió frutos desde tu época de estudiante. Cuéntanos cómo fue tu experiencia con Microsoft
Recuerdo perfectamente cuando, motivado por pura curiosidad, desarrollé tres aplicaciones para Windows 8. No lo hice esperando un reconocimiento, sino porque me apasionaba experimentar. Sin embargo, esas aplicaciones llamaron la atención de Microsoft, y un día la universidad recibió una llamada preguntando por “ese estudiante”.
Ese instante cambió todo. Fui seleccionado como Microsoft Student Partner, un programa con solo 17 estudiantes en todo el país. Accedí a recursos, a software, a mentorías, pero lo más valioso fue el mensaje que quedó grabado en mí: desde Bucaramanga también podíamos ser protagonistas del mundo tecnológico.
Fue ahí cuando entendí que las grandes oportunidades no llegan por accidente; llegan cuando la preparación se encuentra con la pasión.
¿Cómo fue el inicio de tu vida profesional?
Mis primeros pasos no se dieron en una empresa tradicional ni siguiendo un camino marcado. Nacieron de la pasión y del deseo de hacer lo imposible. Gracias al semillero conocí a otros jóvenes soñadores, y junto a Diego Duarte fundamos lo que luego sería Fryos Studios.
Tomé una decisión poco común: hacer mis prácticas en mi propio emprendimiento. Para muchos podía parecer una locura; para mí, era la oportunidad de apostar por lo que realmente creía. Así descubrí algo que me acompaña hasta hoy: la mejor forma de predecir el futuro es crearlo.
Un pequeño juego llamado Snake Dragon fue el punto de partida. Lo publicamos sin grandes expectativas, simplemente con el deseo de ver algo creado por nosotros en las manos de otras personas. Para nuestra sorpresa, empezó a llamar la atención en medios internacionales, incluso en programas de televisión en Argentina.

¿Cuál fue el momento clave para emprender y abrir tu propio estudio?
Un pequeño juego llamado Snake Dragon fue el punto de partida. Lo publicamos sin grandes expectativas, simplemente con el deseo de ver algo creado por nosotros en las manos de otras personas. Para nuestra sorpresa, empezó a llamar la atención en medios internacionales, incluso en programas de televisión en Argentina.
Ese eco me sacudió. Entendí que lo que hacíamos podía trascender fronteras. Fue como si una chispa encendiera una hoguera: si algo tan pequeño podía resonar, ¿qué podríamos lograr si nos atrevíamos a soñar en grande? Así nació la semilla de lo que hoy es Fryos Studios, con la convicción de que cada juego puede ser un vehículo de impacto global.
¿Qué diferencia a Fryos Studios en el mercado internacional?
Lo que nos diferencia es la audacia de ser distintos. Mientras otros siguen caminos seguros, nosotros buscamos territorios inexplorados. No hacemos juegos para encajar, los hacemos para desafiar. Fusionamos conceptos, nos arriesgamos a experimentar y esa autenticidad ha creado una comunidad que valora lo inesperado.
En un mundo saturado de productos similares, nuestra bandera es clara: lo diferente siempre encuentra su lugar.
¿Qué proyecto te genera mayor orgullo?
Homunculus Sandbox es nuestro estandarte. Nació en la sala de mi apartamento con recursos limitados, pero con una fe ilimitada. Lo que comenzó como un simple simulador se convirtió en un fenómeno con más de medio millón de jugadores en 21 países.
El verdadero orgullo no solo son los más de medio millón de jugadores en nuestros juegos, sino las historias detrás de ellas. Personas en Rusia, México o Estados Unidos conectaron con algo que nació en Bucaramanga. Eso me enseñó que las ideas no tienen pasaporte. El talento, cuando se combina con perseverancia, puede viajar más lejos de lo que imaginamos.
¿Algún reconocimiento que marcó un antes y un después?
Sí. Recibir premios como Most Innovative Games Development Company 2023 – Colombia o el Premio Exportador a Futuros Exportadores 2023 fueron validaciones externas de lo que internamente ya sabíamos: que estábamos construyendo algo con impacto real.
Pero más allá de los trofeos, lo que realmente importa es el mensaje que envían: en Colombia también podemos innovar, crear y exportar al mundo.
¿Cómo sueñas el futuro de la empresa y su impacto en la industria del gaming?
Sueño con que en 2035, cuando alguien piense en videojuegos, no solo mencione a Japón o Estados Unidos, sino también a Colombia, y en especial a Bucaramanga.
Quiero que Fryos Studios sea más que una empresa de videojuegos: que sea un movimiento que inspire a jóvenes creativos, programadores, artistas y soñadores a creer que desde aquí también se puede cambiar la industria.
Nuestro impacto no se medirá solo en títulos lanzados, sino en vidas transformadas, en empleos creados, en comunidades que ven en los videojuegos una herramienta de cultura, de educación y de futuro.