Este novedoso desarrollo tecnológico habilita en el horizonte nuevas forma de enseñanza en la medida en que el acceso a la información se hace, cada vez, más fácil. Los interrogantes que ha planteado en la academia van desde su correcta utilización hasta un futuro distópico en donde las máquinas controlen al ser humano.

Por Luis Fernando Rueda Vivas

Director Oficina de Comunicación Organizacional UNAB – Periodista con Maestría en Comunicación Digital y Especialización en Periodismo Electrónico.

publicaciones@unab.edu.co

“¡Sagrado rostro! Acabo de utilizar ChatGPT para buscar información… de locos, es un nuevo mundo, va a transformar todo, inevitable…”, fue el mensaje que compartió en un grupo de WhatsApp Ana, una profesional cercana a los 60 años -una migrante digital- cuando interactuó, por primera vez, con esta novedosa herramienta tecnológica.

En diciembre pasado la empresa OpenAI abrió el acceso a ChatGPT, un chatbot impulsado por inteligencia artificial (IA), capaz de interactuar con los usuarios de una manera inquietantemente rápida y convincente. Su capacidad para proporcionar respuestas extensas, reflexivas y exhaustivas nos han dejado a todos una sensación de asombro similar a la de Ana, como si del otro lado se estuviera conversando con un ser humano, y ha propiciado un debate global alrededor del alcance de esta tecnología, con sus luces y sombras. 

¿Estamos ante un punto de quiebre en la historia de los adelantos de la humanidad tal como fue con la aparición de la imprenta, la radio, la televisión o internet? ¿El impacto de la IA será equiparable al de la Revolución Industrial? ¿Perderemos nuestros trabajos porque ahora una máquina podrá hacerlo más eficiente que nosotros? ¿Qué giro dará la educación? Por lo pronto la única certeza es que la IA ya está en nuestros bolsillos, está en los de los estudiantes, y ahora debemos entender cómo adaptarnos. 

La inteligencia es esa capacidad que tenemos los humanos de entender, comprender y resolver problemas. / Foto tomada de pexels-cottonbro-studio-5473955.

No es un invento de ahora

¿Qué tan preparados estamos para asumir todo esto que tenemos hoy en día y cómo lo vamos a utilizar de la mejor manera sin que afecte nuestro desempeño? / Foto tomada de pexels-pixabay-270360.

“La IA es precisamente ese desarrollo de sistemas que son dotados de procesos intelectuales que tienen los seres humanos. ¿Cuáles? la capacidad de razonar, de descubrir significados, de generalizar o aprender de experiencias del pasado para utilizarlas hacia el futuro”, explica Liliana Calderón Benavides, coordinadora de la línea de investigación en informática del doctorado en ingeniería de la UNAB.

Desde los años 50 del siglo pasado, agrega la doctora Calderón, “estamos tratando de desarrollar sistemas de información automáticos que traten de emular esas capacidades humanas”. Los primeros buscadores en internet, como Altavista y Yahoo, fueron el resultado de esos trabajos de exploración en sistematización. Google, con su traductor, es otro ejemplo de IA, lo mismo que Alexa y Siri, aplicaciones intuitivas de reconocimiento de voz.

Cada una de estas y otras aplicaciones menos conocidas, hasta llegar al revolucionario ChatGPT, que puso el tablero de cabeza, corresponden a algoritmos de IA ‘débil/estrecha’ (ANI), que son muy buenas haciendo una tarea específica “pero que no lo son cuando se les pone a hacer otras tareas”, explica Diego Ernesto Leal Fonseca, director asociado del Centro Imaginar Futuros de la Universidad EAFIT, en un webinar que convocó a más de 300 personas curiosas por entender un poco más sobre “ese chat que responde lo que sea”.

Según el profesor Leal, los otros dos niveles, la IA general (AGI) y la Super IA (ASI), serían algoritmos capaces de hacer lo mismo que hace un ser humano desde el punto de vista cognitivo, y en el extremo, superar esas actividades propias del hombre. “Eso ya nos lleva al terreno de la ciencia ficción, que no quiere decir que no pueda ocurrir, y en el que están volcados nuestros esfuerzos, pero también, nuestros temores”.

La industria audiovisual será una de las que más sufrirá cambios a partir de los numerosos desarrollos surgidos a partir de plataformas basadas en IA. Avatares que simulan presentadores, fotografías creadas a partir de instrucciones escritas hasta la recreación de escenografías ya forman parte de este nuevo universo. / Foto: Valery Ruiz Santoyo

Hasta aquí, para tranquilidad de media humanidad que tiembla ante la posibilidad de que los robots dominen al hombre, esa tecnología no existe. La mala noticia, o la buena, dependiendo de la perspectiva con la que se mire, es que los progresos se están dando “en dimensiones de tiempo de solo semanas”, advierte Leal. 

La inquietud ha sido de tal magnitud que líderes globales de empresas de tecnología han pedido, en un documento que han hecho público, que se pausen los desarrollos de la IA con el fin de evitar que esta funcione sin control. Sin embargo, en la otra orilla se encuentran expertos como Bill Gates, fundador de Microsoft, quien ha considerado como un hecho imposible de detener y sugiere invertir los esfuerzos en conocer muy bien los enormes beneficios que tiene, principalmente, en cerrar la brecha en educación y acceso a la atención en salud.

¿Puede un profesor ser remplazado por una máquina?

Despejado el interrogante sobre la posibilidad de un futuro distópico a cuenta de la IA, el balón queda ahora en el terreno de las conjeturas sobre su uso. El ChatGPT es una aplicación de la IA generativa, alimentado con más de 200.000 libros, la mayoría en inglés, sumados a la información que está alojada en Wikipedia, un rastreador de datos y 175.000 millones de parámetros, capaces de generar nuevos contenidos con esa información.

Es, según los expertos, un Modelo Grande de Lenguaje (LLM), absolutamente sencillo de utilizar, temporalmente gratuito, entrenado con lenguaje cercano a un ser humano pero –aquí empiezan las sombras– sin sentido común y empatía, basado en cálculos de probabilidades y –ojo– puede inventar cosas que no son reales. El algoritmo, por sí solo, no ‘sabe’. 

“Hace un año se vislumbraban estos avances que se están dando en IA pero no de una manera tan acelerada”, advierte la profesora Liliana Calderón, y comparte esa preocupación a partir de dos aspectos que son exclusivamente humanos: el pensamiento crítico y la ética.

“Yo creo que volver sobre la base, esa será siempre mi conclusión cuando hablo de este tipo de cosas, volvamos al ser, a los valores y a nuestra ética para poder utilizar la tecnología”, considera la profesora de la UNAB, Liliana Calderón Benavides. / Foto: Valery Ruiz Santoyo

“Yo le puedo pedir claramente a la herramienta que me elabore un texto de tantas páginas, para tal público, que tenga ciertas características».

¿Eso que me está escribiendo realmente tiene sentido? ¿Es veraz? ¿Quién está detrás de verificar que lo que me está consignando ahí es lo que se esperaba que dijera?”, se pregunta, y la respuesta está en la capacidad que tenemos los seres humanos para poder decir sí o no, en validar que eso que está escribiendo es de verdad. Este tipo de herramientas son entrenadas de manera general, por lo que pueden eventualmente omitir un contexto.

Uno de los desafíos actuales es definir cómo estas herramientas se van a incorporar al proceso de formación en las instituciones de educación.

¿Entonces vamos a volver a los ensayos escritos a mano?, se pregunta Fadia Khouri Saavedra, directora del Centro para la Excelencia Docente en la Universidad del Norte, en Barranquilla, y responde que justamente con estos adelantos, que producen reacciones extremas a favor o en contra, exigen una perspectiva crítica y preguntarse cómo lo vamos a incorporar.

Los líderes del sector creen que los sistemas nuevos de IA podrían ser tan importantes como el lanzamiento del navegador web a principios de la década de 1990 y podrían implicar avances en ámbitos que van desde la investigación de fármacos hasta la educación. / Foto: Archivo UNAB

Para Germán Gallego Trujillo, director UAO Virtual de la Universidad Autónoma de Occidente, en Cali, este es un asunto estructural: “estamos cambiando el modo y la forma en el que el ser humano produce, accede y usa la información y el conocimiento que históricamente ha creado”.

La profesora Calderón camina sobre la misma línea: “estas herramientas nos habilitan una nueva forma de enseñanza, porque el acceso a la información se hace cada vez más fácil. Hay que dejar atrás esas clases donde el profesor habla y habla. La pregunta es cómo empiezo a utilizar estas tecnologías para que los estudiantes interactúen con ellas de manera crítica”.

De lo contrario, como lo advierte el profesor Gallego, “si la educación va a seguir basada en transferencia de la información, apague y vámonos”, el aprendizaje hay que pensarlo como aquél proceso “en el que el estudiante aprende a través de lo que hace, a partir de esos saberes, de lo que sabe hacer y los valores”. 

La clave de las instituciones de educación, hacia adelante, está en diseñar experiencias de aprendizaje que involucren el lugar en donde se vive y habita, en la construcción de relaciones sociales concretas, la IA será un elemento más que se tendrá que incorporar en el rol formativo, donde el profesor tendrá que pasar de ser el ‘dueño’ del conocimiento a propiciar verdaderos ‘ambientes’ de aprendizaje. Eso no lo pueden hacer las máquinas. Por ahora. 

Ambientes de aprendizaje con incorporación de herramientas de IA estarán a la orden de los procesos formativos en las instituciones de educación. / Foto: Archivo UNAB

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