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31 años cultivando historias en la UNAB

Jul 1, 2025 | Gestión Humana, Somos UNAB

En febrero de 1994, Aida Ortega Tarazona empezó su camino laboral en nuestra Universidad, sin imaginar que permanecería aquí durante más de tres décadas, tejiendo relaciones, aprendizajes y memorias que hoy son parte del alma de la UNAB.

Aida en su labor en UNAB Ambiental./ Foto Kelly Cotes

Su primer cargo fue en servicios generales, y fue reubicada junto a otras tres compañeras en distintas áreas de la Universidad. A Aida le correspondió UNAB Ambiental, lugar que se convertiría en su segundo hogar. Desde entonces, ha estado allí como Auxiliar Académica, trabajando de la mano con ingenieros, estudiantes y profesores.

Aida no tiene estudios formales más allá del quinto de primaria, pero eso no le impidió aprenderlo todo: el nombre de cada implemento del laboratorio, el lugar exacto donde va cada frasco o tubo de ensayo, y cómo hacer que todo esté impecable para quienes llegan a trabajar o aprender.

Su labor ha sido silenciosa pero esencial, mantener el laboratorio en orden, limpio, funcional y listo para la enseñanza, la investigación y la práctica académica. Su misión, cuidar de quienes comparten el espacio con ella. Y su legado, la calidez, el respeto y la dedicación. “Las personas son lo que más me llevo de la UNAB. Siempre me trataron como a una igual, nunca hubo distancias ni jerarquías; siempre fui parte de una gran familia”, dijo Aida con la voz entrecortada, sabiendo que se acerca el momento de cerrar este capítulo.

Aida compartiendo con compañeras de trabajo. / Foto tomada de internet

Y es que durante estos 31 años ha recorrido gran parte de la Universidad. Cuando estaba en servicios generales, cambiaba de dependencia cada seis meses o cada año, lo que le permitió conocer a muchas personas, algunas de las cuales ya no están. Pero todas, dice ella, la recuerdan y la saludan con cariño cuando se cruzan por los pasillos.

Ahora, a pocos días de su retiro el próximo 4 de julio, Aida siente una mezcla de emoción, nervios y nostalgia. “Parece mentira que ya llegó el momento, a veces una piensa que no va a alcanzar la pensión, pero el tiempo pasa volando. Lo importante es no perder la esperanza y tener fe en que las cosas llegan”, comentó.

Gracias al beneficio educativo del 50 % que ofrece la Universidad, su hija pudo estudiar Administración de Empresas Dual, y hoy tiene junto a su esposo una fábrica de calzado femenino. Aida planea tomarse un merecido descanso y luego, si la necesitan, apoyar en lo que pueda desde allí.

Quienes han trabajado con ella no ahorran palabras para describirla: comprometida, organizada, amorosa, atenta, consejera, guía, amiga. “Aida es como una segunda mamá laboral”, dijo su compañera Yohana Castro Hernández entre risas y cariño quien ha compartido con ella por nueve años la rutina diaria del laboratorio. “Siempre está pendiente de todo, nos consiente, y si algo no está bien, nos lo dice con respeto y experiencia. Su presencia nos dio armonía y confianza”.

Aida Ortega Tarazona.

Hoy, Aida se despide con orgullo. El mismo que siente por haber sacado adelante a su familia y por haber entregado lo mejor de sí en cada jornada. La Universidad no solo fue su lugar de trabajo: fue su escuela, su red de apoyo, y su casa.

Gracias, Aida, por cada día, por cada detalle, por enseñarnos que el amor por lo que se hace y el respeto por las personas son, al final, lo más importante.