Baldosas decoradas que nos remiten a los zaguanes de las casas de los abuelos y a las iglesias donde hicimos la primera comunión, acuarelas dibujadas con tierra de Barichara y café de nuestras montañas, frailejones que vencen el fuego y vuelven a brotar, aromas dulces de páramo que percibirán aquellos que estén dispuestos a inclinarse para rendirle reverencia a esas cumbres donde nace el agua que desperdiciamos…

Estos son algunos de los principales componentes de la exposición “Geometrías de la Memoria”, del bumangués Julián Villamizar Rincón, inaugurada en la noche del pasado 12 de diciembre y que permanecerá abierta al público de manera gratuita en La Casona, del Campus Rafael Ardila Duarte de la Universidad UNAB, ubicada en la esquina de la calle 42 #34–14.
Son dos exposiciones en una, porque en la primera sala de esta edificación de estilo republicano el visitante encontrará ocho ampliaciones de tres metros de alto por 70 centímetros de ancho, las cuales condensan el testimonio gráfico que Julián halló en El Picacho cuando fue testigo de la devastación de decenas de hectáreas que las llamas ocasionaron en aquel verano infernal de hace dos años.
“‘Memorias de la Niebla’ nos sitúa en la inmensidad herida del páramo de Santurbán. Tras los incendios de 2024, el proyecto no solo documenta la cicatriz, sino que acompaña el pulso lento de su regeneración. La niebla, el agua y la vida que insiste brotar, hablan de una memoria ecológica frágil y, a la vez, profundamente resiliente”, manifiesta Villamizar Rincón, al tiempo que advierte que la reparación adopta la forma de un acompañamiento respetuoso.
“La fotografía en blanco y negro captura el daño y la dignidad del paisaje. Una experiencia inmersiva nos invita a caminar con el páramo, a habitar su tiempo pausado, mientras un ritual olfativo nos conecta con una memoria ancestral que nos habla directamente a través de los sentidos, sin mediaciones”.
En la segunda sala el visitante se topará con 15 piezas que hacen parte de ‘Cartografía del hogar que habité’, donde cada puntada y cada pincelada son un intento por rescatar del olvido la biografía íntima que persiste en los rincones de lo doméstico. Allí la técnica de costura ancestral denominada patchwork y la intervención pictórica son gestos de sutura, según la perspectiva de Villamizar Rincón.
“Hay memorias que no se relatan, se sienten. Residen en el susurro de una baldosa desgastada, en la tenaz resistencia de un frailejón que renace entre la ceniza. ‘Geometrías de la Memoria’ nace de escuchar esos ecos dispersos y, al reunirlos, tejer un mapa común donde lo íntimo y lo colectivo se encuentran y se reconocen”, expresa.
El artista explica que esta exposición “articula dos cuerpos de obra que, surgidos de experiencias aparentemente distantes, convergen en una misma urgencia: la necesidad de prestar atención a lo que el territorio –el de los sueños domésticos o el de la naturaleza salvaje– aún guarda para nosotros. En ‘Cartografía del hogar que habité’, el suelo sobre el que caminamos se transforma en un testigo poético. Las baldosas hidráulicas, con sus patrones únicos se convierten en crónicas silenciosas de una vida en transformación, guardando las huellas de quienes habitaron esos espacios y del latido de una ciudad en perpetuo cambio”.
A su vez, ‘Memorias de la Niebla’ es “una invitación a detenernos ante un paisaje que resiste en silencio. Una ceremonia donde el arte se vuelve niebla: condensa, envuelve, revela lo que normalmente pasa desapercibido. En ese gesto, transforma la herida en un espacio de posibilidad, recordándonos que el renacimiento –aunque casi imperceptible– es un pulso constante en el corazón del páramo”, señala Julián, acotando que si un proyecto teje la memoria desde la quietud de la casa, el otro la respira desde la inmensidad de la montaña.
“Mientras uno rescata la historia singular de un espacio amenazado por la homogenización, el otro testimonia la lenta sanación de un ecosistema vital para una región. Los dos nos recuerdan que el territorio –ya sea un piso de baldosas verdes y amarillas o una cumbre envuelta en neblina– es un cuerpo vivo, marcado por fuerzas históricas y sobre todo afectivas”, dice, al tiempo que su mente se transporta a la casa de su abuela Alicia Rincón Hernández, ubicada en la carrera 20 #28–115 del barrio Alarcón, en su momento uno de los más tradicionales de la capital santandereana.



Esta exposición, programada por la Dirección Cultural UNAB, es para su autor una invitación a hacer una pausa y más en esta época de Navidad. “A observar con detenimiento lo que persiste. A escuchar los murmullos del lugar. A recordar, en definitiva, que toda memoria para seguir viva necesita un testigo que la habite. Y que la reparación, siempre, comienza con un gesto pequeño, pero su eco puede alcanzar lo infinito”.
Julián Villamizar Rincón afirma que no es un ambientalista testarudo ni un nostálgico que se niegue a eso que con exceso de pragmatismo otros llaman desarrollo. Tiene 42 años, vivió ocho años en San Cristóbal (Venezuela) y retornó a Bucaramanga para estudiar diseño industrial en la UIS y luego pintura al óleo en Eafys, aparte de tomar clases con Mario Hernández Prada y su hija Clemencia, así como con Jorge Mantilla Caballero, lo mismo que lecciones de fotografía con Freddy Barbosa.
Es secretario de la Asociación Colombiana de Artistas Visuales y reconoce que quiso exponer en La Casona UNAB porque le encantan su arquitectura y sus pisos, lo cual enlaza con sus “Geometrías de la Memoria”, como tratando de contagiar al visitante de su gusto por el patrimonio, por la idiosincrasia y por la naturaleza.






