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La cotidianidad se escribe en los buses

Mar 26, 2007 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Henry Javier Acevedo Bautista
hacevedo2@unab.edu.co

Los primeros rayos de sol iluminan las calles de Bucaramanga, la Ciudad Bonita. Mientras que Óscar Ramírez está en pie hace casi 90 minutos. Como Ramírez, cada mañana, miles de bumangueses se preparan para ir a sus sitios de trabajo, pero la única variante es que él es quien los transporta por la módica suma de 1.050 pesos.

Ramírez pertenece a los 1.858 conductores de buses, busetas y ejecutivos de transporte público del área metropolitana de Bucaramanga. “Es un trabajo de mucha responsabilidad porque yo llevo en mi espalda la vida de muchas personas que todos los días se suben al bus que manejo”.

Su jornada laboral dura 18 horas (de 5 a.m. a 11 p.m.), las cuales transcurren entre literales aceleradas y frenadas para recoger y dejar en el sitio de destino a los bumangueses que optan por este servicio de transporte público. Siempre, con la mente despierta, la mirada y el oído atento a la señalización vial, a quién estire su brazo o timbre para indicar una parada. “Este puesto es muy duro porque siempre son dieciocho horas que uno pasa sentado detrás de un volante y eso cansa”, dice.

Los salarios de los conductores de buses provienen de un promedio del valor del pasaje que paga cada usuario; éste oscila entre $100 y $150 dependiendo del acuerdo al que han llegado conductor y propietario del vehículo.

Lo que cuentan las historias
Cada día más de medio millón de personas hacen uso de los buses y busetas en la ciudad, para llegar a su trabajo, lugar de estudio, bancos o simplemente para ir a hacer una visita. Según el informe publicado en la página de Internet de la Alcaldía de Bucaramanga, los buses tienen un velocidad de operación entre 4 y 5 kilómetros por hora, y aplicando una simple regla de tres se concluye que cada una de las personas que suben a este medio de transporte pasan un mínimo de cinco minutos montadas en ellos y viven historias que pertenecen a la cotidianidad de los bumangueses, dentro de estos vehículos.

“Buenas tardes permítanme que les robe unos minutos de su apreciado tiempo, para venirles a ofrecer este nuevo caramelo masticable que usted lo encuentra en una tienda por el valor de 300 pesos, pero en esta ocasión podrá disfrutar de  este rico y delicioso caramelo por la modesta suma de: uno en $200 y 3 en $500”. Este es el discurso de Daniela una vendedora ambulante que por ‘ligarle’ (darle) al conductor un dulce y 200 pesitos, pasa por encima de la registradora y utiliza los buses como su vitrina de negocios. 

“A veces es molesto que los vendedores se suban porque hay conductores que dejan subir a varios y uno no termina de decirle que no a uno cuando otro ya está ofreciendo algo más”, afirma Sergio Calderón, estudiante de la Universidad Santo Tomás y usuario del transporte público.

Además de los vendedores de caramelos, que siempre recomiendan a los compradores que no arrojen los papeles dentro del automotor para que el conductor en una próxima oportunidad los deje seguir trabajando, están los músicos callejeros quienes armados con guitarra, grabadoras con casetes de rap o simplemente con su desafinada voz acompañan el viaje.
 
“Mucha gente se sube a los buses diciendo que es desplazada por la violencia o que tienen familia en el hospital y que no pueden comprar los medicamentos. Yo a algunos les creo pero es que hay veces que veo a los mismos que me encontré en un bus hace un mes pidiendo porque su esposa acabó de tener bebé y no la ha podido sacar del hospital porque no tiene como pagar la cuenta”, asegura Jairo Mora, enfermero de la Clínica Carlos Ardila Lulle.

“Sintonícela, sintonícela”
“Poner la emisora para escuchar alguito de música mientras uno trabaja es bueno porque como uno escasamente cruza palabra con alguien, se distrae al menos mientras hace el recorrido”, afirma Ramírez.

El escuchar música dentro de los buses de transporte urbano es habitual, y más cuando se trata de los tradicionales vallenatos colombianos, los corridos prohibidos y las rancheras que programan en algunas emisoras de la ciudad, autoproclamadas como populares.  “Es fácil aprenderse el vallenato de moda porque ese es el que suena todos los días en el bus”, dice Laura Acevedo, estudiante de la Universidad Santo Tomás.

Aunque, la frecuencia de las emisoras sintonizadas en los buses varía de acuerdo con los gustos musicales del conductor, con la necesidad de estar informado de las últimas noticias de la ciudad y el País. “Yo no lo podía creer, me monté en un bus al mediodía después de clases y se estaba escuchando música clásica”, afirma Yenifer Camacho, estudiante de la Universidad Autónoma de Bucaramanga.

Cambio de vía
Hace más de 32 años los buses urbanos de Bucaramanga se fabricaban con una carrocería de madera,  sillas con capacidad para tres personas y vidrios delgados poco seguros (ver foto), además el pasaje tenía un costo de $1, y servía no sólo para el transporte de pasajeros sino de carga.

Actualmente, los buses tienen una estructura de metal, con vidrios de seguridad y puestos de acomodación doble; algunos, con capacidad para más de 40 pasajeros: 30 sentados y 10 de pie, aunque según el informe publicado por la Alcaldía de Bucaramanga, el 36% de los buses de la ciudad, es decir, 669 de estos automotores tienen más de 16 años de uso y esto no garantiza seguridad y comodidad a los usuarios, ni la protección al medio ambiente de la ciudad.

Sumado a esto, la congestión que se presenta en las horas pico, las constantes infracciones de los conductores y los pasajeros de transporte al parar en zonas prohibidas, entre otras, motivaron al Gobierno Nacional y Municipal a prometer el 31 de agosto de 2003 en el marco de un consejo comunitario, la implantación del Sistema Integrado de Transporte Masivo, Metrolínea, para la ciudad de Bucaramanga y su área metropolitana.

Este hecho empezó a ser visible el 6 de abril de 2006 cuando iniciaron las construcciones de los tres primeros tramos del sistema. El problema fue que se creó un caos vehicular por el desconocimiento de las nuevas rutas, y una confusión en los habitantes, que sentían este proyecto como algo poco favorable e innecesario para la ciudad.  

Felix Francisco Rueda Forero, gerente de Metrolínea, asegura que: “El proyecto va a cambiar la ciudad estéticamente y culturalmente”, pues los sectores en donde estarán ubicadas las estaciones del Servicio de Transporte Masivo se adecuan con la ampliación de los andenes, reemplazo de las lozas de los pasos peatonales y señalización para invidentes. Estos cambios estructurales son fáciles de identificar por los habitantes de Bucaramanga y su área metropolitana. 

Metrolínea S.A. realizó una campaña de expectativa, por los medios de comunicación, como estrategia para que los ciudadanos aceptaran e incluyeran en sus rutinas de movilización las nuevas rutas, trancones y el proceso de construcción, aunque esto no disminuyó el caos vehicular.

Antes de iniciar la operación de Metrolínea, la Organización de ese sistema masivo de transporte  tendrá que adoptar una estrategia lúdica para el uso y manejo de los buses articulados, padrones, alimentadores, rutas complementarias y estaciones que se utilizarán y la mecánica de funcionamiento de este sistema.  Según afirmó Rueda Forero, esta estrategia de socialización iniciará el próximo mes de abril.

Por otra parte, Metrolínea promete mejorar las condiciones laborales de los conductores de buses urbanos disminuyendo a 8 horas el turno de trabajo de cada uno de los choferes de los 1.000 vehículos que pondrá en funcionamiento el nuevo Sistema Integrado de Transporte Masivo. Además Metrolínea, en convenio con el SENA, capacitará en técnicas de conducción y mantenimiento mecánico preventivo,
a los conductores que harán parte de las dos empresas (Metro 5 y Sol XXI) que ganaron la licitación para conducir los automotores del SITM.

“Poner la emisora para escuchar alguito de música mientras uno trabaja es bueno porque como uno escasamente cruza palabra con alguien, se distrae al menos mientras hace el recorrido”.

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