Las cifras son inquietantes: 8 de cada 10 estudiantes con discapacidad no están caracterizados en el sistema educativo colombiano, según el más reciente estudio presentado por la Contraloría General de la República, durante el ‘Foro Sectorial Aciertos y Desafíos de la Educación Inclusiva en Colombia’ en junio de 2024, según reseñó Infobae.
Exclusión y discriminación son los dos grandes enemigos del actual modelo educativo a nivel mundial. Aunque en el pasado se creía que los padres debían buscar escuelas especiales para sus hijos con discapacidad o diversidad funcional, garantizar el acceso equitativo a una educación inclusiva y de calidad sigue siendo un desafío.
En Santander, “hay más de 3.100 estudiantes que presentan alguna condición de discapacidad o estudiantes con diversidad funcional”, un dato que sigue de cerca Ana María Bautista Villamizar, coordinadora académica de la Especialización en Educación Inclusiva de la Universidad UNAB, quien advierte que el gran actor en este contexto es el docente, quien debe dejar de lado la enseñanza de talla única.
“Antes se miraba la inclusión solamente desde una condición de discapacidad, pero la inclusión tiene que ver con muchas áreas que se pueden trabajar, y como docentes podemos implementar estrategias en el aula de clase, que permitan que todos los estudiantes aprendan a su ritmo, a su manera, haciendo ajustes razonables”, destaca Bautista Villamizar.
A partir de esta necesidad, la UNAB, a través de su Especialización en Educación Inclusiva, ahora ofertada en modalidad híbrida (presencial y virtual), emerge como una de las contadas instituciones de educación superior del país en adiestrar profesionales en un campo con mucho por profundizar y accionar.
Inclusión para romper el molde
Aunque en las últimas tres décadas, el compromiso con la educación inclusiva ha aumentado, según la UNESCO los esfuerzos son insuficientes, pues cerca del 40% de los países aún no proporciona formación a los docentes en materia de inclusión.
En sintonía con esta necesidad de formación actualizada, la coordinadora de la especialización celebra que la UNAB no solo brinde una modalidad híbrida, sino que también haya actualizado recientemente el plan de estudio, el cual pasó de 22 a 20 créditos, para incorporar “todos los avances de la neurociencia educativa”, pues solo así se podrá dotar a los profesionales de la capacidad de adaptarse a los diferentes ritmos de aprendizaje.
“Existía una necesidad de una mayor flexibilidad, accesibilidad y personalización (…), está demostrado que el aprendizaje es más efectivo cuando se adapta a los diferentes ritmos de aprendizajes individuales de cada estudiante y permite múltiples vías de adquisición al conocimiento”, explicó Bautista Villamizar.
Desde el uso permanente de herramientas digitales hasta los avances en neurociencia educativa, estrategias diversificadas, la estimulación de la creatividad, el pensamiento crítico, la atención, memoria, gestión emocional y resiliencia, son áreas que este posgrado logra interconectar para la experticia docente.
Todo esto se combina con el fortalecimiento de los conocimientos técnicos sobre la educación inclusiva, para “romper esos paradigmas mentales de la forma tradicional de enseñar” y fomentar un aprendizaje dinámico, creativo e innovador, que nuestros niños y jóvenes requieren.
Los cimientos conceptuales de la especialización se sustentan en leyes, decretos y normativas del Ministerio de Educación Nacional, que se alinean con parámetros globales. Sin embargo, cada institución educativa debe adaptar esos protocolos a su realidad, ya que la enseñanza inclusiva exige abandonar la estandarización pedagógica, haciendo del especialista en educación inclusiva un actor determinante.
Preparados para impactar
La UNAB, con más de 20 años de experiencia en la formación de especialistas, ha consolidado el programa como un referente en la región.
La combinación de teoría y práctica, junto con un cuerpo docente de alto nivel y convenios internacionales, permite que los graduados, ya sean docentes, psicólogos u otros profesionales que trabajen con niños, niñas o personas con alguna condición, se conviertan en agentes de cambio que potencian habilidades sociales, empatía y respeto, elementos fundamentales para una sociedad más justa y cohesionada.
Su capacidad para diseñar e implementar estrategias inclusivas no solo mejora la calidad educativa, sino que también contribuye al desarrollo emocional y académico de los estudiantes al fomentar ambientes donde todas las diferencias se valoran, porque la premisa siempre es: “todos los estudiantes aprenden de formas diferentes”.
Los padres tampoco deben estar solos, “hay que entender que no solo es el acompañamiento de un profesor, sino toda una comunidad. No solo es la institución en el proceso, no es solo el niño y el docente, o el niño y el padre de familia, sino es toda una comunidad de aprendizaje que apoyamos en el proceso de cada uno de nuestros chicos”, remata Bautista Villamizar.
Si crees en la educación inclusiva y quieres formar parte de la transformación que nuestro país necesita, la Especialización en Educación Inclusiva de la UNAB te invita a ser un líder en la construcción de aulas sin barreras.
Descubre más y únete al cambio AQUÍ.
