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Epidemia de Bacilos

Jul 1, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Pastor Virviescas Gómez
pavirgom@unab.edu.co

Los conocían en la casa y si acaso en el vecindario. Uno puertorriqueño, el otro brasileño y el tercero colombiano. Decían que hacían música, que mezclaban ritmos latinos y que se llamaban Bacilos, Bacilos Búlgaros para más señas, como el remedio que no podía faltar en la mesa de noche de la abuela. Les tocó demostrarlo, vencer a una “disquera cabrona” que los tuvo parados durante casi 4 años hasta que de ese anonimato no queda sino el recuerdo porque hoy son una de las agrupaciones más aclamadas en todo el continente e incluso en España.

Su primera salida internacional, dice el monteriano Jorge Villamizar, ocurrió en el año 2001 en un sitio que ellos no olvidan: el Bar Míster Babilla de Bucaramanga. Esa anécdota y el hecho de haber tenido un abuelo natural de Pamplona (Norte de Santander), un general en cuya casa se leía poesía y se preparaba un mute de rechupete, llevan a que la voz cantante se emocione y pida a los 40.000 fanáticos que asisten a su concierto en el estadio Alfonso López, que levanten la mano los que tengan su apellido paterno, a sabiendas de que en esta región abundan como los Gómez o los García.

Contagiaron a sus oyentes con el sonsonete de que querían “pegar en la radio” para así ganar su primer millón. Su aspiración se cumplió y no solamente reciben buen dinero por cada presentación, sino que se han dado el lujo de conquistar la cúspide en los Premios Grammy (2003) en la meca de la música y el espectáculo, los Estados Unidos. Ese día, al mejor estilo del ciclista que corona victorioso una etapa, los tres artistas lo primero que hicieron después de catapultarse a la fama fue correr a llamar a sus mamás. No se lo creían. Atrás habían quedado esas jornadas en Miami tratando de concretar un sueño y hacer algo más que decoroso.

El guitarrista Villamizar y sus dos compañeros de probeta, J.J. Freire (batería, percusión y voz) y André Lopes (bajo y voz) han logrado convertirse en una epidemia que repica en las emisoras de radio, que llena coliseos y que hasta el canal de televisión Animal Planet los invite a grabar durante tres meses un “docureality” en las llanuras de África, para ser testigos de ese espectáculo único que es el retorno de dos millones de animales salvajes a las praderas de Kenia.

Bacilos es una aleación de poesía, nueva trova -influenciados por Pablo Milanés y Silvio Rodríguez-, rancheras, sarcasmos, sensibilidad melódica, salsa, protesta, mensajes sociales y políticos, reivindicación de la nacionalidad, sabor, añoranza de la “ex”, susurros. ¿Qué enamorado no se emociona cuando le dicen que “mientras siga viendo tu cara en la cara de la Luna, mientras siga escuchando tu voz entre las olas, entre la espuma” o que “tenga que cambiar la radio de estación porque cada canción me hable de tí”, cualquiera estará perdidamente ilusionado.

¿Qué pareja no se reconcilia o aprovecha para bailar más pegado cuando el aroma del tabaco y el perfume de Channel se mezclan en un beso que solo se vive una vez? 

Claro que ellos, “sentados en una piedra, sabiendo que el mundo está vuelto mierda”, no le creen a los genios de CNN que dicen que estamos bien mientras los comerciales de la tele anestesian a sus consumidores.

O qué colombiano no se ha sentido reflejado en aquella situación más que incómoda de tener que deshacer su maleta en un aeropuerto ante la mirada sospechosa de un guardia y su perro que presumen todo menos la inocencia, mientras a “estrellas y reyes les gusta el ´perico´”, y la ley se hace humo. La doble moral de los países consumidores, a los que les gusta temprano en la mañana o gozársela en la cama, mientras a los otros “nos toca nacer en la mitad de la batalla”. “Nadie se toma tan en serio la guerra contra las drogas como nosotros los colombianos, que ponemos tantos muertos y a la hora de la verdad somos estigmatizados y maltratados por países que disfrutan de nuestros productos ilegales”, apunta Villamizar en encuentro con 15.

Del aborto dice que aunque es un asunto de pareja es una decisión que hay que respetarle a la mujer porque existen situaciones complicadas como las violaciones o de madres jóvenes que deben pensar en la superpoblación y la falta de oportunidades. “Si existe un punto gris en el cual se plantee abortar o no, preferiblemente inclinarse hacia el lado de los que estamos aquí. La otra opción es muy teórica porque la gente que viene al mundo sin amor genera muchas veces odio, violencia y terrorismo”.

Así son las letras que escribe Villamizar, que se confiesa ante 15 como un profundo escéptico, mientras el picaflor de J.J., se autodefine como rebelde o curioso y André, antojado por bailar samba como si estuviera en Río de Janeiro, dice que sencillamente es un tipo serio.

Hoy Los Bacilos, que no imitan a nadie, no solo son amigos de Paulina Rubio, Shakira, Juanes, Juan Luis Guerra -a quien consideran un genio como pocos- y Alejandro Sanz, sino que también tienen una casa grande donde guardan el corazón de sus amores y los escuchan desde Bagdad hasta “Guasintón”. Se dan el lujo de que 40.000 almas los esperen durante 45 interminables minutos sin chistar bajo la lluvia del verano anunciado por el canal local. Y cuando saltan al escenario simplemente desencadenan la histeria, la locura colectiva. Suenan como una gran banda, reclutan trompetistas y violinistas de Cuba, un ingeniero de sonido venezolano e invitan a músicos de Nashville (Tenessee) “el Valledupar de los gringos, de donde viene el country”, dice Villamizar, quien con una cara de sueño no puede espantar el cansancio de una rockola que los lleva de aquí a Cali y luego a cualquier lugar del mundo.

De ellos puede decirse que dispararon el consumo de Coca-cola en la ciudad (tres tapas una boleta de preferencia y cinco una de gramilla) y que por donde van contagian sobre todo a los adolescentes y a quienes se mueven entre los 30 y los 40.

“Nacimos en la olla”, repiten Los Bacilos y sin embargo, así de sinvergüenzas, como su último disco al que califican del más intenso, llegan, tocan y se van y en lugar de sembrar el pesimismo, lo que hacen es que su público saque pecho y siga soñando con el abrazo en la noche fría, la sonrisa en un día gris, la flor para un amor, el regalo bien pensado para el amigo, que harían de éste un mundo aburrido y triste sin colores”. “El racismo es muy recurrente en nuestras canciones porque es uno de los temas claves del fracaso social latinoamericano, donde hay personas que valen más y otras menos solamente por su tono de piel y existe como un orden cromático ridículo, pero eso pasa desde México hasta Argentina”, sostiene Villamizar.

Los Bacilos tienen sangre americana, como el puma o el cóndor, de la que más se derrama para escribir la historia. “Esto no va a dejar de ser una comedia”, afirma Villamizar, quien dice que es una realidad cruel lo que pasa en América Latina, que “está jodida” y por esa razón tanta gente debe emigrar a Estados Unidos y Europa.

“Lo más lindo sería que nuestra música perdurara, más allá de nosotros mismos, que el arte sobreviva a cada unos de Los Bacilos”, dice Jorge Villamizar. Los que entienden de la materia definen su estilo como un sabroso sancocho de ritmos latinos y caribeños con el rock-punk, con letras irónicas salidas de esa olla generadora de ideas que es la cabeza de Villamizar.

“Lo que tratamos de hacer es incluir sonidos propios de la cultura latinoamericana. No tenemos una agenda de temas. Las canciones nacen de una manera bastante anárquica y lo importante es hacerle caso a esa voz que habla en el momento que escribes una canción, y no es fácil porque muchas veces te metes en líos e incluso tengo algunas canciones que no he publicado porque son fuertes y a veces me pregunto quién soy yo para hablar de estas cosas”, concluye Villamizar.

Los Bacilos son una epidemia en vía de expansión. No hay nada que hacer.

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