El embajador Sylvain Itté y su numerosa comitiva quedaron maravillados al escuchar el balance de los “Diez años de cooperación Francia – Colombia en el Cañón del Chicamocha. Alianzas para el desarrollo territorial”, y así se lo expresaron a las delegaciones que entusiastas llegaron de lugares como Zapatoca, Aratoca, Los Santos, Barichara y otros tantos municipios que se han visto beneficiados por esta iniciativa.

El diplomático galo (nacido en 1959 en Bamako, Mali) no ahorró palabras para manifestar su satisfacción al ver la respuesta y el compromiso tanto de las autoridades como de los habitantes de esta región del departamento de Santander con los proyectos denominados Entre los Alpes y los Andes y Chicamocha en común, el primero enfocado en elaborar un modelo replicable de turismo sostenible y gobernanza compartida, y el segundo en mejorar las políticas públicas del agua y el turismo en el área de influencia de esta joya de la naturaleza.
Solo para hablar de las tres fases de Entre los Alpes y los Andes, hay que decir que se ha traducido en un presupuesto total de 2,6 millones de euros (11.700 millones de pesos aproximadamente).
“Para el Gobierno Francés la cooperación directa, descentralizada, entre territorios, no es solo un proyecto técnico sino un instrumento político de solidaridad, confianza y aprendizaje mutuo. La cooperación descentralizada es una herramienta esencial dentro de la política de solidaridad internacional de Francia y encuentra en Crolles y Zapatoca un ejemplo claro, vivo y emocionante. Lo que hace a estos proyectos verdaderamente emblemáticos es su capacidad de unir actores diversos como son los gobiernos locales, autoridades departamentales, sociedad civil, academia, comunidades y sector privado, incluyendo empresas francesas”, afirmó el embajador Itté.
En su opinión, esta articulación demuestra que el desarrollo no se impone desde afuera, sino que se construye desde el diálogo y la participación de los diferentes actores. “Francia reafirma aquí su compromiso con un turismo responsable, socialmente transformador y con su política de solidaridad internacional cuyo objetivo es que la cooperación genere beneficios concretos para las comunidades locales y los pueblos”, complementó.
Rememoró que “hace más de diez años nació una relación entre la Alcaldía de Crolles (Auvernia-Ródano-Alpes, Francia) y Zapatoca, basada en la solidaridad, la curiosidad y la cultura. Lo que comenzó como un gesto de amistad y un intercambio musical con el requintista Carlos Andrés Quintero Badillo, se convirtió en una alianza de largo plazo, capaz de generar proyectos concretos y eficientes que transforman vidas y fortalecen comunidades. Esta amistad se contagió a otros municipios como Aratoca, Barichara, Capitanejo, Cepitá, Curití, Jordán, Los Santos, Molagativa y Villanueva, que hoy participan también de esta dinámica”.
Itté destacó que la ONG francesa Tétraktys y la Universidad UNAB, con el apoyo de la Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD) han asistido a diez municipios de la zona en el propósito de fomentar el turismo rural como herramienta de desarrollo socioeconómico para las comunidades locales y favorecer la asociatividad entre los actores hacia una gestión compartida y sostenible del destino, para que no corran la misma suerte de otros lugares atiborrados de visitantes, con serios problemas en los servicios y fallas tanto en la seguridad como en la infraestructura.
“Francia se siente orgullosa y me siento personalmente orgulloso de acompañar este camino y seguiremos apoyando alianzas que tengan como prioridad a la comunidad y a su patrimonio. Que esta experiencia nos inspire a todos en Colombia y en el mundo a seguir construyendo juntos un futuro sostenible y humano. ¡Que viva la cooperación entre Francia y Colombia!”, concluyó emocionado el embajador Sylvain Itté.



Compromisos de la UNAB
En el acto llevado a cabo el 21 de octubre en el hotel Holiday, también intervino el rector de la Universidad UNAB, Juan Camilo Montoya Bozzi, quien dijo que “hoy celebramos una década de trabajo conjunto que ha demostrado que la cooperación internacional no es una suma de proyectos, sino una comunidad de propósito. En este territorio, tan desafiante como hermoso, hemos unido conocimiento, innovación y compromiso social para construir desarrollo con identidad con sostenibilidad y con futuro”.
Señaló que más de 4.000 personas han sido formadas en temas clave del turismo y del emprendimiento como el aviturismo, las artesanías y la cocina tradicional, a la vez que se han recuperado y señalizado 180 kilómetros de caminos ancestrales, permitiendo que el senderismo haya pasado a ser una experiencia segura, con estaciones de descanso, señalética, miradores y un sistema de reporte ciudadano que cuida lo construido.
A esos logros hay que añadir que la Cueva del Nitro (Zapatoca) se convirtió en la primera caverna adecuada con efectos lumínicos en Colombia, al igual que los cinco viajes de intercambio a Francia y dos a otros territorios colombianos con 41 participantes, una maleta pedagógica de sensibilización, una exposición itinerante de fotografías sobre el patrimonio del cañón, un estudio arqueológico de los sitios rupestres y dos estudios de capacidad de carga (aceptabilidad social y movilidad), entre tantos otros.
El rector mencionó la creación y consolidación de la Agencia de Desarrollo Económico Local ADEL Destino Chicamocha, la organización de asociaciones de guías, artesanas y prestadores, y la articulación con autoridades locales y actores privados con una lógica de gestión compartida del destino. “Ese es, quizá, el mayor legado: pasar de esfuerzos aislados a una institucionalidad comunitaria que permanece más allá de coyunturas políticas”, acotó.
Igualmente sostuvo que “para la UNAB, el Chicamocha se ha convertido en un laboratorio vivo de aprendizaje. Estudiantes y profesores de programas como Administración Turística y Hotelera, Economía, Administración de Empresas, Comunicación Social y Artes Audiovisuales han unido docencia, investigación y extensión en territorio. La universidad no llega ‘después’: acompaña desde el diseño, cofinancia, investiga, produce conocimiento y vuelve ese conocimiento utilidad pública, como lo muestran estudios, metodologías de monitoreo, materiales audiovisuales y productos culturales que nacen de la experiencia compartida”.
Montoya Bozzi anunció su compromiso para que la Universidad UNAB siga aportando talento, investigación aplicada y presencia en el territorio para consolidar el destino y su observatorio turístico, lo mismo que acompañar la transferencia de este modelo a otros municipios y regiones de montaña en Colombia -cuidando que cada adaptación respete la identidad local-, y fortalecer la gobernanza, la inclusión de mujeres y jóvenes y las prácticas ambientales responsables, para que el crecimiento no comprometa el patrimonio que le da sentido.
En su concepto, cuando se teje confianza no solo entre países e instituciones, sino con las comunidades, “la inversión pervive, las capacidades se multiplican y los jóvenes deciden quedarse para emprender, innovar y liderar”. Además, en este caso concreto se está demostrando que la academia puede ser motor de cambio cuando aprende del territorio y actúa con él.
El epílogo de esta celebración, en la que la expresión merci beaucoup (muchas gracias) fue de las más pronunciadas, se dio con la firma del convenio de cooperación descentralizada entre el delegado de la Municipalidad de Pontcharra (ubicada en la región de Ródano-Alpes) y la Alcaldía de Aratoca, que permitirá el intercambio entre jóvenes para sensibilizarlos sobre el desarrollo sostenible, facilitando la movilidad hacia los dos destinos. También incluye el desarrollo de una red urbana de turismo comunitario y el diseño de productos turísticos.
En la retina de los participantes quedará la fotografía frente al telón en el que aparecen los nombres de las entidades protagonistas de esta historia: Agencia Francesa para el Desarrollo (AFD), Ministerio para Europa y de Asuntos Exteriores, Crolles, La Caverne, Tétraktys, École de la Paix, Le Grésivaudan, Agence de L’eau, Fundaculta, Cluster Montagne, Hydrétudes, Géolithe, Fondation Grupe EDF, Parc Naturel Régional de Chartreuse, Ville de Pontcharra, Cámara de Comercio de Bucaramanga, Gobernación de Santander, SENA, Corporación Autónoma Regional de Santander y las alcaldías de los diez municipios beneficiados.



Seis preguntas
Hablamos con el profesor Juan Carlos Rodríguez Marín, quien desde la Universidad UNAB ha coordinado este ambicioso proyecto de cooperación de Francia y diez municipios santandereanos que tienen jurisdicción en el Cañón del Chicamocha.
¿Cuál es su balance?
Diez años de ayuda mutua en donde nuestro territorio se ha visto favorecido de una experiencia técnica de gestión de capacidades y en el caso del proyecto “Entre los Alpes y los Andes” de infraestructura turística, de fondos de apoyo, de capacitaciones, de viajes a conocer experiencias en Francia y ajustarlas a las condiciones del Cañón.
Decía el alcalde de Zapatoca, Jesús Antonio Acevedo Solano, que “solitos no vamos a ninguna parte”, enfatizando que con la ayuda de Francia van por el camino correcto.
El mayor ejemplo que nos ha mostrado Francia es el trabajo comunitario. Uno de nuestros principales socios es el Parque Nacional Natural de Chartreuse, que son comunidades que se unieron para gestionar sus recursos. Algo que aprendimos es que hacer eso no es solo tarea del alcalde, sino que es la comunidad la que los gestiona y el alcalde es el funcionario que permite que las cosas se hagan fácilmente.
¿Cuáles han sido los principales obstáculos que han debido sortear para hoy poder cantar victoria?
Al inicio fue luchar contra el individualismo. El municipio quiere trabajar solo y resolver sus problemas solo. El considerarse que los municipios eran el centro del Cañón del Chicamocha y que con eso era suficiente para el turista. Convencerlos de que el turismo de este tipo, que es turismo de montaña, un municipio solo no puede y se requiere de todos.
Un turista de Francia no va a gastar tantos euros para venir a quedarse una noche en un municipio. Es un plan que nosotros le podamos ofrecer de quince a veinte días, en donde lo movamos por todo el territorio y le mostremos la experiencia, la cultura y el patrimonio. Ellos quieren vivir con la comunidad, con las cosas tal cual como las vivimos, y no que montemos como un escenario o un teatro, que es lo que ellos menos quieren.
¿Qué tan satisfecha está la contraparte francesa?
Están muy contentos porque este tipo de cooperación es un piloto también para ellos. En reuniones que hemos tenido con la Agencia Francesa de Desarrollo nos comentaban que sus líneas de acción están más enfocadas a temas de paz, conflicto y seguridad alimentaria y que éste es quizás su primer dispositivo de apoyo relacionado con turismo y cómo a través del turismo se trabaja con la comunidad y les dan las herramientas para que la comunidad continue. Estamos muy contentos porque ellos están contentos también de ver y escuchar a la comunidad cómo ha cambiado su vida, su perspectiva y darles nuevos horizontes sobre todo a las personas rurales, que es lo que más nos interesa.
¿A qué otros lugares planean expandir la propuesta?
Desde su inicio el proyecto se mostró como un piloto y empezamos por etapas para mirar si el proceso era válido o no, experimentando y en algunas cosas tuvimos fracasos y en otras alcanzamos éxitos. Lo que vamos a hacer es un proceso de capitalización que podamos llevarlo a otras zonas de Santander como la provincia de García Rovira o la Comunera, pero también ya hemos tenido visitas de La Guajira, Antioquia y los Llanos Orientales, entonces consideramos que tenemos ese potencial de convertirnos en un modelo para otras regiones y no solamente en Colombia, sino a nivel internacional, ya que este mismo modelo de “Entre los Alpes y los Andes” inició en la Patagonia de Argentina y Chile. Gracias al éxito que tuvimos Tétraktys llevó un proyecto similar allá.
¿En qué se ha beneficiado la Universidad UNAB de esta experiencia?
El primer logro es el reconocimiento de una institución que en el territorio era considerada como la universidad de los ricos, donde solo podían ingresar hijos de empresarios. Cuando íbamos al territorio solo conocían de la UIS y de la Santo Tomás -por una alta influencia de los párrocos-, pero hoy ya conocen a la UNAB, donde hay muchas necesidades que nuestros programas pueden trabajar. Siempre he dicho que la universidad es un laboratorio vivo donde podemos hacer muchas cosas.






