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Cuento de la lista

Dic 15, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Aurelio Martínez Mutis
Bucaramanga 1884 – París 1954
Obras recomendadas: Romancero del tabaco
Antología poética de Aurelio Martínez Mutis / Antonio Cacua Prada (Compilador)

Era don Escipión Silva un santandereano de tuerca y tornillo. Bumangués y sangileño –es decir, enrazado con la linajuda ciudad del Fonce, en donde está enterrada una costilla de Don Quijote–, poseía, al par de cualidades egregias, un carácter de aquellos de la cáscara amarga. Soltero de nacimiento, se fue a vivir solo (porque le dio la gana) a uno de esos cuartos que ocupan en hilera toda una cuadra, al sur de la iglesia de San Laureano, y que parecen los agujeros de la dulzaina. Allí tenía una cuja de tablas, una mesita de noche, sobre la cual había una palmatoria con un pedazo de vela y, por fin, un taburete forrado de vaqueta peluda. A las 5 de la tarde sacaba el asiento a la puerta, se sentaba, se echaba la pierna haciendo el número 4, encendía el tabaco, y se ponía a ver pasar la gente.

Pocas personas pasaban, en realidad. Pero los saludos estaban sujetos a la norma firme establecida, más rigurosa que la Constitución del 63. Cuando el transeúnte le agradaba, endulzaba el semblante con algo que, en buena y paciente hermenéutica, podría ser una sonrisa, y levantando la mano, le decía adiós. Cuando el que iba a pasar no le parecía bien, se metía en una trinchera de humo y en forma inexorable esquivaba la cara para el saludo.

Detrás de la puerta, don Escipión tenía clavada en la pared una lista con este encabezamiento: “Lista de las personas que me chocan y que me van chocando”.

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