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El adiós a un tipo legal

Jul 25, 2011 | Institucional

Por Pastor Virviescas Gómez
“Ojalá se te acabe la mirada constante, la palabra precisa, la sonrisa perfecta. Ojalá pase algo que te borre de pronto, una luz cegadora, un disparo de nieve. Ojalá por lo menos que me lleve la muerte, para no verte tanto, para no verte siempre, en todos los segundos, en todas las visiones. Ojalá que no pueda tocarte ni en canciones. Ojalá que la aurora no dé gritos que caigan en mi espalda. Ojalá que tu nombre se le olvide a esa voz. Ojalá las paredes no retengan tu ruido de camino cansado. Ojalá que la luna pueda salir sin ti, a tu viejo gobierno de difuntos y flores”.

Con su ‘Ojalá’ y sus demás trovas, el cubano Silvio Rodríguez era uno de los frecuentes copilotos de Laureano Gómez Serrano, un abogado consagrado a su profesión, que no creía en Dios por aquello de sus ‘representantes en la Tierra’, pero que aplicó hasta el último instante su respeto a la lealtad, dio ejemplo de ecuanimidad e hizo valer su defensa de los derechos que tiene todo ciudadano.

Marcado quizás por ese ambiente contestatario y en ebullición de los años 60 en el Colegio Santander, este zapatoca nacido un 7 de abril de 1950 pronto se encaminó por el mundo el Derecho, al que se dedicó con la pasión, la persistencia y el rigor suficientes hasta alcanzar en junio de 2007 la máxima distinción ‘Sobresaliente Cum Laude’ por su tesis “Análisis de las sentencias de la Corte Constitucional colombiana en la protección de los Derechos Fundamentales”, que después de siete años de investigación le mereció el título de Doctor por parte de la Universidad Pablo De Olavide, de Sevilla (España).

Laureano Gómez Serrano, el director del Centro de Investigaciones Socio-Jurídicas de la UNAB y considerado una autoridad nacional en materia de Derecho Constitucional y Hermenéutica Jurídica, entre otras materias, falleció el pasado viernes 22 de julio luego de permanecer durante un mes en estado crítico tras una intervención quirúrgica.

Maestro de generaciones de abogados de las universidades Autónoma de Bucaramanga e Industrial de Santander (UIS), Laureano fue fiel a su pensamiento democrático y defendió las libertades desde aquellos tiempos de estudiante en la Universidad Nacional de Bogotá, a lo mejor siguiendo la huella imborrable de quien fuera capellán de ese claustro, el sacerdote revolucionario Camilo Torres Restrepo.

Tanta fue su entrega por la causa que lo terminaron expulsando de esa alma máter, que tuvo que readmitir al sobrino del entonces obispo de San Gil (Ciro Alfonso Gómez),  debido a un recurso que interpuso ante el Consejo de Estado mientras continuaba sus estudios en la Universidad Libre de Bogotá, ciudad a la que fue a parar con sus camisas de rayas y su compañero de pupitre y también abogado, Rodolfo Mantilla Jácome.

Introvertido pero a la vez franco como el que más, Gómez Serrano consolidó una trayectoria profesional que le mereció el respeto de sus discípulos y colegas, algunos de los cuales contaron con la fortuna de descubrir tras esa figura adusta, con una sobredosis de causticidad, la faceta de un ser humano preocupado por su familia, que le brindaba una mano a quien lo requiriera y que gozaba los instantes más sencillos de la vida, como tuve la oportunidad de verlo en febrero pasado en la Mesa de la Santos, el día del cumpleaños de su esposa, la profesora de Derecho Romano, Mónica Cortés Falla.

Ese día, por fin, Laureano cumplió su ‘amenaza&rsquo de convidarme a esa parcela infestada de mosquitos quemadores, un lugar donde aparte de leer y escuchar música clásica, sacaba tiempo para preparar -a su estilo- carne ahumada o paella, mientras sus contertulios libaban un güisqui o esperaban su invitación para levantarse muy temprano la mañana siguiente a caminar, como almas en pena que no veían el día en que se cerrara de una vez por todas el capítulo de los presidentes encarnados en mesías.

Ese domingo, mientras Mónica y su madre Delia servían el asado, su hija María Camila apareció por entre los pinos tocando un violín con el que Laureano anhelaba que le interpretara en su marcha final el himno de la Internacional Socialista y uno que otro Bach o Mozart que se le enredara por el camino.

Un perfil, un homenaje

“Fue un gran amigo, un señor en todo el sentido de la palabra, un hombre  culto y un maestro. La Escuela de Derecho de la UNAB tiene su sello y su aporte. Muy controvertido, pero muy admirado y respetado. Era un hombre de una personalidad fuerte y no transigía fácilmente, lo cual no le gusta mucho a la gente, pero eso para mí no es un defecto sino una virtud. Un tipo de una brillantez y una inteligencia impresionantes.”, así lo recuerda el ex viceministro de Educación y ex rector de la UNAB, Gabriel Burgos Mantilla.

Para el abogado Heriberto Sánchez Bayona, Laureano además de un entrañable amigo, fue “un hombre integérrimo, un profesional de acendrados méritos éticos en el ejercicio de su oficio de abogado y como maestro dejó su impronta en la formación de una gran cantidad de estudiantes. Dedicado al estudio, produjo brillantes piezas que hoy en día son, con mucho mérito, material fundamental en la formación de los nuevos abogados y de los estudiantes de posgrado en diversas universidades. Un tratadista y maestro en toda la extensión de la palabra”.

“A pesar del continente austero que él tenía y de su seriedad, era un hombre sumamente sensible y solidario, que daba la pelea por los amigos. Siempre estuvo presente con su ánimo y con su consejo sabio en los momentos difíciles de quienes tuvimos que ver con él. Un extraordinario padre de familia y esposo, un hombre serio y leal. Laureano fue un militante combativo desde su posición en las luchas estudiantiles y un orador destacado. Fue un hombre que tuvo claro su destino moral y no le hizo daño a nadie; por el contrario, siempre ayudó a quien podía ayudar”, acota Sánchez Bayona, quien como los demás no pudo contener las lágrimas al repasar tantas lecciones y recuerdos.

“Recordaré a Laureano como un iconoclasta que se ciñó siempre a unas reglas éticas inquebrantables. Un rebelde con causa, un luchador de izquierda que, como nos ha ocurrido a tantos, terminó desencantado de la política tradicional, pero comprometido con su país y con el sueño de un cambio. Laureano fue el responsable de la estructuración de la Facultad de Derecho y de ese rasgo particular de unos estudiantes con óptima capacidad de abordaje de los temas del derecho, con un punto de vista crítico”, dijo un compungido Rodolfo Mantilla, con quien compartía oficina en una de las casas que la UNAB posee en el barrio El Jardín.

Juan Manuel Sánchez, hace tres años un brillante estudiante “no muy convencido del Derecho”, recuerda que al cruzarse en su vida con Laureano y convertirse en su monitor, “me convencí totalmente del ejercicio de la profesión y que podía realizarse con ética y con rectitud. Era un ombre que enseñaba que ante todo la justicia, apartada de cualquier concepto de bondad o maldad. Me enseñó el valor de la lealtad. También tengo presente su sarcasmo, con el que disfrutaba al máximo”. Juan Manuel le acompañó el día anterior a la cirugía a cambiar el destartalado computador portátil por uno nuevo -“parecía un niño”- que le acompañaría en su convalecencia.

Por su parte, el decano de Derecho, Jorge Eduardo Lamo, afirmó: “A Laureano no se le puede encasillar dentro de un modelo, sino que hay que mirarlo en toda la dimensión que como ser humano tenía, partiendo de su brillante capacidad para controvertir. Sus profundos conocimientos del Derecho, su gran sentido de amistad y también una particular forma de hacer apuntes, mordaces en muchos casos… Lo extrañaré por muchas cosas. Para la UNAB la impronta más grande que deja, su herencia, es el área metodológica de la Facultad, que es un distintivo de la carrera a nivel nacional y que ha permitido incluso que nuestros estudiantes afronten retos en el orden internacional con éxito. Era un excelente conversador y con él y Rodolfo fundamos un movimiento jurídico relacionado con la dogmática en el Derecho Penal, que concluíamos había sido un adefesio”. El susodicho movimiento se autodenominaba ‘Abajo la dogmática’ y duró tanto como -con Joaquín Sabina- “dos cubos de hielo en un whiskey on the rocks”; es decir, hasta las nueve de la mañana del día siguiente, hora en que Laureano fue directo a zambullirse en el jacuzzi.

El magistrado del Consejo Superior de la Judicatura y ex decano de Derecho de la UNAB, Jorge Castillo Rugeles, interrumpió su clase de posgrado en Derecho de Familia, para manifestar: “Laureano significa para mí el compañero y el amigo que siempre tuvo en mente unos valores y virtudes que muchas veces no aparecían, sino que había que buscarlos dentro su personalidad, unos aspectos que a uno realmente lo conmovían. Un hombre frentero, que siempre dijo las cosas como eran, y en eso, un santandereano a carta cabal. Un tipo que libró mil y una batallas por unos ideales que compartíamos, no obstante estar en distintas orillas. Un hombre obstinado en medio de una inteligencia prodigiosa, de una agudeza que llamaba la atención e hizo lo que él fuese lo que significó en esta Universidad y en el campo del Derecho”.

Alba Luz Becerra -quien junto a Pablo Ochoa y Miguel Ángel Pedraza conformó el equipo de primeros colaboradores de Laureano Gómez-, no olvidará que fue él quien le orientó su tesis de grado en ‘Delito ecológico’. “Yo estoy aquí por él”, dijo la profesora experta en conciliación. “Laureano implementó en la UNAB la hermenéutica jurídica, el sello con el que marcó a generaciones de abogados y fue nuestro maestro. Quiso que aprendiéramos a hacer análisis jurisprudenciales. Su gran preocupación era que sus estudiantes fueran muy responsables profesionalmente”.

“Aquí madres abadesas no queremos, porque si somos así con los estudiantes y no les exigimos, mañana ellos mismos son los que no van a ser leales porque no les dimos suficiente conocimiento y entonces van a querer ganar los procesos no con el conocimiento ni con el profesionalismo. Así fue como nos formó”, recuerda por último.

Este martes 26 de julio a las 4 de la tarde en el Auditorio Mayor ‘Carlos Gómez Albarracín’, la familia UNAB en pleno le rendirá un tributoa ese ser que adelantó su viaje y cuyo recuerdo perdurará en el corazón de Mónica, María Camila, Ana María y Mariela, así como de Rodolfo, Martha, Gabriel, Heriberto, Jorge, Juan Manuel, Jorge Eduardo, Alba Luz y todos a quienes Laureano Gómez Serrano nos obsequió una reflexión, un consejo, un ‘dardo’ o una sonrisa.

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