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Habla una sobreviviente a la trata de personas

Mar 6, 2012 | Institucional

Por Javier Sandoval Montañez
“Hombres, no le pongan precio a una mujer”. Con esta frase concluyó su relato Marcela Loaiza, quien sobrevivió a la experiencia como víctima de la trata de personas.

Los asistentes que colmaron el auditorio ‘Jesús Alberto Rey Mariño’, el viernes 2 de marzo escucharon durante dos horas cómo esta colombiana, oriunda de Armenia, cayó en manos de la mafia Yakuza de Japón, y cómo logró escapar de quienes durante más de año y medio la esclavizaron sexualmente en la calles de Tokio.

Su ingreso al mundo de la trata de personas hace 12 años, cuenta Loaiza, fue el típico de una jovencita necesitada. “A los 21, tenía una niña enferma de asma”, pero sus dos trabajos como mercaderista en un supermercado de Pereira y bailarina en una discoteca de esa ciudad, no le permitían ganar suficiente para cubrir los gastos médicos de su hija.

Seis meses después, ya sin trabajo y con una deuda hospitalaria de más de un millón de pesos, buscó a unas personas que en oportunidades anteriores le habían ofrecido la opción de irse a trabar como bailarina al exterior.

“Cuando me encontré con el tipo en una cafetería me sentí como en una entrevista de trabajo. Él me preguntó por qué quería viajar. Le conté lo de mi hija y la deuda que tenía en el hospital. Enseguida me dio el dinero. Le di las gracias y pensé que era un ángel que me habían enviado a ayudarme”, cuenta la autora del libro “Atrapada por la mafia Yakuza”.

Aquel hombre le pidió toda la información, sobre su familia y sus amigos. Información que más adelante fue usada en su contra, pues bajo la amenaza de muerte de sus seres queridos “es que ellos lo obligan a uno a hacer lo que quieren”.

Sin nunca haber viajado más lejos que a Pereira, la joven fue enviada a Tokio con la promesa de trabajar haciendo lo mismo que hacía en las discotecas de la capital risaraldense, a cambio de pagar el préstamo del millón de pesos y el costo del pasaje.

Sin embargo, a la mañana siguiente de haber llegado y luego de una recepción muy cordial, el sueño se convirtió en pesadilla.

“Cuando llegué me recibió una señora -paisa- muy amable. Me decía ‘mijita’, me acariciaba el cabello. Me dijo: ‘vamos a descansar y cuando te levantes te voy a contar qué vas a hacer’. Al otro día la señora ya no era amable; me gritó que me levantara y me dijo. ‘aquí vino fue a putiar, no de vacaciones’ y que tenía que hacer lo que ella dijera”, recuerda Loaiza en medio de lágrimas.

Luego de quitarle el pasaporte y de ataviarla como corresponde a la actividad a realizar, fue conducida a una calle donde cerca de 30 mujeres más ya estaban allí. Fue entregada a un hombre que le cobraría por permitirle ‘trabajar’ y brindarle seguridad.

“Usted va a trabajar para mí de diez (p.m.) a seis (a.m.), tiene que conseguir de 15 a 20 hombres y todo el dinero me lo entrega o si no le pego o la entrego a la mafia”, cuenta Loaiza que le decía aquella mujer.

Debiendo sobreponerse a la humillación y las amenazas, durante 18 meses “viví las cosas más denigrantes”. Igualmente vio otras como la muerte de una de ellas. Ese fue el detonante que la impulsó a buscar la forma de escapar.

Gracias a la ayuda de uno de sus ‘clientes’, de quien Loaiza dice seguramente perdió la vida a manos de la mafia, pudo evadirse y llegar hasta la embajada de Colombia en Tokio, donde fue auxiliada. Tras su regreso a Colombia y luego de recaer en la prostitución, finalmente logró salir adelante, escribir dos libros sobre su experiencia y poner al servicio de los demás su historia.

Actualmente Marcela Loaiza vive en Estados Unidos, donde maneja su fundación y tiene establecida una familia (esposo y tres hijas). Desde allí vino a Bucaramanga traída por la Oficina de la Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc) para adelantar una campaña en contra de la trata de personas.

“Lo que buscamos es que los jóvenes se vinculen a la campaña, siguiendo una historia de vida como la de Marcela (Loaiza), para que ellos mismos aprendan a identificar los casos, las situaciones que se viven y cómo denunciar”, dijo el coordinador del programa contra la trata de personas en Colombia de la Unodc, Carlos Andrés Pérez Gallego.

Diana Coronado, estudiante de sexto semestre de sicología de la UCC opinó acerca de la conferencia: “Me parece súper interesante dar a conocer estas vivencias, porque como jóvenes no tenemos la experiencia adecuada para desenvolvernos en ciertas situaciones, debido a que somos muy ingenuos y vulnerables”.

Marcela Loaiza reiteró que no tiene miedo de dar la cara y contar su experiencia “para que los jóvenes sepan que no vale la pena perder la dignidad por unos jeans de marca –y que– la prostitución cobra un precio muy alto”.

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