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La solidaridad no se dejó ver

Dic 9, 2008 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Pastor Virviescas G?mez

pavirgom@unab.edu.co

Si del n?mero del n?mero de santandereanos que sali? a marchar dependiera la liberaci?n de los secuestrados, ?stos seguir?an condenados a pasar m?s navidades en el monte.

La raz?n es que la invitaci?n a la manifestaci?n contra el secuestro convocada por los principales medios de comunicaci?n para el pasado 28 de noviembre, s?lo fue aceptada -a lo sumo- por 800 personas que hicieron el recorrido de menos de dos kil?metros por la calle 36 hasta la Plaza C?vica ?Luis Carlos Gal?n Sarmiento?.

El mill?n de habitantes de Bucaramanga y su ?rea metropolitana fue indiferente, cuando no sordo, al grito de quienes como el cabo Pablo Emilio Moncayo; el ex gobernador del Meta, Alan Jara, o tanto colombiano an?nimo, siguen haciendo en los cordones de sus zapatos un nudo por cada a?o de cautiverio.

Esta vez no abundaron las pancartas y los meg?fonos; las empresas, universidades y colegios no aglutinaron a sus integrantes; la mente de los dirigentes gremiales estaba en el derrumbe de las ?pir?mides?; tampoco se escucharon canciones ni poemas, ni los curas se explayaron en oraciones, ni las bandas de guerra le hicieron eco a la paz. Los balcones lucieron desolados; no hubo necesidad de paralizar el tr?fico automotor? este viernes fue un d?a como cualquiera.

Pocos acudieron con puntualidad a la cita de las 10 de la ma?ana en los parques Turbay y de los Ni?os, y m?s por inercia emprendieron la caminata cuando ya eran casi las 11 a.m.

La modorra del centro de Bucaramanga s?lo fue interrumpida por el grito de un grupo de polic?as v?ctimas de las minas antipersona, quienes en sus sillas de ruedas emprendieron en Santa Marta un recorrido que los llevar? hasta Bogot?. Les hac?a el coro una mujer que gritaba: ?estamos unidos? y un hombre con cara de abuelo, que clamaba: ??No m?s secuestros!, ?lib?renlos ya!?.

A su lado unos cuantos polic?as de a pie y una decena de carabineros, una que otra monja, pocos ni?os, los vendedores de banderas tricolor que se negaban a irse en blanco y algunos reporteros ?vidos de im?genes multitudinarias que nunca llegaron.

Aparte del alcalde Fernando Vargas Mendoza -que esta vez no liber? palomas-, de un grupo de diputados y del gobernador de Santander, Horacio Serpa Uribe, que se sum? al acto en el ?ltimo tramo, brillaron por su ausencia todos aquellos que en anteriores marchas lucieron sus costosas camisetas Lacoste y se embadurnaron de bloqueador y repelente. Tampoco estuvieron las emperifolladas damas que en aras de pedir justicia y libertad por primera vez pisaron el centro de la ciudad y observaron con asombro, a pocos metros, a los 15 mendigos y vagabundos que pasan la madrugada en el separador y los andenes de la calle 36, para luego despertarse con un ba?o de sol o con la atropellada voz de dos locutores que m?s parec?an narrando una etapa cicl?stica que una protesta.

S? se les vio a familiares de los secuestrados y desaparecidos que ha dejado el conflicto armado interno no s?lo en este departamento sino en su radio de influencia que comprende el sur de C?sar y de Bol?var, Norte de Santander y Arauca.

Martha, por ejemplo, manifest? al ver la c?mara de 15: ?Porque pas? por estas es que estoy aqu?, pero la gran mayor?a no se inmuta con el dolor de los dem?s?.

A su turno, Mar?a Alejandra se negaba a creer tanta indolencia y con nerviosismo se mov?a hacia delante y volv?a a su lugar pregunt?ndose que habr?a pasado con los 35.000 o m?s ciudadanos que s? marcharon en la anterior ocasi?n.

N?stor Augusto, desconsolado en el costado de la Iglesia de San Laureano, murmuraba: ?no importa qu? pase hoy, ni si vino poca gente. Seguir? marchando, como lo hizo Gandhi, a quien tomaron como un loco y lo dejaron s?lo, pero a punta de insistencia les hizo tomar consciencia a la India y al resto del mundo?.

Las excusas, una vez m?s, afloraron por montones: ?Es que est? lloviznando?, dec?a Jorge, ?Mano, tanta marchadera como si uno no tuviera nada que hacer?; afirmaba Carlos Alberto; ??Pero a qui?n se le ocurri? hacerla un viernes y a esta hora??, se preguntaba Astrid.

Los secuestrados, salvo un milagro llamado ?Operaci?n Jaque?, est?n signados a pasar otra Navidad en medio de la selva. Bucaramanga se olvid? de ellos.

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