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Los sonidos del silencio

Ago 1, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Texto y fotos Andrés Jácome
periodico15@unab.edu.co
Al llegar a Centrabilitar el silencio reina. No es fácil llegar
a un colegio y recorrer sus pasillos en pleno descanso y que no se escuche la
algarabía aunque se vea a los niños correr. Ese cambio drástico
lo vivió Luz Helena Peñaranda cuando se acercó a este lugar
hace 10 años. En ese entonces no imaginaba que podía ayudar a
tantos niños sordos a sentirse perfectamente normales.

Ella cumple un rito todos los viernes, toma su guitarra y comienza a tocarla
a pesar de que muchos de sus alumnos no pueden escucharla… Pero la ven. Eso
es suficiente para que consiga que hagan música unas personas que, en
muchos casos, nunca la han oído.

En el barrio Alfonso López está el Centro de Educación
Especial Centrabilitar, allí 30 niños y niñas entre 12
y 17 años ensayan con flautas dulces y marimbas. Este lugar, financiado
con ayuda de muchos organismos, vela por los procesos educativos de los menores
que en Bucaramanga padecen esta limitación.

Con su paciencia, disciplina y entusiasmo Luz Helena Peñaranda ha permitido
que sus estudiantes encuentren en la música el canal de comunicación
que la vida les quitó. La experiencia de su orquesta le significó
ser la única santandereana nominada, entre 16 personas, al Premio Compartir
al Maestro 2005, que exalta la labor docente en Colombia.

“Es un honor muy grande ya que es el único proyecto de educación
especial nominado. Hemos estado en este proceso desde 1994 y las satisfacciones
son muchas, que los niños sientan la música a pesar de no poder
oírla es un reto y una lección que nos dan todo el tiempo”,
dice la profesora.

Allí, por ejemplo, Maira Quiroga e Ingrid Estupiñán han
encontrado lo que se les niega comúnmente: un medio de expresión
y comunicación que las une con su familia y amigos. En su lenguaje de
señas cuentan que para algunos niños la música los ha hecho
sentir útiles y más especiales porque aprender a vivirla y refuerzan
la relación con sus familias que, en algunos casos, camuflan con frialdad
y alejamiento la frustración de no criar un hijo con todos los sentidos.

“Normalmente los niños sordos son muy agresivos porque no pueden
comunicarse. En muchos casos los papás los dejan en un centro de atención
y se olvidan de ellos. Esto es como una terapia que les permite demostrarse
a ellos y a su familia que son inteligentes y cariñosos y, sobre todo,
talentosos”, sostiene Luz Helena.

Según ella, la orquesta se podría asemejar al espacio que tendría
un colombiano en China de reunirse unas horas a la semana con sus coterráneos,
la oportunidad de encontrarse con su gente y en su idioma. Sólo que en
este caso ese idioma son las notas musicales.

El proceso
Hacer que 20 niños sin escucha toquen en una orquesta puede parecer imposible
pero con dedicación la directora ha desarrollado un método en
el que la paciencia es la principal herramienta. La vista y la memoria son las
claves, los jóvenes músicos están pendientes de los movimientos
de los dedos y se los graban. Con muchas repeticiones van calibrando la intensidad
de los sonidos hasta que interpretan los ritmos con todas las de ley.

“Se concentran con mucha facilidad y su memoria es sorprendente. Muchos
tienen más ritmo que algunos oyentes. Por ejemplo, en la orquesta está
Víctor Mendieta, él es completamente sordo e interpreta el redoblante,
tiene un ritmo impresionante”, explica esta mujer egresada de la UIS,
quien también ha obtenido varios reconocimientos como directora de la
Coral de Comfenalco Santander.

Al tocar, la música se mete por el cuerpo de los niños y parece
que buscara salir por alguna parte. Y no hay sonido que los distraiga, lo que
les permite concentrarse tanto que el proceso pedagógico es más
rápido de lo que uno se puede imaginar.

Pero Luz Helena no está sola. En la agrupación también
hay niños y niñas oyentes que le ayudan con quienes presentan
mayor dificultad. Melissa Santos, de décimo grado, y Mary Estupiñán,
de noveno, son de esas niñas, tienen 15 años y 3 de hacer parte
de la Orquesta.

Ambas son la mano derecha de sus profesores en Centrabilitar, son las traductoras
oficiales de ciencias, matemáticas, español y las demás
materias debido a que no todos los docentes conocen el lenguaje de señas
y ellas son expertas en el asunto. Cuando están empezando a ensayar una
composición ellas aprenden más rápido los movimientos de
los dedos en sus flautas dulces y luego les enseñan a sus compañeros.

“Conocemos el lenguaje y que seamos oyentes para ellos es importante
porque ven que pueden tener amigos como nosotros y les ayuda”, dice Melissa
quien también encontró en la música su presente y su futuro:
se imagina como una concertista de violín en unos años.

Pero más que repetir movimientos para emitir sonidos de las flautas
o marimbas los muchachos tienen la capacidad de crear. Según Luz Helena,
al tener tan mecanizados los movimientos y al sentir la vibración de
las notas que producen hay momentos en los que improvisan y ensayan nuevas combinaciones.

“Crean y eso es lo que más me agrada de mi labor. Ellos cuando
ya se apropian de los instrumentos juegan y experimentan. Muchas veces he escuchado
cosas nuevas y las incorporamos en nuestras canciones. Esto ha sido una oportunidad
para ellos y para mí de una nueva vida”, afirma la profesora, quien
es soprano, ha sido tallerista del Ministerio de Cultura y es docente de la
Facultad de Música de la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB).

La primavera de Vivaldi es recurrente en los ensayos de la orquesta. Estos
30 niños, de los 300 que estudian en Centrabilitar, la interpretan porque
es su medio de expresión. Luz Helena no suelta su guitarra y con sus
señas da las indicaciones. Todos atentos tocan la pieza musical, terminan
el ensayo y se van para sus otras clases o para su casa.

Al salir, Luz Helena explica que esta labor la ha mantenido con los pies en
la tierra y con la sensibilidad expuesta. Ella se acostumbró al silencio
de su mundo y todos los días trata de llegar más lejos donde pueda
encontrar los verdaderos sonidos, esos que hacen brillar los ojos de estos niños
y que transmiten la alegría que conmueve sin necesidad de que pronuncien
una palabra.

El premio
La Fundación Compartir es una organización sin ánimo de
lucro que trabaja en programas de vivienda, microempresa, espacio público
y educación. Para rendir homenaje a los maestros sobresalientes del país,
promover una valoración social más justa de la profesión
docente y apoyar e impulsar la profesionalización de la docencia creó
el Premio Compartir al Maestro, entregado desde 1999 por el Presidente de la
República.

En la convocatoria de este año se recibieron casi 1.500 postulados con
procesos destacados. De ellos quedaron 16 finalistas en los que se encuentra
la santandereana Luz Helena Peñaranda por su experiencia con la Orquesta
de Educación Especial Centrabilitar.

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