Seleccionar página

Madres que aún estudian

Sep 1, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por César Bello Hernández
cbello@unab.edu.co
Los profesores más viejos lo confirman: hoy, en las aulas se ven
más estudiantes embarazadas que hace 10 o 20 años. Eso que antes
era extraño, hoy es común. La mayoría de esos embarazos
son inesperados e implican un radical cambio en la vida de una persona y sus
seres queridos. En 1990, una de cada 10 adolescentes colombianas ya había
estado embarazada. Hoy son 2 de cada 10, según estudios del Ministerio
de Protección Social.

Yuli Alejandra Gélvez es estudiante de la Universidad Industrial de
Santander (UIS). Ella quedó embarazada a los 17 años y asegura
que el nacimiento de su hijo le dio un giro de 180 grados a su vida por la responsabilidad
que representa traer un niño al mundo: “Desde que uno tenga el
apoyo de su pareja y el apoyo de sus papás es fácil, pero al tener
problemas con tu familia la situación se vuelve estresante, como que
no quieres tener a tu hijo porque tu familia te va a mirar mal”, explica
la universitaria.

Ella siguió estudiando durante la etapa de gestación. Sin embargo,
cuando nació Samuel Felipe, su hijo, tuvo que posponer sus estudios para
cuidarlo. Ahora, su propósito es continuar con su preparación
profesional para ofrecerle un mejor futuro: “Seguir con mi carrera firmemente
hasta terminarla para que cuando él crezca vea que yo salí adelante.
Él es mi motor de vida”.

Pero no todas las jóvenes madres corren con la misma suerte, algunas
de ellas deben asumir el rol de padre y madre a la vez. Mónica Villanueva
tuvo a su hijo cuando terminaba sus estudios universitarios, el padre de su
hijo la abandonó y hasta la fecha no ha respondido por el niño.
“Al principio me daban ganas de matarlo, pero ahora pienso que es mejor
que no aparezca porque si no tuvo el valor para responder al principio, es mejor
que ya no lo haga”, expresa.

Luz Marina Ortiz, coordinadora del programa de adolescentes de Profamilia,
considera que el embarazo no debe mirarse como un problema exclusivo de la mujer:
“Vemos el problema del embarazo como una situación de conjunto,
de pareja y de familia. Es clave la formación de los varones, también
tiene mucho que ver con el hecho de la actitud de los adultos. La información
debe estar a la mano de los servicios, de la calidad y de la oportunidad de
todas las personas a tener servicios óptimos de salud sexual y reproductiva”.

Un problema de conciencia
La psicóloga María Adelaida García opina que para estas
jóvenes tener un niño implica un drástico cambio en sus
vidas: “Alteran su proyecto de vida en el sentido de que muchas tienen
que retirarse de la universidad porque la familia no puede hacerse cargo del
bebé. Otras continúan estudiando, pero entonces ahí viene
el conflicto con el niño de no asumir su rol de madre. A muchas el novio
las deja. Otras que conforman una familia, al no tener definida su personalidad
completamente, dependiendo de la edad en que haya ocurrido el embarazo, tienen
familias disfuncionales”.

La psicóloga asegura que el problema es que los muchachos no piden ayuda:
“Muchas niñas embarazadas lo primero que hacen, por temor a ser
juzgadas o criticadas, es ir a meterse a una de esas droguerías del Centro
a hacerse un aborto”.

Algunas universidades tienen programas de salud sexual y reproductiva. La Autónoma
de Bucaramanga (UNAB), por ejemplo, ofrece este tipo de programas pero los jóvenes
son renuentes y no tienen una conducta de riesgo que los motive a utilizar estos
espacios.

Janeth Rodríguez, enfermera de la división de Servicios Integrales
de la UIS, manifiesta que se ha visto efectividad en cuanto a los programas
que ofrecen: “La participación en estos ha sido muy buena, sobre
todo en el programa de planificación familiar que es la base o el pilar
fundamental para disminuir los embarazos”.

Las expertas consultadas dicen que el problema no es que haya jóvenes
madres embarazadas en las aulas de las universidades, sino concienciar a los
jóvenes sobre lo que implica una decisión de tal magnitud y como
pueden prevenirla, tanto hombres como mujeres, porque el problema no es de uno
solo.

Ir al contenido