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Ocho horas diarias entre escobas y traperos

Oct 18, 2005 | Institucional

Luz Amparo Rueda, una de las 37 personas dedicadas a labores de limpieza en
la UNAB, inicia su jornada laboral a las 3:30 a.m., cuando se levanta para llegar
a tiempo a esperar el transporte que la lleva desde el barrio El Reposo hasta
la Universidad.

Llega a las 5 a.m. a su sitio de trabajo, un pequeño cuarto en medio
de las oficinas de Consultoría Organizacional y Prácticas Académicas
ubicadas en el bloque A. De 5 a 6 a.m. barre y trapea los salones del bloque
D y de 6 a 7 a.m. las oficinas del bloque A para que todo quede listo antes
de la llegada del personal administrativo y estudiantes.

De 7 a 8:30 a.m. reparte los tintos en las mismas oficinas y de 8:30 a 10 a.m.
limpia los baños, barre la parada de bus ubicada junto al Banco de Bogotá
y las escaleras del mismo sector hasta la entrada al parqueadero.

Después de las 10 a.m., se queda en la Universidad hasta que inicia
el trabajo de la tarde, pues para regresar a su casa gastaría dinero
y tiempo, de los que no dispone. "Por eso almuerzo donde Teresa, la señora
de la caseta de las frutas y luego conversamos un rato hasta que llegan las
tres de la tarde", afirma Luz Amparo. A esa hora empieza a repartir tintos.
A las 4 p.m., asea de nuevo los salones que limpió durante la mañana
para que estén listos para el día siguiente.

A las 6 p.m. regresa a su casa, prepara la comida y ve televisión hasta
las 11 o 12 p.m., horario habitual para irse a la cama.

La familia de Luz Amparo está compuesta por tres personas, su hijo de
15 años, su hija de 18 y un nieto que viene en camino. No tiene mucho
tiempo para ellos y su hijo se lo reprochaba, "por eso dejó de estudiar,
se aburría de estar solo en la casa y mejor se iba a la calle, ahora
vive con la abuela y trabaja con el papá", señala Luz Amparo,
una mujer que sacrifica el tiempo con su familia para cumplirle a la Universidad
y a los estudiantes, pues de otra manera sería imposible llevar de comer
a la casa y costear los tratamientos médicos que requiere.

"La UNAB es mi casa y la quiero mucho, pero no entiendo cómo los
jóvenes tiran cuanta cosa se les ocurre al piso, desordenan los salones
y dejan los baños terribles, tapando los sanitarios con papel higiénico,
no cuidan las cosas, no tienen sentido de pertenencia por ésta, su segunda
casa", dice Luz Amparo.

 

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