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Partido de la U Barranca 9, Huracán de Bucaramanga 18

Feb 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Texto y foto Camilo Jaimes Ocaziónez
cjaimes2@unab.edu.co

Ocho en punto
Sábado. Dos policías jóvenes y un celador abren las puertas de la sede del Partido de la U, carrera 27 con calle 45. “Ya vienen los asesores para las que se quieran escribir en el curso de costura”, dice el celador.

Por dentro de la sede, que parece más un parqueadero gigante que una oficina, las mesas y las sillas están en desorden. Las paredes están atiborradas de afiches coloridos de campaña para la Cámara y el Senado. Sobre las mesas Rímax hay algunos plegables en los que explican los programas que proponen los candidatos. En el piso también hay publicidad. El celador me señala, está hablando con una mujer que luego se me acerca.

– ¿Puedo servirle en algo? -me pregunta.

– Sí, necesito que me inviten todo el día a todas las actividades del partido.

Ella lo piensa dos veces. “A ver, si usted es periodista es mejor que hable con don Jorge”, aclara.

Jorge Lizcano, el coordinador de la sede política del Partido de la U, está en pantaloneta, es un hombre rollizo, sonriente y desparpajado. Me acerco. “Hoy tenemos partido de sóftbol, sancocho y charla de los candidatos al atardecer. Vaya para que mire la gente de nuestro partido, toda sacada del pueblo”, comenta.

Durante la mañana, a la sede entran muchas mujeres jóvenes y algunos universitarios que tienen cara de no tener muy claro a qué es a lo que van. El letargo es interrumpido por la voz de la mujer con la que hablé: “Todavía quedan cupos en el curso gratis de lencería”, dice.

– ¿Y si yo quiero inscribirme en el curso de lencería? -le pregunto y la mujer me responde con incredulidad:

– Hasta ahora, en el curso de lencería y bordados no se nos ha inscrito ningún varón, sólo niñas y señoras, pero si quiere inscríbase.

No me inscribo.

Once de la mañana
Taxi. Diez minutos. Ciudadela Real de Minas. 3.000 pesos. En la puerta del diamante de béisbol El Hormiguero, Jorge Lizcano me reconoce y me llama para presentarme al candidato que en Barrancabermeja tiene el Partido de la U para la Cámara de Representantes.

– Mire Hérmules, le presento el periodista de Vanguardia -le dice, pero yo lo corrijo.

– No, yo pertenezco al Periódico 15, de la Universidad Autónoma.

Ahora sonrío por sonreír. Don Hérmules Oliveros Díaz es cojo, calvo, canoso y está ataviado con una sudadera ceñida de beisbolista y una camiseta correspondiente al Partido de la U que forra una barriga enorme. Todos los jugadores son barrigones y ninguno tiene menos de 55 años. Hago una fotografía.

En las tribunas suena el barullo de la gente que anima al equipo Club Deportivo la 57, patrocinado por el Partido de la U. “No puede perder el equipo de la U por nada del mundo”, grita Óscar Hernández, el coordinador del Partido en Barrancabermeja.

Luego de una hora de juego, el equipo Huracán de Bucaramanga, vestido de rojo, está haciendo de las suyas con el equipo de la U, por 8 carreras a 1.

En las graderías hay un grupo de mujeres jóvenes, muy perfumadas y de siluetas generosas que parecen disfrazadas de Shakira y que definitivamente llaman la atención de la gente. Los hombres las miran. Ellas no gritan, ni hacen barra ni dicen nada.

A veces sonríen tras la coquetería de los hombres o luego de secretearse con los dirigentes del Partido de la U. Pero es imposible saber cuál será el motivo de su presencia en las graderías del diamante de sófbol. Siento curiosidad y le pregunto a una de ellas a qué vienen:

– Nosotras venimos a apoyar a nuestros amigos los candidatos -dice.

– Sí, entiendo, pero ¿y cómo se materializa el apoyo?

– Ah no, pues viniendo.

El equipo del Partido de la U pierde el encuentro por 18 carreras a 9. No obstante, van a festejar con 5 canastas de cerveza y un sancocho. Yo nunca había visto a tantas mujeres tomando cerveza al mismo tiempo. Los dirigentes del Partido no dan a vasto destapando cervezas. De pronto se excusan, se despiden y se van. “Los compromisos”, dice Lizcano.

Cuatro de la tarde

Taxi otra vez. En la sede del Partido no hay casi nadie. Tres niños corretean por dentro de las instalaciones mientas que un grupo de 5 estudiantes universitarios esperan la charla que darán los candidatos para explicar sus propuestas. Los dos computadores de la sede están apagados.

5, 6, 7, 8 de la noche. Ninguno de los candidatos aparece y el celador empieza a cerrar la sede del Partido: “Vengan la semana entrante para que escuchen a los candidatos que hoy ya no van a venir”. Y todo el mundo se pone de pie con mansedumbre y se va.

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