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‘Diatriba de amor’ en torno a la Constitución del 91

Jul 7, 2021 | Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas

Aunque ese jueves 4 de julio de 1991 en el Salón Elíptico del Congreso tuvo lugar una pomposa proclamación en la que los tres presidentes de la Asamblea Constituyente le anunciaron al país y al mundo el nacimiento de una nueva Carta Política, solo hasta las 12:06 de la madrugada del domingo 7, en la suite 1133 del hotel Tequendama, su secretario general Jacobo Pérez Escobar estampó la firma con la cual certificaba el contenido impreso en cada una de las 180 hojas de papel de seguridad, haciendo ahora sí oficial el documento de 380 artículos y 67 transitorios que transformaría sustancialmente la vida de los colombianos.

Lo que el conservador Álvaro Gómez Hurtado, el liberal Horacio Serpa Uribe y el exguerrillero del M-19 Antonio José Navarro Wolf rubricaron no fueron más que unas hojas en blanco, sin tener en realidad la convicción de cuántos artículos finalmente tenía la Carta Magna y mucho menos su contenido exacto.

Esos detalles del nacimiento de la Constitución del 91 fueron algunos de los invaluables recuerdos, aportes y análisis que del 1 al 3 julio pasados la Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas de la UNAB y su decana Lilia Aideé Velasco Abril propiciaron bajo el pretexto de un ‘Encuentro Generacional’, con el propósito de que  avezados magistrados y abogados, curtidos políticos, altos ex funcionarios, entusiastas docentes e inquietos estudiantes de Derecho rememoraran el contexto y discutieran los alcances de este documento que sustituyó a la vetusta Constitución de 1886 gestada por Rafael Núñez y Miguel Antonio Caro en el periodo llamado de la “Regeneración”.

Sin el improvisado brindis con vino de manzana de aquel día y sin sus colegas Álvaro Gómez Hurtado y Horacio Serpa Uribe -que ya partieron a otra dimensión-, fue Antonio José Navarro Wolff el encargado de abrir este evento virtual, así como el rector de la UNAB, Juan Camilo Montoya Bozzi, quien recordó ese primer artículo que consagra a Colombia como “un Estado social de derecho, organizado en forma de República unitaria, descentralizada, con autonomía de sus entidades territoriales, democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general”.

El ex ministro y ex gobernador de Nariño elaboró un marco histórico detallado de ese país que creía había tocado fondo con el magnicidio de los candidatos presidenciales Luis Carlos Galán Sarmiento, Jaime Pardo Leal, Carlos Pizarro Leóngómez y Bernardo Jaramillo Ossa, y esa nación consumida por el miedo derivado de los atentados criminales de los narcotraficantes que se negaban a ser extraditados, así como el accionar indiscriminado de grupos paramilitares y movimientos subversivos.

Navarro Wolff destacó la gesta espontánea de esos miles de jóvenes universitarios, entre los que se contaba el hoy docente de la UNAB David Augusto Peña, quienes entre 1989 y 1990 se organizaron y sacaron adelante el movimiento de la Séptima Papeleta que llevó finalmente a la elección de los 70 miembros –tan solo tres mujeres, María Mercedes Carranza, María Teresa Garcés, Aída Avella– que redactaron la Constitución del 91, permitiendo de esta manera que Colombia evolucionara de un Estado de derecho a un Estado social de derecho y soñara con una sociedad más igualitaria.

Sobreviviente de un ataque con granada en 1985 que poco le cuesta la vida, pero que le llevó a la amputación de su pierna izquierda y le dejó secuelas en su voz, Navarro Wolff apeló a su memoria para recordar con pelos y señales tanto nombres, como fechas y circunstancias de una Colombia que mientras se enjugaba las lágrimas tuvo el valor de sentar en la misma mesa a liberales y godos de todos los pelambres, así como a la guerrilla desmovilizada y otros actores de la vida nacional la Unión Patriótica, los indígenas y los movimientos cristianos.

Navarro Wolff y todos los demás participantes coincidieron en que la ‘reina’ de la Constitución del 91 ha sido la Acción de Tutela –que ya sobrepasó los nueve millones de casos–, pero también tienen un papel protagónico en la anhelada construcción de este ‘nuevo país’ la creación de la Corte Constitucional, el punto final al Estado de Sitio así como al pernicioso sistema bipartidista (liberales-conservadores), el paso a la democracia participativa, la pretendida y todavía no lograda descentralización, así como la autonomía del Banco de la República.

Igualmente se mostraron de acuerdo en que no se requiere una nueva Constitución, como han sugerido recientemente algunos dirigentes, sino aplicarla en la extensión de su palabra, lo mismo que mejorar la calidad del voto para que no sigan prevaleciendo los vicios clientelistas de los que este departamento de Santander ha dado pésimo ejemplo, con varios de esos ‘caciques’ en prisión o señalados de corruptos.

También participó Jaime Córdoba Triviño, primer Defensor del Pueblo que tuvo Colombia, quien resaltó precisamente a esa institución como una de las principales creaciones de la Carta del 91, por cuanto el Estado se funda en el respeto de la dignidad humana y por lo tanto debe garantizar el pleno goce de los derechos. Independencia y magistratura moral son los elementos que deben caracterizar, en su opinión, al también llamado “ombudsman”, que así no tenga poder sancionatorio puede movilizar a la opinión pública en defensa de los derechos humanos. “No es cierto que tiene que ser neutral. No, tiene que estar del lado de las víctimas”, acotó. Y aunque no se refirió puntualmente a ninguno de sus sucesores, enfatizó que “el defensor del Pueblo no puede estar ausente ni silencioso”.

Otro invitado fue el ex presidente de la Corte Constitucional, Manuel José Cepeda Espinosa, quien subrayó la generosidad y desprendimiento de los constituyentes, escuchando a los contrarios, reconociendo a los otros y dialogando para hallar salidas. Advirtió que la Constitución no esa especie de varita mágica que todo lo que toca lo cambia, pero resaltó el poder del constitucionalismo transformador que debe palpar los problemas de la sociedad y encaminarse hacia una solución.

Sin dudarlo un segundo, dijo que el principal logro ha sido la creación de la Corte Constitucional y señaló como ejemplo su papel a favor de los desplazados, quienes puede que pierdan sus derechos por las condiciones mismas, pero jamás su dignidad.

Fue Cepeda Espinosa quien por la época visitó en Cartagena a Gabriel García Márquez con el fin de pedirle sus luces en cuanto a la redacción de la Carta Magna, y el Nobel le respondió que la que estaba pésimamente escrita era la de 1886, proponiendo que en este nuevo Estado laico –neutral en materia religiosa– se fuera más universales y se hablara de los dioses de Colombia.

Décadas después y no frente a un pelotón de fusilamiento, la historia la ha dado la razón al hijo del telegrafista de Aracataca, pues la Constitución del 91 ha logrado mayor amplitud  en la materia, así algunos gobernantes insistan en encomendarse a la Virgen de Chiquinquirá y dejar la suerte del país en sus manos.

A su turno el ex constituyente Eduardo Verano de la Rosa, manifestó que su gran ilusión –como la de muchos–, es ordenar el país de una manera diferente, con autonomías regionales no de papel sino de verdad, para que por ejemplo un gobernador de los Santanderes o del Caribe se siente de tú a tú con el presidente de la República, ya que “el centralismo quiere tener vida eterna”. Y no es que esté promoviendo el separatismo, sino darle a las regiones la oportunidad de que se organicen y logren un mayor nivel de desarrollo.

Elogios y críticas, avances y retrocesos, reverencias y sarcasmos, aciertos y equivocaciones de un encuentro virtual en el que el abogado y columnista Ramiro Bejarano Guzmán señaló que “la Constitución se convirtió en un código al servicio de los ciudadanos con herramientas como la Acción de Tutela y se volvieron constitucionales las Acciones Populares y de Grupo, que no fueron inventadas en 1991”, enfatizando que sin el nuevo derecho muchos derechos no se hubieran podido obtener, como los de la población LGTBI o de los mismos trabajadores.

Antes de cederle el turno a su colega Alfonso Gómez Méndez –con quien estuvo de acuerdo–, calificó de nefasta la figura de la reelección autorizada por la Corte Constitucional, subrayando que “de eso no nos hemos recuperado”. También aseveró que la elección popular de gobernadores y de alcaldes, “es la semilla de la corrupción”.

El ex fiscal general y ex ministro de Justicia recibió el testigo y elaboró una larga lista de mitos, como que aquello de que el Estado social de derecho consagrado en la nueva Carta sea algo sin precedentes y aprovechó para sentenciar: “Hemos vivido del fetichismo constitucional, pensando que una nueva Constitución cambia todo”, invitando a que el país deje a un lado esa obsesión y proceda tal como lo ha hecho por ejemplo Estados Unidos, que se dedicó a construir nación mientras Colombia se enfocó en hacer constituciones o reformas, porque en este periodo van más de 55, sin contar la que el Congreso acaba de aprobar.

“Treinta años después me pregunto: ¿Hay separación de poderes? Y la respuesta es no”, dijo Gómez Méndez, poniendo de paso en entredicho la proliferación de organismos como la Fiscalía –“a la que le agregaron el embeleco del Sistema Penal Acusatorio” –, la Procuraduría y la Contraloría, que “casi siempre se quedan en abrir preliminares y no pasan de ahí”.

En su concepto, muchos colombianos venden el voto porque es lo poco que tienen para vender, mientras un francés o un estadounidense no incurre en esas prácticas porque tienen satisfechas sus necesidades básicas.

Otro mito en el que hizo énfasis Gómez Méndez es que la Constituyente se hubiera hecho para la paz, ya que el 9 de diciembre de 1990, día en que se eligió la Asamblea Nacional simultáneamente el presidente César Gaviria dio la orden de bombardear el campamento central de las Farc en ‘Casa Verde’.

Materia pendiente en la que el sociólogo y docente Eduardo Pizarro Leongómez fue categórico al afirmar que “a pesar del éxito de la Constitución del 91, no hemos logrado que la paz eche raíces”. Esa es una tarea. La otra, desde su visión, es el multipartidismo moderado y legítimo.

Así se cerró un encuentro generacional al que la profesora Osilda Ramírez catalogó de “diatriba de amor”, y del que los principales beneficiarios fueron los estudiantes de la UNAB, quienes ya podrán hablar con más autoridad de uno de los principales capítulos de la historia de Colombia.   

 

 

 

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