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Seguridad en fútbol, dolor de cabeza para la Policía

Jun 1, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Carlos Andrés Borja

periódico15@unab.edu.co


Los hechos de violencia ocurridos el 11 de mayo cuando un hincha fue asesinado dentro del estadio El Campín, de Bogotá, y otros 24 resultaron heridos en el partido Santa Fe-América, han puesto a pensar una vez más sobre la seguridad en los estadios y a los hinchas en sí es verdaderamente seguro asistir a los encuentros de mayor importancia.

Quizá de haber clasificado el Atlético Bucaramanga a los cuadrangulares finales del torneo colombiano, los controles de la Policía a más de un hincha no le habrían gustado. Pero, ¿cómo se ha manejado hasta ahora la seguridad en el estadio Alfonso López? ¿Qué medidas se toman antes, durante y después de los partidos para evitar hechos de violencia?

Según el patrullero Mauricio García, de la Oficina de Planeación del Departamento de Policía Santander, hay dos niveles de riesgo en los que se clasifican los partidos del Atlético Bucaramanga. En los de clase A hay mayor presencia policial por tener más afluencia de público: son contra América, Nacional, Santa Fe, Junior, Millonarios y Medellín, equipos que cuentan con barras numerosas. Además, son clasificados de alto riesgo ya que presentan gran número de peleas y choques entre hinchas.

"Para evitar disturbios, entre 300 y 350 hombres, incluido el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) y los Escuadrones de Carabineros, siempre están distribuidos dentro y alrededor del estadio", expresa García.

Los de clase B son cuando vienen equipos como Huila, Tolima, Pasto y los restantes, en los que el número de policías disminuye: entre 200 y 250 vigilan la seguridad, aunque las requisas continúan siendo minuciosas. El único sitio donde la seguridad sigue siendo alta es en la tribuna sur, en la cual la Fortaleza Leoparda, barra de la ciudad, apoya a su equipo del alma.

"Casi siempre hay 30 uniformados en la tribuna sur que se ubican en los costados o en la parte superior. Por si fuera poco, hay una sección (40 hombres) de la Esmad en la pista vigilando que no se presenten disturbios y en caso de haberlos para controlarlos", indica el miembro de la Oficina de Planeación de la Policía.

Ricardo Salazar, gerente deportivo del club Atlético Bucaramanga, cree que aunque los escuadrones antidisturbios siempre vigilan todos los partidos, no siempre van todos sus integrantes, que son alrededor de 120. "Cuando vienen equipos que casi no convocan a la hinchada, yo no creo que la Policía vaya a llevar a las tres o cuatro secciones de la Esmad que tengan, porque no hay necesidad. Aparte de que aquí la barra supuestamente brava, entre comillas, es la de sur y esa sola se controla con una sección", comenta Salazar, quien el año pasado dirigió la logística en el estadio.

Unidos para la seguridad

Wilman Guerrero Molano, gerente administrativo del club 'leopardo', explica que cuando el Bucaramanga juega la planeación comienza 8 días antes. "Yo envío a la Policía un informe diciéndoles que el partido es a tal fecha y hora, el equipo contra quien juega, la persona con la que van a estar coordinando la seguridad, y programamos una reunión el viernes junto con el jefe de logística, la gente de Prevención y Desastres de la Alcaldía, la Cruz Roja, Bomberos, integrantes de barras y la Policía", asegura.

Las reuniones son en el Comando de la Policía y ahí se tratan temas como el personal que va a ingresar, a qué horas abren las tribunas, a qué horas entran los vendedores, se elabora la orden de servicio o de operación, y se habla con las barras sobre el comportamiento y los objetos que les dejarán entrar.

"Por ejemplo, si se dejan entrar bengalas o la sal de nitro porque esa es una cuestión donde se maneja 'llama abierta', como los Bomberos las denominan, y de acuerdo con las circunstancias de seguridad que se representen ellos dan el concepto y se permite o no el ingreso de esos elementos", dice el patrullero García.

Los domingos de fútbol, a las 8 a.m. comienza un servicio preliminar por cerca de 30 policías, entre los que hay técnicos y guías antiexplosivos (que van con perros entrenados para estas misiones) quienes revisan tribunas, entradas y ponen las vallas para las requisas.

Según el patrullero Mauricio García, "el servicio como tal comienza a las 12:30 del día. Se hace una formación donde el comandante del servicio prevé la situación, la analiza, ubica a cada uno de los encargados de las tribunas, de los filtros de ingreso, ubica a los patrulleros a las afueras de estadio, es decir, pone en marcha todo el dispositivo de seguridad".

Mientras se abren las puertas de las tribunas, entre 1:30 y 2 p.m., los carabineros y la Esmad patrullan los alrededores del estadio. Faltando 15 minutos para iniciar el juego, la Esmad ingresa para controlar que los aficionados no entren a la pista ni a la cancha y, sobre todo, para evitar brotes de violencia.

Mientras tanto, en las puertas siguen los controles. "La requisa se hace para detectar objetos contundentes o elementos cortopunzantes, inclusive se prohibe el ingreso de correas con chapas grandes ya que pueden ser un medio de agresión", dice el patrullero García.

Al terminar el juego, la Policía no se va del estadio hasta que la mayoría de personas se hayan ido. Incluso hay ocasiones en que duran dos horas porque los hinchas se quedan tomando licor o gritando arengas. Y cuando hay barras de otros equipos, los sacan 15 minutos antes del pitazo final, los escoltan hasta los buses y les piden que se vayan lo más pronto posible, con el fin de evitar grescas.

Todo termina con un informe que el comandante de servicio le presenta al subcomandante operativo de Santander sobre lo que sucedió en ese día de fútbol.

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