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Sus manos la previnieron del cáncer

Sep 1, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Juliana Herrera
rherrera2@unab.edu.co

A Elvira Gutiérrez, de 63 años, le diagnosticaron cáncer de mama, el 18 de agosto
de 2005. Antes de ser valorada por un especialista, ella presentía que tenía esa enfermedad.

Una mañana mientras se practicaba el autoexamen, detectó en su seno izquierdo una pequeña masa.

De inmediato fue a ver a su médico general, quien en dos ocasiones y argumentando que la masa era muy pequeña, no consideró importante ordenarle algún examen que descartara el cáncer de mama.

“Fue hasta que mi hermana se hizo una mamografía. Yo insistí en que eso no era normal y me practiqué el examen”.

La masa encontrada en el seno de Elvira fue declarada como “sospechosa” por lo que le ordenaron practicarse una biopsia.

El resultado la devastó. Le confirmaron sus sospechas. La masa que medía 2 cm por 2 cm era maligna.

¿Por qué a mí? Era la pregunta que a diario Elvira se repetía sin que nadie pudiera explicar porqué ella, una mujer, que siempre había gozado de buena salud y que ocasionalmente acudía al médico por molestias menores, hoy estaba enfrentada a esa mortal enfermedad.

“Me voy a morir, eso fue lo primero que pensé.

Fueron momentos muy difíciles en los que lloré sin consuelo porque en mi familia nadie había resultado con eso y yo, de un momento a otro, tenía cáncer”.

Elvira no le comentó ni a sus hijos ni a su madre que padecía de este mal. Calló la mala noticia mientras se solucionaba la tutela que interpuso ante la EPS (Salud Total) donde está afiliada, ante la negativa de cubrimiento del tratamiento que debía recibir prontamente.

El fallo la favoreció. Pasó por las manos de un especialista y luego por las de un oncólogo.

En la junta médica determinaron practicarle 3 sesiones de quimioterapia, una cirugía en la que le extraerían la masa, luego de esta intervención, recibiría 3 sesiones más de quimioterapia y 25 de radioterapia.

Final mente ella rompió el silencio y les comunicó a sus hijos y hermanas que debía someterse a los dictámenes médicos para salvar su vida.

Hoy a un año de ser diagnosticada, su madre, doña Josefina Mantilla de 86 años de edad, aún no sabe que su hija tuvo cáncer y que la cabellera que hoy luce no es natural, producto del agresivo tratamiento que recibió.

“Nunca se le dijo nada a mi mamá porque podía ser peor para ella, llevamos 10 años viviendo solitas y una noticia como esa la puede deprimir, por eso callé”.

Aunque Elvira toleró la quimioterapia no dejó de sentir mareos y malestar, perdió el apetito e incluso llegaron a fastidiarle el olor a comida y hasta los alimentos de color amarillo, perdió seis kilos en un año, hoy pesa 58.

A los 20 días de la primera sesión de quimioterapia, ya había perdido la totalidad de su cabello “perdí peso y pelo (risas) pero qué importaba que se me cayera el cabello, lo importante era combatir la enfermedad, lo demás era llevadero”, dice.

Esta lebrijense siempre tuvo claro que si se quería sanar de “ese cangrejo que avanza hasta que las raíces se aferran a los órganos”, debía mantener viva la esperanza de su recuperación.

Su fuerza más grande y el motor que alimentó su deseo de vivir fue Dios, el apoyo de sus cuatro hijos, 10 nietos y cinco hermanas, quienes durante su tratamiento y lucha contra la enfermedad, la motivaron a seguir adelante.

Ahora sólo le restan 3 sesiones de radioterapia. Elvira Gutiérrez sabe que gracias a que sus manos detectaron el mal a tiempo, hoy cuenta con orgullo que es una sobreviviente de la batalla en contra del cáncer.

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