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Tras el volante de un amarillo

Oct 8, 2007 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Rebeca Luc?a Galindo

rgalindo@unab.edu.co

Cuando llegaron, la ni?a se toc? las piernas y le dijo: "?Ay se?or!, es que no tengo plata, d?jeme aqu? y yo mejor le muestro algo". "No, ?c?mo se le ocurre?", dijo ?l; "Es que a mi me gustan los viejos", dijo ella; "pero a mi no me gustan las ni?as", respondi? ?l, "?b?jese!".

A veces, para Julio Flores es mejor no cobrar por la carrera para no meterse en l?os; detr?s del volante se ve de todo y ?l recuerda con tristeza el episodio de esa ni?a de 15 a?os extendi? su brazo derecho en direcci?n a la calle para llamar su atenci?n. Flores detuvo su taxi junto a ella y vio, disgustado, como la ni?a abri? la puerta delantera, "Al barrio Santander, por favor", le hab?a dicho. "A mi no me gusta que se me sienten al lado", dice enojado, "yo s?lo quiero trabajar".

Pero a pesar de que no le gusten menores, Flores le lleva 66 a?os de diferencia a su alma gemela. Se trata de un Hyundai ?ltimo modelo, "yo le hablo con por las ma?anas y cuando lo guardo, es como si fuera el amigo de uno", dice orgulloso de su hoja de vida y veh?culo impecable. Desde que aprendi? a manejar a los 12 a?os, nunca le han puesto un parte ni ha tenido accidentes; "yo aprend? solo, viendo a mi t?o que manejaba un cami?n Ford 46". Cuando se le pregunta por el secreto para ser un conductor "invicto" luego de m?s de medio siglo tras el volante, su respuesta es sencilla: "ser prudente y manejar tranquilo, porque hay unos que llevan esos carros como locos, parecen culebras".

Con las bisagras pegadas

Eran las diez de la noche piloteaba mi nave
Era mi taxi un VolksWagen del a?o 68
Era un d?a de esos malos donde no hubo pasaje
Las lentejuelas de un traje me hicieron la parada
Era una rubia preciosa llevaba minifalda
El escote en su espalda llegaba justo a la gloria
Como la canci?n "Historia de un taxista" de Ricardo Arjona, le pasa a muchos conductores que "se pasan de lisos". Seg?n Ram?n Cediel, quien ya lleva 16 a?os en el negocio, "a veces la mujer es un poquito m?s callada, de menos confianza. Uno trata a veces de formar charla y no le hablan". "Tal vez piensan que uno es un viejo malgeniado", dice Flores o "creen que si uno les habla es porque ya les est? echando los perros", agrega otro taxista: "Hay unos jovencitos ?cocacolos? que se levantan a las ni?as. Yo ten?a un conductor que me entregaba el carro con la libreta llena de n?meros de tel?fono de muchachas".

Conquistadores o prudentes, los conductores de amarillos coinciden en que la edad s? los diferencia mucho los unos de los otros. Como los colegas de Flores que "ya est?n viejitos, hay unos que manejan y otros que est?n pensionados y ya se ?arruncharon?, pero yo a?n me siento con energ?as".

Jorge Quintero viste una camisa blanca estilo guayabera, tiene todas sus canas peinadas hacia atr?s y brillan con la luz naranja dentro del carro; hace cerca de tres a?os est? en este oficio, "pero como conductor, toda la vida". A pesar de que anda "malito de sencillo", no frunce las cejas ni rega?a a sus pasajeros, as? que trata de relajarse y hace caso omiso a los pitos y "trancones" que abundan por las calles. Junto a su puerta mantiene una cajita de pastillas para aliviar el dolor que espor?dicamente le afecta los ri?ones, nunca hab?a sufrido de nada parecido, pero dice que todo es culpa de la "tranconera" y el estr?s. "Todo el d?a aqu? sentado en una misma posici?n; se entume uno, como decimos nosotros: las bisagras se van pegando".

Infidelidades y pu?ales

El ladr?n estaba cantando himnos adventistas en el momento en que apret? su cuchillo contra la cintura de Ram?n Cediel. ?l piensa que fue una se?al de Dios para que no lo mataran y no recuerda a los bandidos con remordimiento. En el barrio Antonia Santos Sur eran las dos de la ma?ana. Se trataba de "dos muchachos que recog? en la Gonz?lez Valencia con calle 56, me dijeron que los llevara a San Mart?n. Los llev? y cuando ?bamos llegando me dijeron: ?d?jenos aqu?? y en ese momento me colocaron dos cuchillos, uno atr?s y otro adelante, yo me qued? quieto; el que estaba atr?s me chuz? nueve veces el hombro y yo le dije ??porqu? me chuza? Tome la plata pero no me chuce?". Cediel dej? que tomaran todo el dinero y volte? para ver el rostro del ladr?n que iba atr?s, ?ste lo apu?al? de nuevo y comenz? a insultarlo; pero de pronto la m?sica del casete que estaba sonando iba acompa?ado por el ladr?n que estaba adelante. "?B?jese, b?jese ya!" le grit? a su compa?ero del asiento trasero. "?l se dio cuenta que yo no era una persona agresiva y no me hicieron m?s nada. Del af?n que llevaban, dejaron caer algo de plata y con eso fui al hospital y me hice curaciones". Desde ese d?a, Cediel no recoge "caras sospechosas" y se limita a decir con su voz pausada y casi imperceptible que el oficio de taxista no es para todo el mundo. "?Se escuchan unas cosas!", exclama; pero no da detalles, como si el trato con los pasajeros fuera un acuerdo de confidencialidad sin firmar.

Lidiar con ladrones, pasajeros dif?ciles y borrachos refuerza el car?cter del m?s d?bil, no todos deciden trabajar de noche, a pesar de que se "hace buena platica". Julio flores no da muestras de inter?s para trabajar en estos horarios, su rutina va de siete de la ma?ana a seis de la tarde con parada para almorzar en la casa y "echarse una siestica"; sin amor por el trago, el f?tbol o el billar, ?l afirma que su pasatiempo es su trabajo, "salgo contento todos los d?as y llego contento", afirma mientras se aterra con las an?cdotas de los taxistas nocturnos. ?l siempre lleva una tarjeta de la Sant?sima trinidad y el salmo 91 a un lado del parasol por protecci?n, "cargo un escapulario en la cartera y rezo antes de salir".

Los usuarios de taxi sabr?n de robos y borracheras, pero poco imaginan de un servicio extra que muchos m?viles bumangueses prestan por quince mil pesos la hora y cita previa. Si se sospecha de alguna infidelidad, es posible llamar y pedir el servicio para comprobarlo; un taxi lo recoger? en la puerta de la casa y seguir? todas las instrucciones: "esp?reme aqu?", "ll?veme all?", "s?galo a ?l"? todo, para descubrir al "otro" con las manos en la masa.

Cediel ha prestado este servicio de acompa?amiento de espionaje seis veces y en todas las ocasiones lo han pedido mujeres, "de pronto las mujeres son mas celosas? o los hombres m?s infieles", afirma tratando de explicar el fen?meno. Pobres y ricas por igual se arriesgan a espiar a sus parejas para ratificar sus sospechas. "Sacan el dinero de donde sea, una vez hice el servicio por hora para una muchacha que viv?a en el Norte y ten?a pocos recursos, y efectivamente, vio que el novio la enga?aba".

Desde matrimonios destruidos y l?grimas de desilusi?n atracos son s?lo algunas de las situaciones que los taxistas en Bucaramanga soportan, carrera tras carrera, para hacer su trabajo. "Hay pasajeros que no les gusta charlar; tal vez la mayor?a de las personas tienen una imagen del conductor que es negativa, que el conductor es un se?or malgeniado, o que es una persona de poco estudio y a veces no le charlan a uno", asegura Cediel. Por otro lado, Flores acomoda sus gafas y r?e recordando que cuando empez?, el pasaje en bus val?a diez centavos y la carrera 15 era una sola v?a; "antes los pasajeros eran muy decentes, ahora pelean con uno, le sacan la madre. No pelo con los pasajeros porque les busco la charla; desde que uno converse, ellos no tienen porqu? pelear; hay que atenderlos como si fuera una oficina".

Los moscos

Alguien sale de un centro comercial con tres paquetes en las manos, la bolsa que lleva del lado izquierdo parece pesar bastante por la forma como la persona se arquea, frunce el ce?o y se acomoda para liberar una de sus extremidades. Los motores se alistan, desde los retrovisores se ven unos a otros amenazantes y como si se tratara de un duelo de vaqueros del lejano oeste, se lanzan cuales chulos a la primera muestra del brazo que se extiende. Jorge Quintero es uno de estos conductores denominados "moscos" porque se "mantienen un rato aqu?, se va para all?, vol? y despu?s se par? en otro lado? se mantiene dando vueltas" para buscar la carrera y, en ocasiones, pelearla.

En un buen d?a de trabajo, desde las cinco de la ma?ana hasta las tres de la tarde, es posible hacer cerca de 30 carreras y ganar entre 80 y 100 mil pesos. De ah? se toma algo de dinero para ?tanquear?, para pagar la administraci?n del taxi y el servicio de radiotel?fono (si se tiene). Para Cediel, los mejores d?as son los viernes, s?bados, algunos domingos y los lunes. "El lunes la gente viene de descansar y se atrasan mucho, se levantan tarde, de ah? la necesidad del taxi, esta la soluci?n a todas las emergencias para llegar temprano".

Pensionados y otros en espera a ser pensionados encuentran en el taxi un buen ingreso para sus necesidades, pero Quintero, que antes manejaba camiones, no lo cree as?: "Esto es como tener el diario, no m?s, no se hace mas nada. El que diga que hace plata con el carro es un mentiroso".

El cupo para tener un m?vil en Bucaramanga cuesta entre 38 y 40 millones de pesos, esto no incluye el carro ni los papeles necesarios; sino el s?lo derecho que tener uno de los 6.608 taxis que pueden circular legalmente. Nelly Mar?n, funcionaria de la Subdirecci?n de Planeaci?n e Infraestructura del ?rea Metropolitana de Bucaramanga, revisa su librito de leyes y decretos para nombrar bien las normas que rigen al transporte p?blico. La oficina es nueva con esta responsabilidad que hace dos a?os pertenec?a la Direcci?n de Tr?nsito. "Tenemos registro de 100 taxis ?piratas?" (que han sido multados por prestarse de colectivos), asegura Mar?n leyendo una tabla en su computador.

Las 25 empresas que administran a los carros amarillos no siempre tienen el control total de las actividades de ?stos; por ende, el servicio de "taxi colectivo", visto con normalidad por los usuarios, puede tener sanciones tan severas como la suspensi?n temporal de la licencia. Para curarse en salud, los conductores deben estar pendientes de renovar la llamada ?tarjeta amarilla? cada dos meses; los incidentes de paseos millonarios y problemas de seguridad han tenido como consecuencia un requisito que estaba en papel pero que apenas se est? cumpliendo hace cuatro meses: el pasado judicial.

A principios de los 90, cuando Cediel empez? a manejar taxi, no le exigieron muchos papeles, "solamente tener pase y saber manejar. Yo s?lo hice el bachillerato, pero me hubiera gustado seguir estudiando", dice mirando lejos. Por otro lado, cuando a Flores le dieron su primer pase a los 14 a?os, le cost? 25 centavos y ten?a escrito "Pase de chofer mec?nico"; ?l todav?a recuerda el n?mero: 773070. "Cuando lo saqu? a uno le ense?aban mec?nica, ahora se lo dan a cualquiera".

En grandes metr?polis como Nueva York, los taxistas deben ser mayores de 19 a?os, pasar un examen f?sico y de ingl?s y aprobar las 40 horas de clase en la Taxi Driver's School para aprender sobre cortes?a, normas legales y v?as de la ciudad. En Par?s hay cerca de diez escuelas de formaci?n para taxistas y en Barcelona existe la Escola del Taxi, donde deben memorizar los sitios tur?sticos y saber comunicarse en varios idiomas. En Bucaramanga, la C?mara de Comercio coordin? el a?o pasado el programa "Conductor Profesional de mi ciudad" en el que se capacitaron cerca de 600 taxistas del ?rea metropolitana; durante 20 horas, los conductores aprendieron turismo y atenci?n a los usuarios.

Pero para muchos conductores, la escuela es la calle; "aqu? hay se?ores de edad, gente joven, gente que no tiene ning?n tipo de educaci?n, s?lo les preguntan: ??usted sabe manejar?? y ya. Pero no le han ense?ado las cualidades que debe tener para atender a la clientela; hay unos groseros en pantaloneta y chancletas, esa es una presentaci?n rid?cula? ?y con un vocabulario tenaz! Veo que son muchachos vulgares y pienso:?por qu? le dan las llaves a un pat?n de esos??", exclama preocupado Quintero.

Viejos, j?venes, groseros o amables, los taxis y sus conductores han estado en el mundo desde hace m?s de 500 a?os; la idea se le ocurri? a un holand?s llamado Franz Von Taxis (de ah? su nombre) y desde entonces, ha sido una palabra empleada universalmente en todos los idiomas.

La imagen que tienen sus usuarios de quien los transporta depende de la afinidad que pueda existir entre ambos, a pesar de que se consideran comunicativos, admiten que sus pasajeros casi no los tienen en cuenta. Pero "cuando lo oyen hablar a uno, cambia la imagen y entablan conversaci?n, se bajan con otra imagen del conductor", reconoce Cediel.

Mientras los ?moscos? rondan la ciudad, una joven camina por el centro, lleva un pantal?n ajustado y una blusa que deja ver el ombligo. Aguien la persigue, parece silbar, ella trata de caminar r?pido para ignorarlo, pero ?l va en su auto amarillo y la alcanza satisfecho despu?s de mirar con paciencia la ?retaguardia?. "L?stima que soy pobre", dice dulcemente mir?ndole la cara, "pero tengo un gran coraz?n"; acelera su taxi de luces azules, rines platinados, un adhesivo que dice "C-B Bien" y reggaet?n a todo volumen para buscar la pr?xima carrera; se lleva consigo su gran coraz?n, al que le cabe toda una Bucaramanga que no siempre le sale bonita pero no por eso la discrimina.

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