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Artistas con discapacidad protagonistas en el escenario

Oct 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por: Rebeca Lucía Galindo
rgalindo@unab.edu.co
“¡A vivir!”, exclama Juan Carlos Díaz, bailarín barranquillero con síndrome de down, cada vez que alguien le pregunta a qué se dedica. Junto con él, artistas discapacitados de Yumbo (Valle del Cauca), Sabanalarga (Atlántico), Barranquilla, Bogotá, Medellín y Caracas (Venezuela) llegaron a Bucaramanga para demostrar que viven del arte.

“Hace que se sientan útiles en la sociedad en la que están diariamente…el arte los hace felices”, afirma Jesús Alfonso Baloda, profesor encargado de Díaz.

La idea del evento la tuvo Carlos José Ramón, trabajador social de la Universidad Industrial de Santander (UIS) y director ejecutivo de la fundación de apoyo a niños con discapacidad que lleva su nombre. La experiencia personal como paralítico cerebral lo llevó a fundarla hace siete años con el subtítulo “mi pie izquierdo”.

Durante las funciones tiene más trabajo que nunca. Recorre los camerinos e intenta controlar a todos los niños artistas que se acercan a saludarlo. Su objetivo se enfoca en una palabra que menciona con frecuencia: la integración; es decir, los espacios escolares y culturales en los que convivan niños con y sin discapacidades.

Este es el desafío que Ramón y otras organizaciones del evento, como la Asociación Colombiana de Padres con Hijos Especiales (ACPHES) promueve.

A pesar de ser de ámbito nacional y con invitados internacionales, el festival no se realizó en Bogotá. “Yo soy de Bucaramanga y trabajo acá”, recalca Ramón. La iniciativa la tuvo a partir de su experiencia con el teatro, pues lo ayudó a mejorar sus habilidades comunicativas y corporales.

“El teatro sigue siendo uno de los mecanismos por los cuales he podido mejorar mi calidad de vida”, afirma.

El festival contó también con espacios de exposición de arte especial, entre ellas la muestra de pinturas y esculturas creadas por artistas con discapacidad expuesta en la Casa de la Cultura Custodio García Rovira.

Así como la exposición en la Alianza Francesa “Contacto” de Jorge Iván Restrepo, artista antioqueño que ha trabajado con esta muestra itinerante Arte para invidentes fuera del país.
Cerca de una decena de ‘cuadros para tocar’ están colocados especialmente para contempladores ciegos; desde la justificación de la obra hasta las fichas técnicas de las pinturas están escritas en Braille (sistema especial de escritura en relieve para lectores ciegos). Para ‘ver’ la exposición es necesario cerrar los ojos y explorar el arte desde otras sensibilidades.

Vibraciones en la piel
Los aplausos con las palmas no tienen tanto sentido para los músicos sordos como lo tiene su propia manera de aplaudir: levantan los brazos a los lados de la cabeza y giran las manos enérgicamente.

Al final de cada canción, todo el auditorio parece una multitud de manos que agitan sus palmas en silencio.

Los músicos sordos del Instituto Centrabilitar concuerdan en que para enseñarle a las personas oyentes a ‘Escuchar el silencio’, nombre que lleva el programa, es necesario oír con la piel y “sentir la música a través de los pies….es muy fácil”, opina Javier Andrés Bernal, integrante del grupo.

Su madre y traductora, Alba Uribe Zambrano explica el proceso del niño: “Primero ellos tienen que conocer su lenguaje; es básico aprender el lenguaje de señas. Luego pueden ver la posibilidad del habla, allí aprenden a experimentar los sonidos”.

Clara Chacón, profesora de los músicos, utiliza una metodología alemana para aprender las notas musicales a través de gestos; así es como los grupos de Escuchar el silencio han integrado, desde hace cinco años, cerca de 80 artistas oyentes y sordos.

Cuando le hablan, Laura Cristina Trillos, violinista del grupo, no mira a los ojos de las personas, y no es porque quiera evadir la mirada, sino porque les lee labios…ella ‘escucha’ con la vista.

Su primer audífono lo tuvo a los 5 años; sin embargo, aún no puede escuchar bien los sonidos agudos. A pesar de lo anterior, decidió aprender a tocar el violín que sus padres le regalaron de Navidad.

“Hay algunas notas que todavía no alcanzo a escuchar”, cuenta. Desde primaria, Trillos siempre tuvo una educación integrada con niños oyentes; “lo difícil fue el bachillerato, uno se encuentra con un ambiente muy pesado porque la gente no sabe tolerar la diferencia. Fueron años duros, a veces quería salirme del colegio”, dice volteando los ojos cuando recuerda.

El telón no se ha cerrado
Para bailar tango, las piernas no son siempre necesarias; al menos eso se expresó en el acto final en la noche de la gala del Primer Festival Nacional de Arte Especial. Fabiola Escórida, intérprete hace dos años del grupo venezolano Tránsito Danza Integrativa, cuenta cómo se unió a las artes:

“Me pareció un poco extraño que me invitaran a bailar si yo estaba en silla de ruedas; pero fui a un ensayo y me pareció maravilloso ver todo lo que realizaban. Nunca hubiese visto el mundo como lo veo ahora”.

Su compañero de baile, Jorge Fidel ha vivido y bailado en silla de ruedas por 34 años. Una de las razones más fuertes que lo impulsan a bailar es “demostrar que las personas con discapacidad son capaces de llegar más allá de lo que la gente se imagina”.

Mientras se arreglan, los artistas comentan la narrativa de su presentación, “es melancolía, pasión, seducción, jaleo…” dice Escórida mientras termina de maquillarse los ojos con sombras grises.

Al recordar su historia como minusválida, expresa: “Cuando me estaba iniciando en este nuevo mundo en el que uno vuelve a nacer, me molestó la forma como me veían las personas; esa cosa lastimera y de compasión.

…Pienso que todos tenemos discapacidades; estoy a favor de la lucha y de quitarse el letrero de lástima”.

Tras los telones, los ansiosos artistas esperan el momento de salir a escena; algunos calientan y otros se relajan conversando ya que los inconvenientes a última hora siempre se presentan.

Por ahora, ellos se siguen preparando para que sus artes sean vistas a la par de las de los demás; pero antes que nada, que ellos, como seres humanos de sensibilidades especiales, se integren plenamente en una ciudad que aún los mira de soslayo.

“Yo le diría a la sociedad que hay que romper todos esos esquemas”, comenta Carlos José Ramón, promotor del festival; y antes de levantar su pie izquierdo para seguir caminando entre los camerinos, apunta: “Yo ya di el primer paso, pero la sociedad no lo da”.

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