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Competitividad y liderazgo, el camino para Santander

Jul 23, 2007 | Institucional

Cuando hace unas semanas recibí la invitación del Señor Rector, Alberto Montoya Puyana, para dirigir unas palabras durante la ceremonia de graduación, acepté sin vacilaciones movida por la admiración que despierta en mí esta Institución que viene formando desde hace 55 años profesionales integrales, ciudadanos valiosos que han contribuido a resaltar la importancia de la región y al engrandecimiento de la nación. Y es por eso que me siento honrada de estar aquí, dirigiéndome a ustedes en un momento tan importante de sus vidas, para compartir algunas reflexiones.
No saben ustedes cuán importante es entender el papel determinante que juega la institución en la que uno se forma profesionalmente y el sello indeleble que deja en la forma de actuar, reaccionar y afrontar diversas situaciones de la vida. Colombia necesita profesionales con visión humanista, con criterio propio, autodeterminados, individuos capaces de manejar las circunstancias en lugar de dejarse limitar por ellas, personas dispuestas a romper paradigmas y a transformar esquemas, que se constituyan en un factor de cambio para el país. Personas que tengan el valor de ser y de trascender, que trabajen con ardor y perseveren en la decisión de no dejar las cosas igual como las encontraron.
Sin duda, la Universidad que les concede el grado es una de las mejores y cumple a cabalidad con la tarea de formar profesionales con alto sentido de la ética y de la responsabilidad social. No podía esperarse otra cosa de la institución fundada por ciudadanos ejemplares como Alfonso Gómez Gómez y Armando Puyana Puyana, entre otros, personas convencidas de que la educación es la mejor vía para el desarrollo. A raíz de su reciente fallecimiento, escribí en una columna en la que decía que Don Armando concebía los negocios como una oportunidad de mejorar la calidad de vida de las personas de su comunidad, antes que como una vía para enriquecerse, y que su enorme generosidad y vocación de servicio lo hacían un maestro en eso que hoy es el tema de moda, la responsabilidad social empresarial. El de Don Armando, es pues un ejemplo a emular por las nuevas generaciones de profesionales.
Ustedes tuvieron la posibilidad de culminar una educación universitaria y eso constituye un privilegio en Colombia donde sólo el 5% de sus habitantes llegan a ser profesionales.  Y los privilegios, como los honores, conllevan responsabilidades para con la sociedad, más aún en un país con tantas desigualdades como el nuestro.
No importa qué carrera hayan elegido, deben tener siempre claro que se prepararon para ser útiles a la sociedad y para ser más completos y felices como personas. Es imposible realizar una buena vida personal manteniéndose a distancia de la sociedad, por imperfecta que esta sea. Todo sería mucho más fácil si sólo fuéramos responsables de nosotros mismos, pero las cosas no funcionan así. Un ingrediente imprescindible para tener una vida satisfactoria es asumir una responsabilidad activa respecto del resto de la humanidad y del mundo del que formamos parte. Los budistas dicen: ¿Actúa siempre como si el futuro del universo dependiese de lo que tu hagas, y al mismo tiempo ríete de ti mismo por pensar que cualquier cosa que hagas significa algo¿. De acuerdo con esta filosofía, contribuir al mantenimiento del orden del universo se convierte en nuestra propia recompensa.
Ustedes fueron formados para ser los líderes de sus comunidades. Tendrán grandes responsabilidades económicas, políticas y sociales y por ello deben aprovechar cada oportunidad que se les presente para influir positivamente en su entorno y hacer de éste un mejor lugar dónde vivir, tanto para ustedes como para las generaciones futuras.
Es mucho lo que hay por resolver. Nuestra sociedad enfrenta el reto de la pobreza de la mayor parte de sus habitantes y el país aún no tiene un camino claro para avanzar hacia estadios superiores de desarrollo. Estudios recientes han concluido que a pesar de las mejoras macroeconómicas internas, la competitividad de Colombia no ha mejorado y tiende a empeorar; que el país perderá rápidamente la posibilidad de incorporarse al grupo de países con ingresos medios durante este siglo XXI y que el bajo Producto Interno Bruto per cápita que tenemos se debe a la baja productividad laboral en casi todos los sectores.
Actuar para revertir estas tendencias desalentadoras debe ser prioritario. A pesar de todos los problemas que la aquejan, nuestra patria vale la pena y la solución de sus problemas requiere de un gran compromiso de su gente para transformar esa realidad.  Ese es el reto que ustedes tienen por delante. Han venido a la academia para recibir una formación de calidad y han adquirido las competencias necesarias para aportarle significativamente a la sociedad. La academia, como fuente de conocimiento práctico, tiene un enorme poder de transformación. Coincido con la ministra de Educación, Cecilia María Vélez White, cuando afirma que cuando uno conoce el poder de los sistemas de información y entiende que la información es la base para la toma de decisiones y el diseño de las políticas, llega a la conclusión de que la técnica es crucial en cualquier transformación y que el desarrollo científico y la innovación pueden transformar la realidad. Me atrevo a decir que el conocimiento y la tecnología hacen la diferencia. Eso significa que el principal recurso productivo que tiene un país para crecer y desarrollarse ya no es la tierra, ni la mano de obra barata, ni los recursos naturales. Es el conocimiento. Y para lograr un crecimiento sin desigualdades, con justicia social, con equidad, como es lo ideal, no hay un mejor instrumento que la educación, porque la única posibilidad de acortar la brecha que hay entre un niño pobre y un niño rico al nacer, es que tengan acceso a la misma calidad de educación.
Déjenme citar solo un ejemplo particularmente interesante, el de Corea del Sur. Con indicadores inferiores a los de Colombia hacia 1960, hace unos 30 años el Gobierno coreano decidió invertir todo lo que fuera necesario para garantizar el acceso de todos sus habitantes a la mejor educación, con cobertura total y con las mejores herramientas tecnológicas. ¿Cuál fue el resultado?  En una sola generación, en tan sólo 15 años, el país dio un vuelco en su productividad laboral y la prosperidad llegó, además con una mejora notable en la distribución del ingreso. Hoy su ingreso per cápita es siete veces mayor que el de Colombia.
Se estarán preguntando ustedes: ¿Qué puede hacer un país como el nuestro para adelantar una estrategia con similares resultados? La primera respuesta es que, puesto que el mundo está dominado por una economía de mercado, hay que ser competitivos en el mercado global. A su vez, para que el país sea competitivo, se requiere tener productividades iguales o superiores a las mejores del mundo en unos productos que a la vez sean importantes dentro del total de ingresos de la nación y como generadores de empleo. Y para tener mejoras sustanciales en la productividad, se requiere innovar y por tanto, una de las principales estrategias de los gobiernos debe ser el fortalecer la capacidad de producir conocimiento útil,  aplicable en las empresas.
Adivino que la siguiente pregunta que se harán es: ¿qué ha hecho Colombia para mejorar sus índices de desarrollo y combatir la pobreza? ¿Cuáles han sido las estrategias y con qué resultado? Tal vez fue respondiendo a estas mismas preguntas como el presidente Álvaro Uribe Vélez y su equipo de gobierno entendieron que se requiere una fuerte alianza entre el sector público y la sociedad civil, donde cada quien juegue el rol que le corresponde (el Gobierno creando las condiciones para que exista el mejor ambiente productivo para hacer negocios, los empresarios liderando la creación de valor, la academia produciendo conocimiento…) pero donde todos compartan una visión común de país y articulen sus esfuerzos para lograr unas metas concretas en el corto, mediano y largo plazo. Podemos congratularnos de que, en buena hora, el Gobierno nacional decidió escuchar a los empresarios para generar el círculo virtuoso del crecimiento de la productividad y el empleo.
Para hacer operativa la alianza, mediante Decreto 2.828 de agosto de 2006, el Gobierno nacional organizó el Sistema Administrativo Nacional de Competitividad y creó la Comisión Nacional de Competitividad como órgano asesor del Gobierno nacional y de concertación entre éste, las entidades territoriales y la sociedad civil, en temas relacionados con la productividad y la competitividad. Dentro de la estructura del Sistema, las Comisiones Regionales de Competitividad son vistas como una forma de organización institucional para fortalecer los diferentes espacios de concertación entre los actores públicos y privados, y las organizaciones cívicas y sociales de la región.
La Cámara de Comercio de Bucaramanga, en cumplimiento de su misión de promover el desarrollo económico y social de la región y con el buen juicio de trabajar en la línea (y no en contravía) de las políticas estatales, se había anticipado y antes de que el Gobierno emitiera su decreto, había contratado al Centro de Competitividad y Estrategia de la Universidad de los Andes para organizar talleres de competitividad en los que se utilizó la metodología del profesor Michael Porter. Durante el segundo semestre del año pasado fueron convocados  la Gobernación de Santander, las alcaldías del Área Metropolitana de Bucaramanga, concejales, el Sena y la sociedad civil, incluyendo dentro de este término, las agencias de desarrollo local, las instituciones de apoyo, los empresarios, los gremios, y los representantes de la academia y de las organizaciones de trabajadores. Como resultado de esos talleres, los participantes determinaron comprometerse a liderar acciones estratégicas encaminadas a la conformación de una iniciativa de competitividad para Santander. Aglutinados alrededor del liderazgo de la Cámara de Comercio, este grupo fue el primero en ser reconocido por el Gobierno nacional en diciembre de 2006 como Comisión Regional y parte integrante del Sistema Nacional de Competitividad, convirtiéndose en una instancia representativa para promover dinámicas productivas que potencien el desarrollo productivo y generen entornos competitivos e innovadores. A partir de esta semana asumí como su directora ejecutiva.
Uno de los objetivos es que Santander encuentre rasgos particulares que diferencien su ambiente de negocios y calidad de vida de los de otras regiones del país y del mundo, de manera que podamos atraer inversionistas que quieran instalar aquí sus empresas. Otro, es definir en qué productos con potencial exportador podemos ser competitivos, entendiendo que son los sectores exportadores los que pueden crecer sin límite porque tendrán como clientes potenciales los 6.000 millones de habitantes del mundo y no sólo los 42 millones de colombianos.
Nuestra joven institución ha comenzado un proceso de largo aliento, y hemos tomado las previsiones para que perdure en el tiempo. Nosotros creemos que hay elementos de éxito en esta iniciativa. Para empezar, es muy positivo que exista la voluntad manifiesta de toda la sociedad para conformar una institucionalidad que busca promover la competitividad, fortalecer los espacios de concertación y tener una fluida interlocución con el Gobierno nacional. Por otra parte, el liderazgo y el predominio de los empresarios en la iniciativa regional, serán elementos fundamentales para garantizar la continuidad y consistencia a través del tiempo, de  manera que los cambios de gobierno no representen una amenaza para el proceso, como tampoco la financiación, que recaerá principalmente sobre el sector privado.
Para racionalizar el número de instituciones, la Comisión acogerá en su seno todo lo rescatable de anteriores instancias de concertación y planeación regional y articulará acciones con aquellas que tienen fuerza propia y resultados probados (Carce, Mipyme, Consejo de Ciencia y Tecnología, Consejo de Planeación, Asuntos Laborales, etc.)
Para comenzar tenemos ya importantes retos, dentro de los cuales está facilitar y promover la concertación regional para invertir los recursos provenientes de las privatizaciones de Ecogas y la Electrificadora de Santander; definir metodologías de trabajo para el desarrollo de clusters; crear un observatorio de competitividad que diseñe unos indicadores y les haga seguimiento para medir resultados en el tiempo; posicionar el tema de la competitividad como asunto prioritario en el debate electoral regional de 2007; acompañar y promover iniciativas como un Bureau de Covenciones, una Zona Franca para el departamento, una estrategia de Marketing Territorial y desarrollos de infraestructura de transporte y servicios, entre otros.
Les he hablado de la Comisión de Competitividad por dos razones. La primera es que su rector, así me lo ha pedido. Él y su equipo directivo han entendido mejor que nadie lo que significa esta iniciativa para la prosperidad del departamento. Han comprendido que es necesario que la empresa y la universidad se acerquen para conversar y establecer una relación gana-gana entre el saber y la experiencia, que estimule la investigación y la innovación.
La segunda razón es motivarlos a conocer nuestra Comisión de Competitividad y aportar a ella desde cualquier posición en que se desempeñen. La Comisión, que está conformada por 31 miembros, 24 en representación de la sociedad civil y siete del sector público, tiene muchas más personas colaborando en las mesas de trabajo conformadas para analizar temas cruciales. Es una organización abierta, no excluyente, a la que pueden acercarse. Queremos que ustedes creen vínculos fuertes con nuestra región, donde hay tanto por hacer y tanto por innovar.
Volvamos un momento sobre la necesidad sentida de transformar la realidad, de cumplir con nuestras responsabilidades para con la sociedad aportando al progreso de la humanidad. Todo eso lo podemos hacer desde el sector privado, o el público, o desde la misma academia, desde las profesiones técnicas o las humanistas. Todas las vías son legítimas, pero hoy, después de haber trabajado durante 35 años, 31 de ellos en diferentes actividades del sector privado y sólo cuatro años como funcionaria pública en el Ministerio de Comunicaciones, considero que el servicio público es la vía más directa. Quien siente necesidad de transformar la realidad del país, debería pensar en el servicio público.
Hablo de mi experiencia personal para dar el testimonio de que en el servicio público encontré la mejor oportunidad de crecimiento personal y profesional. No sólo fue un reto mayúsculo, también fue una oportunidad inigualable de contribuir, con los medios y atribuciones para hacerlo, a la transformación que el país requería con urgencia inaplazable.
Hoy, en esta ceremonia en que se les hace entrega del título que los acredita como profesionales, no solo rescato la noble gestión de los funcionarios comprometidos y honestos; también los invito a que se despojen del prejuicio frente a la función pública, si lo tienen.
Sé que ¿burocracia¿ es hoy una palabra desprestigiada que causa aversión en muchos de ustedes y no los culpo por ello. La burocracia debería ser estable, competente, seleccionada por méritos y con habilidades para la gerencia pública, para que podamos tener profesionales pulcros que se comprometan con su país, que ayuden en los cambios trascendentales en la vía al desarrollo, que presten ese servicio con transparencia y honestidad y que con su ejemplo generen una profunda transformación en la forma de hacer gestión pública y de administrar los recursos.
Opino que la escuela y la universidad tienen la responsabilidad de orientar a los estudiantes, de manera que incluyan el servicio público entre sus opciones de vida y carrera.
Para finalizar, quiero felicitarlos a ustedes y a sus familias por haber concluido un ciclo que exigió de ustedes responsabilidad, perseverancia, disciplina, capacidad de análisis; que les ayudó a formar su criterio, a consolidar sus valores, a adquirir habilidades para manejar y superar situaciones difíciles, que les dio la oportunidad de exponerse a diversas corrientes de pensamiento y de compartir con gente de diversos orígenes. Los esfuerzos que han hecho se han visto recompensados y lo que aprendieron les va a ser muy útil a lo largo de la vida. Les auguro la mejor de las suertes.

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