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Diego Moreno y su experiencia como psicólogo en comunidades indígenas

Jul 31, 2023 | Facultad de Ciencias de la Salud, Graduados, Salud y tecnología

Escrito por Diego Humberto Moreno López

Me gradué del programa de Psicología en el año 2013 deseando aportar en la construcción de una sociedad mejor: más sana y justa, menos violenta y opresora. Durante mi paso por la universidad me atrajo la idea de ayudar y ser útil a mi país. Desde niño soñaba con participar en procesos que generaran formas de resolver problemas históricos presentes en el territorio nacional. Por tal razón, veía en cada una de las materias a las que asistía la posibilidad de aprender algo que apoyase en tal cometido. Estoy agradecido y orgulloso por la educación recibida durante cinco años en la UNAB, que siempre sentí mi casa.

Una vez obtuve mi título universitario, tardé más de cuatro meses en encontrar trabajo, es muy desafiante acceder al primer empleo en Colombia. Así pues, partí de Duitama -lugar del que soy oriundo- hacia el municipio de Saravena en el departamento de Arauca. Allí laboré durante cinco años como coordinador y apoyo psicosocial en programas de primera infancia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar ICBF. Lo más fascinante de esta experiencia fue encontrarme con el reto de cómo darme a entender ante cada una de las comunidades a las cuales me dirigía. Pues a pesar de que existen protocolos y lineamientos -con una jerga y temas específicos- sobre cómo realizar los procesos de intervención individual y comunitaria, constataba a diario que no contaban con asiento y pertinencia contextual. Lo anterior se hacía evidente cada vez que abordaba a las comunidades según dichos lineamientos y estas me miraban con extrañeza, desconcierto y aburrimiento.   

Esta situación me generó las siguientes preguntas: ¿somos conscientes del lenguaje que utilizamos cuando nos dirigimos a las personas?, ¿qué significa ser psicólogo en estos contextos?, ¿es posible medir el efecto de nuestras acciones en entornos sociales más allá del impacto de los datos y cifras?, ¿cómo pensar una psicología orientada a resolver problemáticas de las comunidades en lugar de centrar la mirada en patologías, protocolos y en la capacidad de adaptación, funcionalidad y productividad de los individuos?. No obstante, habiendo tantas cosas por hacer en este territorio, creció en mi un interés por una perspectiva comunitaria de la psicología.

En marzo de 2019 empecé a trabajar en el Hospital Especial de Cubará realizando actividades del plan de intervenciones colectivas y coordinando la caracterización socioambiental del Pueblo U’wa del departamento de Boyacá. Mi tarea estuvo orientada a realizar diálogo intercultural con cada una de las siete comunidades del departamento. Esto implicó comprender las enfermedades prevalentes en niñas, niños, adolescentes, adultos y personas mayores. También su visión del mundo, estilo de vida, formas de organización social, prácticas culturales, saberes ancestrales y la manera en que ejercen la medicina propia. A pesar de que se logró identificar gran parte de los datos epidemiológicos que la caracterización requería, el componente social, cultural y ambiental, pocos avances reportó. La principal razón tenía que ver con una suerte de desconfianza de este pueblo originario hacia la institucionalidad y el “hombre blanco” en general. Basta con ver la historia de la conquista, colonización, saqueo, evangelización, entre otras imposiciones y sometimientos de la cultura occidental hacia las culturas ancestrales para entender el porqué. Entonces, la propuesta de la comunidad para hablar de temas inherentes a su cosmovisión y cultura pasó por seguir realizando encuentros comunitarios de diálogo intercultural con el propósito de garantizar sus derechos en salud reconociéndolos como sujetos colectivos, tal como lo contempla el decreto ley 1953 de 2014 o decreto autónomo de los pueblos indígenas.

Esta situación me llevó a crear una discusión al interior del hospital, dado que se encontraba en un momento de transición de gerencia y, con ello, ante la elaboración de la plataforma estratégica que estaría vigente para los próximos cuatro años. Luego de varias sesiones de diálogo orientado a reconocer e imaginar las transformaciones que requería la institución para garantizar la pertinencia en los procesos, servicios y atenciones en salud teniendo en cuenta la diversidad cultural presente en el municipio de Cubará, se decidió que era necesario convertirnos en un hospital intercultural. En ese momento, no lográbamos dimensionar las implicaciones de tal decisión, pero nos alentaba la intención decidida de hacer algo diferente con la participación de las comunidades étnicas presentes en el territorio.

Las acciones que siguieron a esto pasaron por escuchar a las comunidades: sus urgencias, necesidades, visión de futuro y propuestas encaminadas a mejorar y transformar los servicios, procesos e infraestructura del hospital partiendo del respeto y acogida de la cosmovisión, modos de vida y saberes de la medicina tradicional en cada una de las atenciones en salud que presta la institución. El medio que se privilegió fue el diálogo como escenario para el encuentro entre culturas y la construcción de nuevos futuros posibles. Esto significaba: generar confianza, librarse de imposiciones monoculturales, dejar de lado el instinto colonizador propio de la cultura occidental, sostener un diálogo entre iguales e involucrar a más instituciones de la red de prestadores de servicios de salud. En últimas, replantearnos la forma en la que se venía practicando la medicina y los servicios de salud en el municipio.

Durante casi todo el proceso retribuí mi formación en la UNAB, ya que aprendí a pensar los fenómenos sociales de manera compleja, a partir de metodologías de intervención social y comunitaria que favorecían el involucramiento con las comunidades y propiciaban la participación de estas. No obstante, sentí frustración con los enfoques psicológicos de base biológica que excluyen lo cultural y centran su intervención en lo individual, pues no son pertinentes en las comunidades ancestrales y menos cuando se encuentran enraizados y subordinados al modelo biomédico. Noté cómo la psicología es una ciencia que produce conocimientos en el seno de la cultura occidental y urbana, con pretensiones universalistas y al margen de la interculturalidad. En la literatura académica poco existe al respecto y lo más asombroso es que no se evidencia en los programas curriculares de las universidades colombianas formación a estudiantes de psicología en este tipo de problemas. Es habitual ver como se promueve una visión única del ser humano que trae efectos colonizadores, patologizantes, alienantes y de pérdida cultural en las comunidades ancestrales. Esto no deja ver sus verdaderas problemáticas pues desconoce sus realidades.

A medida que se fue generando una discusión amplia con las comunidades en temas importantes en salud, ingresé a estudiar un posgrado en Filosofía Contemporánea con el propósito de pensar, investigar y aprender de la interculturalidad y cómo aterrizarla en un contexto de salud. Este movimiento me permitió mayor capacidad de diálogo con las comunidades y llegar a acciones concretas tales como: la apertura de la sala de partos y la sala de armonizaciones interculturales al interior del hospital; la elaboración del primer protocolo de atención al parto intercultural realizado por una institución de salud del estado; la construcción participativa de herramientas de educación en salud como el AIEPI Comunitario, la ruta materno perinatal y el Herbario U’wa; el fortalecimiento del talento humano intercultural del hospital y las redes comunitarias en salud; además de movilizar el tema de salud mental y la convivencia social al interior del Resguardo Unido U’wa, con resultados impresionantes, como lo es el hecho de que para el Pueblo U’wa la palabra mente no existe en su manera de concebir el mundo, razón por la cual hablar de salud mental no tiene sentido, como sí hablar de la práctica de la armonización.

Luego de cuatro años de diálogo intercultural he aprendido que es necesario acercarse a las comunidades con curiosidad respetuosa, sin afán de imponer saberes, escuchando todas las voces e incluyendo la diferencia en los espacios de participación. Interactuar con culturas ancestrales implica acoger y entender sus formas de interpretar el mundo como punto de partida de un diálogo que derive en acciones concretas que aligeren sus problemáticas y necesidades, siendo las comunidades los protagonistas. Entendí que el psicólogo ha de orientarse decididamente hacia la transformación social a partir de una postura ética y política comprometida con quienes han recibido los impactos negativos del desarrollo y del progreso. Creo que la psicología está llamada a liberarse de la neutralidad que le impone la objetividad de la ciencia. En nuestro contexto, es tarea de la psicología transformarse interculturalmente para poder responder a las demandas de la diversidad presente en el continente. Esto implica dejarse interpelar de la oralidad, los saberes y prácticas ancestrales que han sido históricamente silenciadas, y con potencial para aportar al desarrollo de una psicología situada, local, latinoamericana. Al servicio de nuestras necesidades y no de intereses ajenos. No es una tarea fácil pues poco está preparada la institucionalidad para aceptar la diferencia, pero sin duda vale la pena apostar por la reivindicación de las comunidades ancestrales y sus procesos de lucha y resistencia por no desaparecer.

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