Por Pastor Virviescas Gómez
En más de una ocasión, cuando el profesor Alfredo Gómez Rueda pasa o ingresa con sus estudiantes al Auditorio Mayor de la UNAB, éstos le preguntan por qué ese lugar tiene el nombre de ¿Carlos Gómez Albarracín¿, y la respuesta que les da es sencilla: ¿fue uno de los fundadores¿.
Gómez Rueda, después de 26 años de haber sido nombrado Corporado de la UNAB, acaba de ser exaltado al lugar de Corporado Benemérito, tarea que para él tiene un elevado significado por cuanto se trata de preservar los principios que llevaron a la creación de la Institución hace 55 años.
Alfredo Gómez estudió varios años de la primaria a partir de 1953 y el primero de bachillerato en el Instituto Caldas. Hubo un intermedio de dos años en los que no se portó de la mejor manera y el propio Don Carlos lo cambió a la Escuela Antonia Santos, porque ¿la ley entra por casa¿.
Luego se graduó de bachiller en el Tecnológico y de ingeniero industrial en la UIS y se convirtió en profesor durante cinco años de dibujo técnico -tinta china, sólidos en jabón, geometría descriptiva y proyecciones- en el Colegio que ayudó a levantar su padre. Después trabajó en Ecopetrol, empresa de la cual se jubiló. Desde hace diez años es profesor de la Facultad de Administración de la UNAB. Sus hermanos Juan -¿Uto¿- e Inés, que se graduaron de bachilleres, y Luis Carlos, también estudiaron en el Caldas.
¿Qué significa para usted este nombramiento?
Es un orgullo y un reconocimiento a la contribución de Carlos Gómez Albarracín a esta obra. Siempre he pensado que soy como un guardián de la herencia y el hecho de que uno esté dentro de los beneméritos, es una oportunidad de velar por la preservación de la Institución y los principios y valores que le dieron origen. Amo a esta Institución porque conozco su historia y la magnitud de lo que se ha hecho aquí. Me parece interesante seguir siendo un veedor de la obra de uno de los fundadores, entre los que también se destacan Alfonso Gómez Gómez, Armando Puyana Puyana, Mario Díaz Herrera y Elías Botero, entre otros.
¿Cómo recordaría usted a Don Carlos?
Esto lo dijo el rector Alberto Montoya el día de su entierro: ¿Un caballo de batalla¿. Y es que Don Carlos desde antes de existir la Corporación legalmente en 1956, formó parte del coro de fundadores del Instituto Caldas que en 1952 tomaron la idea de Alfonso Gómez Gómez y fundaron un colegio. Esos primeros años fueron difíciles económicamente, por lo que se requirió la llegada del ángel de la guarda de la Corporación, quien convocó a gente prestante de la ciudad para darle origen a la Corporación Instituto Caldas.
Todos los estudiantes y profesores tenían acceso a Don Carlos, y él hablaba con todos, era un rector que hacía presencia en cada una de las áreas. Sin embargo, no había un ambiente coercitivo y eso es lo que ha caracterizado al Colegio y son los valores primarios que seguimos viviendo hoy día en la Universidad.
Lo recuerdo supervisando que todo funcionara bien, sin interferir la labor de los docentes. Se preocupaba mucho porque los estudiantes estuvieran aprendiendo y fueran más persona. Decía que los conocimientos son importantes, pero aún más es ser persona, y por eso velaba porque los estudiantes tuvieran más inteligencia social.
Al Caldas llegaban unos ¿potros cerreros¿ que venían de otros colegios y sin embargo él en casi todos los casos sacó de ellos unas personas de bien, que toda la vida le han agradecido ese cambio. Él los estimulaba, los recomendaba y la gente cambiaba.
¿Cuál es el principal legado que le dejó a usted Don Carlos?
El esquema de valores. Él era de una vocación social y antropocéntrica. Ese fue el legado que nos dejó y nosotros pensamos más en el beneficio de la comunidad que en el propio. Lo otro que nos enseñó es que con sencillez se pueden lograr muchas cosas, porque Don Carlos tenía muy arraigado ese valor. Él no presumía de nada y sin embargo en su vida pudo hacer cosas tan importantes como pertenecer al coro de fundadores de la Universidad Industrial de Santander, UIS, en 1948, y al coro de fundadores de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, desde 1952 hasta el 5 de mayo de 1981, día en que murió a los 67 años de edad.
¿Cuál es la característica particular que el Caldas ha sembrado en sus cientos de egresados?
La libertad, la flexibilidad, la realización personal sin tantos atavismos. Además, el Caldas fue el primer colegio mixto de Bucaramanga, porque el clero se oponía. Don Carlos argumentaba que el mundo es mixto y el Colegio también debía serlo. En el Caldas, desde el principio había un ambiente de apertura y a la vez de profundo respeto por el prójimo. No se necesitaban muchas normas, había mucha confianza, la distancia al poder era mínima y la gente sabía comportarse.