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El monicidio de Prócula

Jul 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Pastor Virviescas Gómez
pavirgom@unab.edu.co
De la mano del fiscal Bruno Nolano y su novia Sara R., quien lea La mujer que sabía demasiado podrá hacer un recorrido por ese país remoto llamado Colombia, en el que desde siempre la realidad ha superado a la ficción más truculenta, y como prueba de ello un presidente es elegido con dineros del narcotráfico, sin que a él ni a sus ministros más cercanos se les caiga la cara de la vergüenza.

Este es el título de la novela negra recién publicada con la Editorial Planeta por la periodista santandereana Silvia Galvis, que también hubiese podido ser El monicidio de Prócula, una historia en la que el investigador trata de desenmarañar el asesinato de Diana del Socorro Barragán de Saldarriaga, una mujer de origen humilde, bajita, regordeta y de cabello tinturado, quien llegó a tener tanto dinero y aspiraciones de aceptación social, que hasta le ayudó a financiar la campaña presidencial a un candidato.

“A la puta mierda con su micrófono. A mí me ha costado mucho llegar a donde estoy y no voy a permitir que ese flaco hijueputa me ignore y me humille”, le grita Diana al Mayor Contreras, responsable de la seguridad del presidente.

Con una dosis de relatos crudos hábilmente mezclados con episodios de humor, Galvis hace que en una noche sus lectores sigan los pasos de Nolano, el sabueso que a su vez sueña con resolver un crimen complejo y ser el autor de una novela, que terminará pagando caro por la osadía de poner al descubierto a los autores materiales e intelectuales de la muerte, a 22 balazos de pistola 9 milímetros, de Diana del Socorro, cuyo marido está en la cárcel.

“No hable tanta mierda, Cotorra, cumpla y aquí lo espero… yo mismo le pago, sin intermediarios ni adelantos; ¡ah! Y fíjese bien… ahí va un proveedor extra… por si hace falta ‘muñequear’ también a la vieja… no se le olvide que la vaina es sin dejar testigos… y no me venga, después, con disculpas. ¿Le quedó claro?”, ordena El Escorpión.

Es una trama intensa que se convierte en una pieza vital del llamado Proceso del Siglo, un caso que logra atraer la atención de los medios de comunicación que no se explican, como tampoco el arzobispo, de qué forma pudieron entrar cinco millones de dólares a las arcas del mandatario de ese país sin que éste y sus más cercanos colaboradores se dieran cuenta. “Creo que si a uno se le mete un rinoceronte a la cama tiene que verlo y sentirlo”, dice el prelado.
“Fue tanta plata y en efectivo, que era imposible ignorarla”, responde en la indagatoria el ex ministro de Defensa, Roberto Valencia.

No era mucho lo que Diana pedía a cambio de su silencio: que dejaran en libertad a su esposo y que la nombraran de agregada cultural en México, dado su gusto por la música ranchera.

Pero se le adelantaron los sicarios que la siguieron hasta el apartamento del suroccidente de la capital, donde la acribillaron en presencia de dos espiritistas que le hacían pagar penitencia durmiendo en el piso sobre una estera. Porque como Diana presentía que la iban a matar, a diario llamaba o acudía donde los santeros para que le leyeran el tarot y le rezaran conjuros para espantar la mala suerte.

“Mi señora resultó ser una médium como poquitas se han visto. En África, nosotros aprendimos a controlar el poder del diablo que acecha y espía por los ojos del enemigo”, recuerda de su esposa el ex policía Saldarriaga.

La de Diana es la primera de una cadena de muertes narradas por Silvia Galvis con la intriga, la gracia y los detalles suficientes para no pararse de la silla.

El desenlace, como es obvio, no se cuenta, pero lo cierto de todo es que el Proceso, de más de 8.000 folios, murió por inanición y la Cámara de Representantes declaró inocente de todos los cargos al presidente en cuestión. Lo que no dice la novela, porque para la fecha ya había salido de imprenta, es si el ex mandatario aceptó la embajada en Gallia o en un arrebato de dignidad declinó el nombramiento para seguir apacentando a su rinoceronte.

“-…no busque al asesino del chofer del ministro… porque está hablando con él…
Erazo palideció.
– ¿Usted…, Escorpión…, mató a Beltrán?
– Le resolví el caso de una, ¿sí o qué? Ahora corra y pida aumento de sueldo, ¡gran huevón!”.

“En la realidad triunfa el mal”

“Es un género que me gusta mucho. Me parece que tiene un trasfondo político, social y moral que es muy importante. En la lucha entre el bien y el mal, en el imaginario triunfa el bien pero en la realidad triunfa el mal”, dice Silvia Galvis, quien confiesa a 15 que desde hace un largo tiempo le rondaba la idea de escribir una novela policíaca.

“Cuando me cayó en las manos esta historia me entusiasmé y tan me entusiasmé que en 14 meses estuvo investigación y escritura”, afirma esta periodista bumanguesa cuya anterior obra fue Soledad. Conspiraciones y suspiros, una extensa novela de la segunda mitad del siglo XIX en la que el personaje central es Soledad Román, la mujer que doblegó el corazón de Rafael Nuñez, el único presidente en la historia de Colombia reelegido cuatro veces, “cuya fama de infatigable seductor trascendía las fronteras patrias”.

La mujer que sabía demasiado, su última obra, gira en torno a un episodio crucial del llamado Proceso del Siglo, que con su ventilador de dineros ‘calientes’, sobornos, filtraciones, muertes e intrigas, salpicó a un presidente, al menos dos de sus ministros y a un numeroso grupo de políticos y parlamentarios.

“Esta sigue en la misma línea de ser histórica. Historia más reciente pero es historia de Colombia”, manifiesta Galvis, quien se asiste del recurso literario de hacer una novela dentro de otra, de tal forma que se complementan y no deja detalle por contar ni títere con cabeza.

Galvis manifiesta que quedó fascinada con la posibilidad de amarrar las pistas de cinco asesinatos en 228 páginas e ir descubriendo a los asesinos a través de la investigación del fiscal Bruno Nolano y su asistente Tobías Reina. “De novelas que haya disfrutado y en las que me haya puesto un reto, ésta”, afirma.

El principal obstáculo que debió superar con su trabajo fue lograr alejarlo de los hechos reales. “Había que distanciarla para que la novela volara sola, porque si no quedaba muy amarrada a la realidad y cuando eso sucede la ficción se afecta”, dice.

Pilatos, Drácula, Cotorra, El Escorpión, el ministro Riascos, el mayor Contreras, el tesorero Moreno, Diana antes y después de volverse rubia, y el presidente de la República, cuya fotografía cuelga en la sala de una casa “con el corazón y la pelvis atravesados por gruesos alfileres de oro”, son algunos de los personajes creados por Silvia Galvis.

Seres clasificados por ella de esta manera: “Los asesinos han crecido en un medio de violencia y son unos sicarios que a lo mejor no conocen la piedad porque nadie tuvo compasión con ellos. No es una forma de justificarlos, pero sí de explicarlos. Pero los que no tiene redención son quienes tuvieron la oportunidad de ser en la vida personas de juicio, de sensibilidad social y de tener un sentido mínimo de la justicia, y no lo tuvieron, que son los personajes que encarnan al Gobierno, a cual más de cínicos e insensibles”, sentencia la autora.

Y sobre sus lectores señala: “En la medida en que es una novela de investigación policíaca, de acción, el público es el que quiera leerla. En la medida en que es una novela de denuncia política que tiene mucho que ver con la historia de Colombia, una historia que probablemente se olvidó o cuando las generaciones de ahora no tengan forma de recordarla, es entonces un público general”.

Silvia Galvis no se tomará un descanso. Ya está trabajando en su próxima novela, una historia inverosímil que envuelve a presidentes, militares, revolucionarios y curas de ese lejano país llamado Colombia o algo así.

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