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En mis orígenes, probablemente no quería ser periodista

Jun 15, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Edson Torres González
edsontorres@yahoo.com
A sus 57 años, Juan Gossaín ha dedicado 35 de su vida al periodismo además de dedicarse a la escritura, su otra pasión. Dice que durante ese tiempo no ha encontrado una competencia más fuerte que la de la misma RCN, la cual lo obliga a estar con los ojos bien abiertos de día y de noche.

“Cómo hacer que esta cosa puesta bajo mi responsabilidad sea cada vez más confiable, más eficiente, más oportuna en la información. Yo siento a RCN, y se lo confieso, al frente desafiándome”, dice mientras limpia sus lentes con la corbata que luce en ese momento.

Amante de los vallenatos de antaño, las comedias norteamericanas, los crucigramas… Pese al amor que le profesa al periodismo, Gossaín siente el cansancio de tantos años dedicados a la profesión, la cual hasta el momento sólo lo ha llenado de satisfacciones.

¿Cómo se define Juan Gossaín como persona?
En el fondo yo lo que soy es un gordo bueno. Mi madre decía que ella no había conocido ni gordo malo ni flaco bueno. Como persona soy demasiado exigente pero al mismo tiempo demasiado tolerante; parece una contradicción pero ese es mi temperamento. Yo exijo mucho de los demás pero sin caer en injusticias. No exijo que hagan algo que yo mismo no haya hecho o no sea capaz de hacer. Prefiero que me consideren pendejo a que me consideren mala persona.

¿Cómo se formó en usted el periodista que es hoy?
Accidentalmente y a lo largo de 35 años que llevo en el oficio. He dicho que la vieja frase, aparentemente sabia, axiomática e infalible que dice ‘el periodista nace, no se hace’, no es verdad en mi caso. Yo no tenía ninguna vocación cuando entré al periodismo, ingresé simple y sencillamente porque necesitaba trabajar. Si alguien me hubiera propuesto en una carpintería hubiera sido carpintero porque lo que necesitaba era ayudar al sostenimiento de mi familia.

¿Y entonces la vocación?
Me nació después. Hoy no sería sino periodista, no podría ser sino periodista, pero en mis orígenes probablemente no lo quería ser. Yo lo que intentaba era ganarme la vida y tener tiempo para escribir que era lo que me interesaba.

¿A qué se debe su alta credibilidad?
Desde mis comienzos tuve la fortuna de tener los mejores maestros. Guillermo Cano, quien fue mi primer director, vivía empeñado en enseñarnos a todos en la redacción de El Espectador principios de independencia, credibilidad, respeto, la verdad por encima de todo. Lo mismo Juan Fernández, tanto el viejo como el hijo, cuando trabajé en El Heraldo. Con ellos aprendí que el único capital de trabajo verdadero de un periodista y de un medio de comunicación es la credibilidad. Todo lo demás se puede comprar: el micrófono más moderno, el último satélite ultrasónico, eso se lo venden si lo paga. Lo único que usted no puede comprar es el respeto de la gente.

¿Cómo define el periodismo colombiano?
Es como el país. No es posible encontrar un país que tenga un periodismo mejor de lo que es el país, es un producto del país. Aunque el periodismo colombiano ha mejorado notablemente en los últimos años, cada vez es más independiente, no en un 100%, pero sí más que antes. Pero lo único válido es que lo sea 100%. Es como la virginidad: una muchacha no es un 65% virgen, o es o no es.

¿A la hora de escribir quién es su mejor crítico?
Yo tengo un crítico implacable, venenoso y terrible que es mi mujer. Yo he dicho siempre que en mi casa el asunto consiste en que yo escribo y Margot rompe. Yo le voy pasando y ella va rompiendo.

Usted ha querido en repetidas ocasiones retirarse del periodismo y de RCN, y dedicarse a su pasión, la escritura.
¿Qué lo ha detenido?

Me siento cansado, a pesar de que me gusta mucho lo que hago. Quiero dedicarme a escribir exclusivamente, tengo muchos planes, ideas. Pero ¿por qué no me he ido? Porque no sé, ni hay en la vida manera de saber qué tanta falta me hará esto. Yo le he dedicado al periodismo las tres cuartas partes de mi vida, ¿sería capaz de vivir sin él?

¿Qué le quita el sueño a Juan Gossaín?
El país, las locuras que se hacen aquí. Me desvelan mucho mis hijos, pensar qué futuro les espera. Pero lo que más me quita el sueño y me desvela es escribir porque a raíz de que no duermo, ese es el tiempo que utilizo para escribir. El momento del día que uso para eso es la noche y por eso casi siempre estoy escribiendo. Cuando lo hago me voy para el inodoro y me siento allí para no prender la luz del cuarto y despertar a mi mujer. Y he descubierto que es el mejor lugar del mundo para hacerlo. No hay lugar más solitario e íntimo que un inodoro.

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