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Ese loco francés llamado Tom Cousin

May 23, 2012 | Institucional

Por Pastor Virviescas Gómez
Con su destartalada bicicleta roja de manchas negras, no terminaría ni un prólogo en los Campos Eliseos de París, y sin embargo Tom Cousin se muestra triunfal y optimista por donde va.

Llegó hace diez meses de intercambio a la Facultad de Administración de Empresas de la UNAB, y desde esa fecha se ha convertido en un personaje carismático que es reconocido a la distancia por sus compañeros, profesores y demás integrantes de la Familia UNAB.

Vino de Montpellier para estar seis meses en Bucaramanga; sin embargo le quedó gustando tanto el ambiente de la Universidad y de la ciudad, que ya está pensando en retornar a estas húmedas montañas andinas donde en principio algunos lo miraban como a un ‘bicho raro’.

“Al principio lo tomé riéndome, pero ahora sí es bastante pesado, y es que hay un mito sobre los franceses de que nosotros nunca nos bañamos. Me preguntaban si en mi casa hay agua corriente y que les hablara de Luis XIV, que usaba mucho perfume. Por eso y porque los perfumes finos los fabrican en Francia, asimilan el hecho de que no nos bañamos, pero al final tenía ganas de contestar: ¿y usted dónde esconde su kilo de cocaína y su ametralladora?”, acota Tom y suelta una carcajada, a sabiendas de que son estereotipos y él sólo cree en lo que puede ver.

Claro que también advierte: “Tenía la impresión de llegar a la selva cuando vi los árboles y por fin el avión frenó en el aeropuerto Palonegro”.

Traía  una mochila, una maleta de ropa y la preocupación de sus padres por haber escogido este destino tropical, “y obviamente que hay lugares peligrosos, pero eso pasa en cualquier parte del mundo. En Montpellier de noche también te pueden matar por sacarte la billetera; así que no hay que ‘dar papaya’, y eso me lo enseñaron desde que llegué”.

Su hogar de acogida fue una casa de familia de la carrera 27 con calle 33, donde permaneció seis semanas y luego se trasladó a otra residencia en el barrio La Concordia con un ambiente  más joven.

Para desplazarse tenía la opción de los buses y los taxis, pero quería seguir haciendo deporte, así que uno de sus primeros planes fue ir al Centro de la ciudad a comprar una bicicleta. “Una amiga me acompañó al Boulevard Santander.  Fue chistoso porque al verme mono y por el acento que tenía, trataban de venderme bicicletas feas a un precio muy alto como si yo fuera ‘gringo’. Hasta que encontré un viejito con gafas, que de pronto no se fijó en mí y me la dejó en 80 ‘lucas’”. Quiere decir 80 mil pesos colombianos, algo más de 32 euros, que le han servido para explorar todos los rincones de esta capital ‘competitiva y global’ al control de una bicicleta de hierro que por horrible que es, en cualquier caso debe tomar ciertas precauciones para que no se la hurten.

En la cara de Tom siempre está dibujada una sonrisa y a la hora de hacer un balance de su estadía, dice: “De verdad fue una súper buena experiencia en todos los niveles, tanto en lo académico como en lo social y cultural. Por ejemplo me gustó muchísimo la manera de enseñar que tienen en la UNAB, así como que fomentan el trabajo en equipo y los proyectos a largo plazo. Eso me dio la obligación de manejar mi tiempo y  me pareció interesante”, afirma.

Claro que no todo han sido clases e idas a la biblioteca, y de eso da muestras la pinta deportiva de Tom,  de camiseta, pantalón corto, tenis y mochila, salvo cuando tiene clase de Gastronomía en el Hostal Casa UNAB, ocasión para la que se viste de chef y sin proponérselo llama la atención de sus compañeras de curso. “Traté de balancear un poco la cosa y no dedicar tanto tiempo a los estudios, porque para mí también este intercambio tenía que servir para adquirir experiencia y conocer mucho de Colombia, aunque me falta un montón, por lo que voy a aprovechar estas últimas semanas para viajar. Aprendí hasta gastronomía y conocí mucha gente. ¡Me lo gocé totalmente!”.

Asegura que no se propuso ser popular, pero admite que de entrada contó con un punto a su favor y es que “como extranjero llamé la atención. Traté de adaptarme y por ejemplo el hecho de subir en bicicleta a la UNAB hace que de pronto soy el único loco que lo hace y quizás me identifican por eso. En bermudas, relajado, como siempre soy”.

Tom ya había practicado el español durante una pasantía en Santiago de Chile, aunque admite que le faltaba aprender ‘el colombiano’. “Es el español más neutral que hay en América Latina y eso lo hace muy fácil”, sostiene, y dice que no se dejó ganar de ninguna palabra, ni siquiera ferrocarril o trabalenguas como tres tristes tigres con los que intentan ‘corchar’ a los extranjeros.

“Si tengo que recordar algo de Colombia sería la gente, porque me encantó que es muy sencilla y espontánea, además me acogieron con cariño. En una palabra: ¡chévere!”, subraya.

En el olvido quedará aquel día reciente en el que estando en un café en Bogotá le robaron todo, excepto sus documentos, pero sí su computador y cámara fotográfica. “La Policía no me ayudó para nada. Siguieron el protocolo de tomarme la declaración, pero después se desentendieron. Desde el principio los agentes me comentaron que nunca iba a volver a ver nada de lo que llevaba”. Al igual que la pesadilla que vivió cuando el equipo de un canal de televisión privado (Caracol) le propuso grabarlo escalando y patinando, ya que en medio del rodaje él se opuso a la emisión de la nota, pero esta finalmente salió al aire, ignorando  su petición.

Viajará el 11 de junio Bogotá-París, con escala en Madrid, y luego irá al norte de Francia con el propósito de visitar a su padre, su madrastra y tres de sus hermanos.

Por ahora su corazón está ‘escriturado’ a Denisse  Daniela Vera Pabón, una estudiante de séptimo semestre de Canto en la Facultad de Música de la UNAB, que ha sido su única novia en Bucaramanga -o al menos eso es lo que dice-.  Su ‘caballito de acero’ se lo obsequiará a algún amigo, pero el nombre del beneficiario apenas lo revelará el día anterior a su partida.

“Vamos a tratar de manejar la cosa a distancia, aunque obviamente es complicado. Tengo la obligación de volver a Francia a hacer mi año de especialización y sacar el título de administrador de empresas en Montpellier Sup de Co. Luego me regreso a Colombia, porque entre otras cosas no me veo trabajando en Francia y menos después del resultado de las elecciones entre el enano tonto (Nicolás Sarkozy) y el gordo socialista (Francoise Hollande). No me interesa vivir en ese país. Lo único que voy a extrañar son mi familia, mis amigos y el queso; el vino no porque aquí también se puede conseguir&rdqu;, concluye Tom, este muchacho apasionado por los deportes extremos, que nació hace 22 años en el pequeño poblado de Cucq (en la región de Nord Pasdecalais).

Tampoco es que piense echar raíces en Colombia, porque tiene presente que es un trotamundos; así que después de dos o tres años y su primera experiencia laboral, levantará vuelo a otro país latinoamericano. “Soy un fanático de los viajes  y de las experiencias con nuevas personas, paisajes, culturas… Es la mejor manera de aprender  de la vida”.

 

 

 

 

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