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Graduado UNAB es el gerente de una de las clínicas con mayor crecimiento de la ciudad de Medellín

Dic 15, 2023 | Facultad de Ciencias de la Salud, Graduados

Andrés Mauricio Rangel Martínez-Villalba, graduado del programa de Medicina en 2007, año en el que se llevó a cabo el cambio de decanatura en la Facultad de Ciencias de la Salud, pasando del Dr. Luis Camacho Márquez a la Dra. Luz Marina Corso Morales, demuestra como el esfuerzo y la dedicación han sido clave para su crecimiento profesional.

¿Cómo ha sido su trayectoria académica y profesional luego de graduarse de la universidad?

Durante el año siguiente a mi grado, en el 2008, inicié el ciclo rural en la universidad en el grupo de investigación de neuropsiquiatría bajo la tutoría del maestro Germán Rueda, quien también en su época era director médico del Instituto del Sistema Nervioso del Oriente (ISNOR). Con él, realizamos labores de investigación y actividades en el área de salud hasta el mes de junio del año 2010, cuando me trasladé a vivir a Medellín para iniciar una especialización en Psiquiatría en la Universidad de Antioquia (UDEA).

Una vez que culminé mi especialización en el año 2013, tuve dos oportunidades que impactaron en mi carrera profesional ya que comencé la Maestría en Epidemiología Clínica en la misma universidad y fui contratado como director médico en Salud Mental Integral (SAMEIN), clínica con cerca de treinta años de trayectoria en Medellín, siendo uno de los empleadores más importantes de la región. En esta empresa trabajé alrededor de dos años hasta que me gradué de la maestría en el 2015.

Luego, en el año 2016, mi vida cambió nuevamente cuando inicié dos proyectos: mis estudios doctorales en Epidemiología en la UDEA (que tuve que suspender debido a la pandemia del COVID-19) y mi vida laboral en la empresa que estoy actualmente, la Clínica Mente Plena, compañía privada en la cual primeramente me convertí en accionista y tiempo después empecé a trabajar como psiquiatra. Luego de una transformación empresarial y decisiones internas que atravesó la compañía, me convertí en su único accionista y me encargo de la gerencia de esta, siendo hoy por hoy una de las clínicas privadas más grandes de Antioquia que contrata la mayor cantidad de psiquiatras en la región.

¿Cuéntanos más de tu incursión en el mundo empresarial?

Todo este tema empresarial fue más una oportunidad, veo en el emprendimiento e innovación la capacidad de cambiar el entorno, y esto, en conjunto con mi pasión por la investigación, me ha llevado a querer transformar la manera de hacer las cosas: el tratamiento a las personas y como ofrecemos la salud mental. Esto es el proyecto Mente Plena, donde atendemos una población de cerca de dos millones de personas a quienes abordamos con nuestro equipo de aproximadamente sesenta psiquiatras y setenta psicólogos, centrados en atender de una manera distinta evadiendo el modelo tradicional, aplicando un enfoque médico y social en busca de aportar una mejoría a la sociedad.

Mente Plena es una clínica que nació en el año 2009 como un grupo de consultorios privados, algo pequeño, pero en el 2016 comenzó la transformación cuando entré como socio. Con las nuevas ideas partimos a explorar el sistema de salud, pero eso no fue fácil, de hecho, pasamos muchas dificultades económicas debido a malas decisiones de negocios. El 2018 fue un año difícil, mismo año donde asumí la gerencia con el abandono de los demás socios debido a que la compañía estaba frente a una posible liquidación.

Con cuarenta empleados y la creencia en la visión ética y moral de la salud mental seguimos insistiendo hasta que recompusimos gran parte del modelo de negocio e introducimos las ideas que quería desarrollar más a fondo, además, me rodeé de personas distintas que aportaron a la implementación de una estructura novedosa que brindó en el 2019 una recuperación y crecimiento de la entidad. En el año 2022 empezamos a posicionarnos en el mercado y en este año tuvimos el mayor crecimiento en toda la historia de Mente Plena.

Hoy somos una empresa de casi 360 empleados, es decir, que el crecimiento incluso en temas de talento humano y capacidad es enorme porque ahora tenemos participación en distintas subregiones de Antioquia entre las cuales se incluyen Valle de Aburrá, que es Medellín, el área metropolitana en el oriente antioqueño que es Rionegro y el Urabá antioqueño, hoy tenemos alrededor de unas 10 sedes y todos los servicios especializados en psiquiatría.

¿Qué puedes destacar de la formación recibida en la UNAB?

Todo lo que yo he logrado desarrollar en Medellín tiene una raíz muy fuerte en la formación de la UNAB, porque el programa de Medicina fue siempre exigente, con un espíritu crítico y de investigación. Algo que puedo destacar es que su enfoque en psiquiatría, a cargo del doctor Germán Rueda, es tal vez el que hace un mejor énfasis en salud mental y crítica de todas las universidades a nivel nacional. Muchas de las técnicas que he implementado acá tienen semilla en lo desarrollado con el Dr. Rueda durante los años 2008 al 2010 como el manejo integral de pacientes y la gestión de riesgos que él desarrolló hace más de 15 años.

Tiempo después, tuve la oportunidad de ser docente en la UDEA durante nueve años y algo que noté durante el tiempo que ejercí es que en la UNAB hay dos diferenciadores que han sido importantes para mí como profesional:

El primero es ese incentivo por el sentido crítico del conocimiento. Nosotros tuvimos una capacitación en investigación que fomentaba no solamente a aprender lo básico de cada campo sino llegar a construir proyectos de investigación y desarrollar la lectura crítica de la medicina basada en la vivencia, algo que estuvo a cargo de profesores como el doctor Hernando Mosquera, el doctor Paul Anthony Camacho, entre muchos más, que constantemente velaron por este tipo de formación. Todo esto le hace entender a uno que a pesar de que ser médico implica atender hay que considerar otras herramientas más allá de la clínica, cosa que vi que contrastaba con la educación que recibían mis estudiantes en la UDEA, la cual tiene un enfoque más profesional.

El segundo aspecto que empecé a valorar mucho después de graduarme es el enfoque en administración, que es algo muy curioso ya que nosotros tuvimos un breve acercamiento a este tema, pero fue lo suficiente para ser un insumo muy valioso en el desempeño profesional, al menos en lo que a mí me ha tocado, no solamente porque conozco algunas herramientas de administración sino que, volviendo al primer punto, me permite ver las situaciones y decisiones a tomar a través de un sentido crítico. Por poner un ejemplo, es algo que se puede aplicar en temas tan importantes como son los sistemas de salud o la prestación de servicios en aseguramiento.

¿Qué profesores te marcaron durante tu paso por la universidad?

Hay muchos profesores a los que me gustaría destacar, no sé quiénes continúen aun en la docencia: sin duda la doctora Norma Cecilia Serrano Díaz, el doctor Vladimir Saldarriaga Téllez y Jaime Molina que en paz descanse. Todos fueron figuras muy influyentes que nos ayudaron a tener una transición amigable del colegio a la universidad.

Más adelante, otros doctores muy significativos al inicio de la fase de la formación clínica y patológica, dónde me marcó mucho la psiquiatría: Germán Rueda, como lo he mencionado anteriormente pero también hay otras figuras destacadas como Gustavo Adolfo Parra Zuluaga en el área de medicina interna, el profe Jaime Cala en el área de pediatría, si trato de listarlos a todos, seguro caigo en el error de nombrar a muchos importantes. Puedo decir que siempre voy a estar muy agradecido con todos ellos, fueron fundamentales en el proceso formativo para culminar mi carrera becado.

¿Puedes comentar un poco más de la beca de la cual fuiste beneficiario?

En esos tiempos había una iniciativa llamada Concurso de Ciencias del Oriente que convocaba a estudiantes del último año, para lo cual, en el 2001 logré ganar este concurso y gracias a esto la universidad me confirió una beca de 3/4 partes del valor de la matrícula. Nadie había logrado sostener esa beca ya que la universidad tenía una política muy estricta con sus apoyos financieros. Recuerdo que, al terminar mi primer semestre, dadas las dificultades económicas que atravesaba mi familia realicé una solicitud ante el rector, quien en esa época era el doctor Gabriel Burgos Mantilla, quien apoyó la solicitud para que se me hiciera la cobertura del 100% y desde entonces hasta el grado tuve este beneficio, hasta el día de hoy guardo total agradecimiento con la universidad por ese esfuerzo que hicieron para lograr mi educación.

¿Qué consejo puedes darle a los estudiantes y graduados del programa de Medicina UNAB?

Nuestra formación posee un aspecto muy fuerte de servir a la comunidad, pero eso no puede opacar nuestro liderazgo. La educación en salud tradicionalmente ha sido conservadora, lo que ha mantenido procesos por décadas de manera inalterada, muestra de esto es que seguimos atendiendo a los pacientes cómo lo hicieron nuestros profesores hace 30 años. Aunque en gran medida la tecnología ha transformado parte de la práctica, ese conservadurismo en la medicina hay que retarlo, y retarlo no implica un ánimo mercantil de convertir todo en negocio, pero sí de tener un ánimo transformador.

No es simplemente salir a buscar “plata”, sino entender en dónde puedo agregar valor en mi práctica profesional o en el entorno en el que me voy a desempeñar.

En mi experiencia personal cuando asumí como director médico en SAMEIN, mi sueño era llegar al nivel de socio de esa compañía implementando algunas ideas de negocio con las cuales tenía la creencia de que si las aplicábamos se iba a mejorar la calidad de servicio al cliente, pero entonces negaron mi propuesta. En esos casos hay que estar dispuesto a decidir si se la va a jugar con sus ideas y esperar la oportunidad para ejecutarlas o se las va a revaluar.

Finalmente la decisión que tomé en ese momento fue buscar la oportunidad para implementar esas ideas en otro lugar y hoy lidero una de las clínicas privadas más grandes de Medellín.

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