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Jorge Villa: una vida de vocación por su profesión, el Derecho

Jul 31, 2023 | Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Graduados

Nuestro Orgullo UNAB del mes es Jorge Ernesto Villa Ávila, graduado del programa de Derecho en el año 1990. Realizó sus estudios de posgrado en Italia, donde posteriormente se radicó con el fin de iniciar su carrera profesional. Actualmente cuenta con su propio despacho y ejerce en distintos Foros de la Unión Europea, destacando el Foro Papal (Tribunal Apostólico) de la Rota Romana, uno de los más exclusivos del mundo. A continuación, conoceremos un poco más de sus experiencias:

¿Cuál fue el primer trabajo que hiciste al graduarte de la Universidad? ¿Puedes contarnos más de esa experiencia?

Antes de graduarme, me desempeñaba como responsable de una Unidad de Indagación Preliminar de la Dirección Nacional de Instrucción Criminal, lo que luego sería la Fiscalía General de la Nación. En realidad, desde muy joven me vinculé con trabajos en torno a la justica, por ejemplo, lo que en ese entonces se llamaba asistente judicial (o “mandadero” de un abogado, como mejor se quiera decir); mi promoción fue la última nocturna y durante casi toda mi carrera trabajé cercano a la rama. ¡Bellos tiempos aquellos!  

Ese trabajo terminó cuando por motivos de la violencia que azotaba el país, me trasladé a Roma a estudiar el Derecho Canónico.

¿Qué puedes destacar de la formación que te brindó el programa de Derecho de la UNAB?

¡El humanismo! En ese concepto me parece que se puede resumir la integral formación que me dio la UNAB: el hombre al centro de la atención; la ley a su servicio; el derecho natural como la inmanente y perpetua aspiración del hombre a una sociedad civil justa; la ley positiva como su manifestación histórico-temporal. La UNAB me mostró también cuan grande es el valor de la libertad de pensamiento y me dio herramientas para aproximarme con actitud crítica al saber jurídico. Haciendo estas manifestaciones, vienen a mi memoria algunos de los grandes hombres que fundaron el Instituto Caldas, como Alfonso Gómez Gómez y Armando Puyana Puyana. Pero, no solamente eso me brindó la UNAB, entré como un niño y salí como un hombre libre sobre potentes cimientos familiares, humildemente lo digo y agradezco a mi madre por la fe, en esos claustros se formó un hombre y un jurista de bien. ¡Tuve la fortuna de tener inigualables maestros y compañeros!

¿Recuerdas algún momento crucial que se haya presentado en el camino profesional que has recorrido?

Los momentos cruciales son varios; pero indudablemente haber tenido que abandonar mi país, con el corazón dividido, triste por lo que dejaba, mi familia y sus afectos, además el derecho penal; pero a su vez, también, alegre y optimista al iniciar un camino a lo desconocido y con la esperanza, aún latente, del regreso, y por supuesto por la gran expectativa de llegar al viejo mundo, la Europa del humanismo, la del derecho romano, en fin…, ese  fue un momento  que marcó un hito en mi desarrollo profesional y personal.

¿Cuál o cuáles profesores fueron determinantes en tu proceso formativo en la Universidad? ¿Por qué? ¿Qué huella dejaron en ti?

Mi corazón está lleno de gratitud para mi maestro Jorge Eduardo Lamo Gómez y para mi tío German Alfonso Ávila Lara, que fue también mi maestro de Derecho, aun sin ser profesor en la UNAB; ambos hombres íntegros y generosos, e intelectuales de altura. Pero cómo no recordar a Alonso Carrascal Conde que me llevó a vivir entre los griegos, a Gonzalo Ordóñez y su psicología, sus libros, su genio, al austero profesor José J. Amaya, poniendo los cimientos de las instituciones de Derecho Romano que hoy no se estudia más, a Manuel Borja, rígido, con la introducción al Derecho, a Gustavo Galvis Arenas, elegante, con las ideas políticas, a Laureano Gómez Serrano, impecable en derecho civil e insistente en la metodología, a Rodolfo Mantilla Jácome preciso con el penal, al profe de Procesal Germán Gámez Cárdenas, de quien tiempo después le entendí y le comprendí su gusto por el latín, a Jorge Castillo Rugeles, austero en Familia y al siempre amable Iván Santos, profesor de Derecho Agrario. Y a todos los demás que aquí no nombro solo para no tediar más al amable lector.

¿Cómo te fortaleces profesionalmente ¿Estás aprendiendo algo en este momento? 

Siempre estoy aprendiendo algo, el derecho es la construcción de soluciones viejas para problemas nuevos. El Tribunal de la Rota Romana es un poco como la Corte Suprema, en donde se crea el derecho, ya que es fuente de este. Los libros de papel son la herramienta para el fortalecimiento, pero también lo es la informática, sin la copia y pega por supuesto, sino con la crítica. Inigualable el gusto de leer los autores medievales del derecho canónico como Anacleto Reiffenstuel, Enrico Pirhing y Franz Schmalzgruber, entre otros.

¿Qué es lo más importante que puedes resaltar de tu formación en la UNAB, que te sea de utilidad actualmente para ejercer tu profesión en el exterior?

Cuando llegué a Roma empecé a estudiar, además de Derecho Canónico y Derecho Romano, informática jurídica que en ese tiempo estaba en sus albores. Y en todos estos cursos de posgrado, en mi formación académica, nunca me sentí menos que mis compañeros italianos o internacionales. Y eso, para mí, fue de mucho orgullo, pues allí profesionalmente yo era lo que me había dado la UNAB: un incipiente jurista y no solo un abogado.

Para aquellos estudiantes que están a punto de graduarse como profesionales en Derecho, ¿qué consejo les darías para asumir los retos que se presentan en el ejercicio de la profesión?  

Estudiar, estudiar, estudiar; leer, leer, leer; pensar, pensar, pensar. Beber del agua dulce de las fuentes del derecho, ese es un inigualable placer. Los conflictos que se derivan del sorprendente avance técnico de la humanidad encuentran su respuesta en los principios antiguos del derecho, como, por ejemplo, el Art. 2356 del Código Civil.

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