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Juegos de azar, vicio que destruye vidas

Nov 1, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

– 10 curiosidades de los casinos

Por Maribel Calderón
mcalderon2@unab.edu.co
Un torbellino de olores se pasea por el lugar. El olor a metal de las monedas
se va impregnando en los dedos, el humo del cigarrillo en el cuerpo y la ropa,
y el sudor que exhalan los cuerpos van haciendo cama en el ambiente.

En el centro de la ciudad, rodeado de establecimientos comerciales y vendedores
ambulantes, el Gran Bingo Casino es uno de los lugares más visitados
por los aficionados y adictos al juego. Máquinas tragamonedas, hipódromo
electrónico, black jack, ruleta, póker y los bingos, son para
algunos sus amantes de turno porque los despojan del dinero y les ocasionan
problemas familiares.

"Mi mujer me llama cada cinco minutos para preguntarme dónde estoy.
Ella piensa que yo tengo moza porque me le desaparezco todas las noches y no
llego con plata a la casa. Pero lo único que hago es apostar. Este vicio
me tiene poseído", dice Jaime Ramírez, un hombre de bigote
diminuto y ojos hundidos que trabaja como joyero independiente en Sanandresito
Centro, quien aclara que desde que empezó a jugar hace 6 meses ha perdido
entre $100 mil y 300 mil pesos por noche.

Las meseras desfilan por el lugar con minifaldas diminutas azules que más
parecen ropa interior que uniforme. Atienden a los clientes mientras los guardias
vigilan el sitio como si fueran lechuzas. El trago, la comida y el cigarrillo
se reparten a diestra y siniestra. La música vallenata ameniza la noche
y la codicia se refleja en los jugadores que están ávidos de aumentar
las apuestas.

Alonso Osorio Díaz, vendedor de partes para computadores, asegura que
“las máquinas son un bazuco electrónico. Soy consciente
de que esto me va a llevar a la ruina, pero no puedo alejarme porque estoy enviciado”.
También dice que cuando algún principiante le pregunta cómo
se manejan las máquinas, él mismo lo retira del lugar y le suplica
que no aprenda el vicio porque se condena a vivir sin plata y a sentirse frustrado.

"La otra vez vino un señor del campo a apostar y perdió
120 mil pesos. Se cogía la cabeza y sólo pensaba en la vaciada
que le iba a pegar la mujer. Cuando se dio cuenta de que estaba pelado empezó
a hacerme fuerza para que ganara y le pudiera regalar mil pesos pal bus",
asegura Jaime Peña, estudiante universitario, quien esa vez invirtió
5 mil pesos en una tragamonedas y ganó $30 mil.

Para algunos, la suerte está en las máquinas, por eso se pasean
mirando qué aparato le ha quitado más plata a la gente. En las
tragamonedas un apostador puede ganar hasta 400.000 pesos y en la ruleta, para
sacar el Jack pot o premio mayor, puede ganar $3 millones porque el juego acepta
billetes de 2, 5, 10 y 20 mil pesos y monedas de 50 y 100 pesos.

Jorge Rojas, un asesor comercial con pinta de ejecutivo que perdió $180
mil en media hora, sostiene: "Hace 4 meses no jugaba. Le cogí rabia
y fastidio a estos sitios porque he perdido mucha plata. Antes venía
con mi novia por pasar un rato agradable. Ella me dejó cuando se dio
cuenta de que me estaba perdiendo en este vicio".

No importa la pinta, sino el dinero
En el casino se ve gente de todas las clases sociales. Hay mujeres con ropa
casual como jeans y camisetas y hombres con trajes de paño y corbata.
Algunos están borrachos y cansados de apostar. Otros aplauden y se ríen
porque la intención no es ganar plata, sino pasar un buen rato apostando
poco para no perder todo en la primera vuelta.

"La idea es ganar y ‘arrancar’ para la casa de una porque
si uno se queda pensando en que va a doblar, se queda sin cinco. En estos lugares
es muy difícil ganar", indica Fernando Pinzón, veterinario
independiente que frecuenta el casino porque está cerca de su casa; contrario
a otros, él apuesta por diversión y sólo mete 5 mil pesos
cuando juega.

Por el sitio deambulan personas que buscan gastar poco y comer bien. Piden
cigarrillos, cerveza, agua y empanadas. Hablan con los demás jugadores
para pasar el tiempo. Piden canciones y van al baño a cada rato para
arreglarse el peinado y mojarse la cara con la intención de alejar el
sueño. Mientras otros gastan un millón de pesos en 4 horas, ellos
invierten $2 mil en toda una noche.

Héctor Sánchez llegó a las 11:30 de la noche. Cambió
un billete de $10 mil por monedas de $50 y se sentó en una máquina.
Metió los primeros 50 pesos y ganó 60 monedas: tenía en
su poder 3 mil pesos de ganancia. Pensó en doblar el dinero y siguió
apostando. En cada jugada desaparecía una moneda y los números
se le disminuían en la pantalla de la máquina, hasta que se quedó
sin un solo peso. “Tengo una obsesión por el juego. Cada vez que
cambio 2 mil pesos lo hago con la esperanza de ganarme $20 mil, pero como los
pierdo, empiezo a apostar para recuperarlo. Me obsesiono tanto que a veces siento
que voy a enloquecer”, asegura Sánchez.

Unos ganan, otros pierden
Las máquinas y las paredes del casino, por ser época de brujas
o halloween, están adornadas con telarañas, brujas montadas en
escobas, calabazas naranjas y cadenetas que descuelgan de esquina en esquina.
En la entrada hay espejos grandes que cubren los pasillos, igual que en todos
los casinos, como estrategia para que parezca más espacioso y atractivo.

En el sitio se ve una improvisada cocina que sólo se utiliza cuando
los meseros van a servir el almuerzo, la comida y los refrigerios que se obsequian
a todos los presentes. El lugar es grande, pero es difícil movilizarse
por la cantidad de gente que lo visita. Hay más de 150 personas en unos
160 metros cuadrados.

El sonido de las tragamonedas, cuando hay un ganador, retumba en los oídos
por instantes. Cuando alguien obtiene dinero, las monedas se estrellan unas
con otras para acomodarse en una taza de plástico que da el encargado
de cambiar la plata. "La gente dice que las personas que son de malas en
el amor son de buenas en el juego, pero eso es pura mentira porque terminé
con mi novia y me vine a jugar y ya voy perdiendo $35 mil", sostiene Carlos
Morantes, estudiante universitario.

A las 3 de la mañana la gente empieza a salir. La música, el
trago y los pasabocas, como el maíz pira, han desaparecido. Los borrachos
dormidos y los jugadores de turno se levantan de sus sillas y se acomodan para
irse. Cuando el sitio está a punto de cerrar y el administrador se dispone
a recoger el dinero de las máquinas, uno de los jugadores sorprende a
todo el mundo gritando que, con la última moneda que tenía se
ha ganado $300 mil.
"Con esa plata me voy a comprar ropa y zapatos. Además, voy a invitar
a mis amigos a una bebeta". Cuando el desconocido reclama su premio y se
va, una pareja se mira con rabia y desconsuelo, porque minutos antes le permitieron
al ganador sentarse en la máquina a la que ellos le habían echado
todo lo que traían y habían perdido.

10 curiosidades de los casinos

– En la Cámara de Comercio de Bucaramanga hay registrados 51 establecimientos
que figuran como de actividades de juegos de azar y apenas uno como casino.

– A las tragamonedas se les conoce en otros países como tragaperras
o pagamonedas. La de la imagen es una máquina de 1960.

– Una ruleta tiene 37 casillas. Al lado de un número menor o igual a
18 hay dos números mayores que 18, a acepción del cero y el 5.
Los números son de color rojo y negro. El cero es de color verde.

– La ludopatía es una alteración del comportamiento producida
por el vicio al juego. Evita que el jugador compulsivo controle las ganas de
apostar. La familia, el trabajo, los bienes materiales y el sexo pasan a un
segundo plano porque el juego se convierte en la atracción más
importante para quien padece esta enfermedad.

– Los mejores casinos del mundo están en Las Vegas, la llamada ‘ciudad
del pecado y el entretenimiento. En el año 2000, la ciudad fue visitada
por 35 millones de turistas y cada uno apostó en promedio 665 dólares
(alrededor de un millón y medio de pesos colombianos).

– La palabra casino viene del idioma italiano que se escribe y pronuncia igual,
que significa casa en el campo. Su origen se remonta a la Edad Media cuando
la nobleza y la clase media alta se reunían en villas para divertirse
con los juegos de azar.

– Una persona adicta al juego se reconoce porque necesita apostar para sentirse
bien. La sensación de bienestar que le produce el juego le provoca alteraciones
en las funciones del cerebro de tal manera que si se aleja de las apuestas tendrá
depresión y la adicción será mayor.

– A los dados arreglados para hacer trampa se les reconoce porque alguna de
las caras tiene una forma distinta o algunas de las aristas está redondeada.
En la mayoría de casinos los dados son transparentes para evitar cualquier
forma de engaño.

– La sesión de bingo más concurrida hasta ahora en el mundo fue
una celebrada en agosto de 1983 en Toronto (Canadá): participaron 15.756
jugadores.

– 39,7 millones de dólares (unos 91.300 millones de pesos) ha sido el
mayor premio que ha dado hasta ahora una máquina tragamonedas. Lo ganó
un hombre de 25 años que apostó 100 dólares (unos $230
mil) en el Excalibur Hotel-Casino, de Las Vegas, en marzo de 2003.

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