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La correría roja

Feb 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Ivonne Rodríguez

periodico15@unab.edu.co

En los alrededores de la calle 35 con carrera 25 hay 3 sedes de diferentes candidatos del Partido Liberal. El viernes 10 de febrero, a las 6 p.m., varios jóvenes se congregan ahí para salir en una chiva por la ciudad. Una ‘fiesta de la democracia’.

Se trata de la campaña de Juan Manuel Galán al Senado y Mario Suárez a la Cámara. Son casi las 7 cuando el móvil de la Gran Rumba, que sigue a un bus igual de empapelado, arranca por la carrera 27 hacia Real de Minas.

La hora pico es precisa para captar la atención del tráfico. La papayera se turna con un cd y los cerca de 40 jóvenes bailan, aplauden y se echan confeti. Hay tres rondas de aguardiente, pitos para la algarabía y calcomanías.

“¡Qué viva el Partido Liberal! ¡Mano, apoyemos a Mario, a Galán!”, grita a los transeúntes Diego Barajas, uno de los organizadores. La chiva para en La Calle de los Estudiantes para poner afiches, entregar tarjetas que sirven como calendario y hacer alarde de la nueva generación del Liberalismo.

Las 4 horas de recorrido se invierten en pasar por casi todas las universidades donde también está presente la competencia amarilla (Convergencia Ciudadana). Al finalizar, una pareja se suma a la rumba para bajarse a los pocos segundos: se equivocaron, iban para la chiva del aspirante al Senado Alfonso Valdivieso, de Cambio Radical.

Al día siguiente Mario Suárez está en Berlín, irá a San Francisco y luego a Floridablanca, esta vez sin bus o comitiva para el recorrido. A las 4 p.m. en el barrio La Paz, de Floridablanca, la improvisada iglesia de techo de lata, sillas de tabla y piso de arena es punto de encuentro político. Aguardiente y afiches son la antesala. “No le voy a dar el voto a nadie porque los políticos vienen, prometen y no cumplen. Eso pasa desde hace 15 años que existe este barrio”, dice una habitante.

Mientras se reparte gaseosa y tarjetas-calendario, Suárez habla sobre las necesidades de la gente, la educación y sus acciones como segundo renglón del senador Tito Rueda.

Las representantes de la tercera edad y de la guardería hacen peticiones y agradecimientos. La hora de la misa se acerca y la reunión culmina. La camioneta Land Cruiser con placas de Bogotá en la que va el candidato sale rumbo a Piedecuesta.

En el barrio La Cantera, una madre comunitaria termina los últimos detalles e indica a los niños su comportamiento. A las 7 p.m. estaría el candidato en su casa. Mujeres con sus bebés cumplieron la cita en la guardería, decorada con afiches políticos y bombas.

Suárez habla en medio del bullicio de los niños. Cuenta que su familia vive en Piedecuesta, que viene de un “estrato igual o un poquito más abajo” que éste, que había estudiado de noche y que admiraba a las madres comunitarias.

Aunque no hay trago por el contexto, atiende a una de las peticiones del jardín. Cuando el candidato sale de la casa, Dora revela con felicidad el regalo que con disimulo le hizo el político: dos billetes de $50 mil para comprar 20 sillas.

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