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La encomienda del expresidente Belisario Betancur a la UNAB

Nov 19, 2014 | Oferta educativa

Por Pastor Virviescas Gómez

pavirgom@unab.edu.co

El expresidente de Colombia, Belisario Betancur Cuartas, sorprendió al propio rector Alberto Montoya Puyana y a los demás asistentes cuando al concluir su evocación de José Celestino Mutis y la Expedición Botánica, y, sin que nadie se lo esperara, propuso de sopetón que la UNAB se haga cargo de mantener viva esa magna obra emprendida en el siglo XVIII durante el reinado de Carlos III de España.

En la apertura del IX Congreso Iberoamericano de Educación (EIDE) llevada a cabo en el Auditorio Mayor ‘Carlos Gómez Albarracín’, el exmandatario conservador (1982-1986) rindió un sentido homenaje al sabio Mutis y a los demás compañeros de esa titánica empresa, entre ellos el gironés Eloy Valenzuela. Igualmente al “prudente, elocuente e inolvidable Alfonso Gómez Gómez” –confundador de la UNAB–. En memoria de todos ellos, dijo Betancur Cuartas, esta Institución debería “asumir la iniciativa de retomar las tareas inconclusas de la Real Expedición Botánica”, idea que de inmediato fue acogida por el rector Montoya Puyana.

“Discúlpeme Señor Rector que esto sea tan inopinadamente y que no los haya preparado, pero mi propuesta es que las huellas que la Real Expedición Botánica dejó, así como las tareas que dejó inconclusas don José Celestino Mutis, sean continuadas por la UNAB, como ya se hizo en el Gobierno de Betancur, en que creamos la Segunda Expedición Botánica, que se fue marchitando… Que la UNAB reasuma las tareas de la Expedición Botánica con el objeto de convertir esta herencia en un hervidero de innovaciones y de investigaciones para las nuevas generaciones. Mi propuesta es restablecer la Real Expedición Botánica y reasumirla la Universidad UNAB en alianza con el Ministerio de Cultura, con la Universidad Javeriana, con la Universidad de Ibagué, y apropiársela con esas alianzas estratégicas. ¿De qué dimensión? La que la UNAB le quiera dar, la que alcance a proyectar. Tengo la certidumbre de que en este momento hay interlocutores en Europa y en nuestro continente para una iniciativa de esa naturaleza. La Real Expedición Botánica de don José Celestino Mutis continuada por la UNAB y el nombre que se le dé puede ser el de don Eloy Valenzuela, segundo de Mutis, y se le puede agregar un nombre contemporáneo: Alfonso Gómez Gómez, uno de los fundadores de esta noble Casa”.

“¡Loor al saber desinteresado de la Universidad UNAB de Bucaramanga”, expresó el expresidente, quien después de una intervención de 48 minutos recibió el reconocimiento de las autoridades de la UNAB así como de los educadores nacionales y extranjeros que acudieron al evento realizado del 5 al 7 de noviembre.

En su afán de consagrarse como científico, el sacerdote, botánico, matemático, médico, geógrafo y docente del Colegio del Rosario, José Celestino Mutis y Bosio trajo la razón y la Ilustración a estos parajes de la América real y maravillosa, y con su reducido equipo de colaboradores durante treinta años recolectó y clasificó 20 mil especies vegetales y 7 mil animales de lo que en su momento era el Virreinato de la Nueva Granada –hoy la República de Colombia–, para no mencionar la construcción del observatorio astronómico de Santafé de Bogotá, uno de los primeros de su género en todo el continente.

Vivir la UNAB reproduce íntegramente y en exclusiva, el documento que preparó el dignatario, abogado y poeta nacido el 4 de febrero de 1923 montañas arriba del pueblo de Amagá (Antioquia), en la vereda El Morro de la Paila. En éste basó su intervención, pero esta es la versión inédita.

Las atmósferas

Para penetrar con rigor en la historia y en sus protagonistas,  hay que reconstruir el tiempo y el tempo que se escruten. Se trata de que las aproximaciones no sean fechas yertas de almanaque, sino superposiciones elocuentes y orientadoras en la epistemología de la historia.

El Maestro de esta concepción, es el historiador francés Fernand Braudel desde sus Anales. El imaginativo y profundo historiador colombiano Luis Ospina Vásquez, llamaba a la metodología braudeliana, la reconstrucción de las atmósferas.

Por lo mismo, todo estudio sobre los orígenes de la emancipación de Colombia, desde el Virreinato de la Nueva Granada hasta comienzos del siglo XIX, tiene que rastrear los manantiales de los que fluyen las ideas de la Ilustración. Lo cual significa que debe demorarse en los autores clásicos, griegos y latinos, en los europeos, hasta llegar a los ilustrados españoles Feijóo y Jovellanos, puente a través del cual se ilustró el joven gaditano José Celestino Mutis y mediante el cual cruzó la mar. Con él habría de viajar a América y, en concreto, a la Nueva Granada, la filosofía de la Ilustración. Y el bergantín del cambio de las costumbres feudales, que habían zarpado de la apologética edad media y surcado el mar iluminado pero proceloso del renacimiento.

La tríada

Es fácil descubrir que entre los años de 1770 y 1840 se presentaron en Europa y Estados Unidos, movimientos revolucionarios homólogos que, a partir de una cierta duda metódica –inspirada en la filosofía de René Descartes–, dejaban atrás los tiempos de la escolástica y del magíster dixit, y erigían la razón en centro antropológico, para descifrar los problemas relacionados con la libertad y el progreso. En síntesis, la tríada de libertad, igualdad y fraternidad de la revolución francesa de 1789, era manantial que silenciosamente fluía de los tiempos anteriores.

Era la Ilustración.

Los siglos VII y XVIII se caracterizaron por la irrupción del pensamiento ilustrado, que elevaba la duda y el raciocinio a la categoría de barco insignia en la navegación del ser humano en las naves del conocimiento. Y ello, lo mismo en la Gran Bretaña empezando por –y más concretamente en la colina de los Tudor, en Edimburgo–, Locke en cuyo Tratado sobre el gobierno civil se establece que la gobernabilidad debe fundarse en el consenso entre gobernantes y gobernados; que con Hobbes en el Leviatán, en el que erige la constante de que todos los seres humanos tienen tendencia a la anarquía y a la belicosidad, en contrapunto que los lleva a convertirse en lobos, por la desconfianza de los unos para con los otros. Bentham y Stuart Mill serían reflectores de aquellas ideas por el continente europeo, hasta fondear con sus resplandores en las islas del Caribe.

Montesquieu, en Francia, divide los poderes públicos en tres categorías paralelas e iguales, –legislativo, ejecutivo y judicial–, cuya armonía erige en canon apodíctico de su obra El espíritu de las leyes. Surgen también en Francia, Rousseau con El Contrato Social; Voltaire con su Tratado de la ToleranciaPensamientos Filosóficos y con su Enciclopedia (de allí que se les llamar a los enciclopedistas). Y Montaigne, con sus inolvidables ensayos.

Kant y Hegel en Alemania, soltaban amarras al conocimiento, hasta entonces uncido a las escolástica de Tomás de Aquino desde la Summa Teológica.

Este caudal de conocimiento que exalta las potencialidades del ser humano y las dimensiones de su libertad, determinó la crisis de las monarquías y del estado–feudal. La democracia fundamentaba y consolidaba su vigencia, mediante la insurrección de los pueblos y la reivindicación entusiástica y colérica de sus derechos. Las ciencias valían por la capacidad intrínseca de los seres humanos, en asimilar, más allá de las negaciones de la existencia de alma en los habitantes de las tierras recién descubiertas, exaltadas sus potencialidades por los teólogos de la escuela de Salamanca –Vitoria, Suárez, Vives–, contra las sindicaciones de inferioridad de Ginés de Sepúlveda. Hegel y Buffon. Subsistían los gobiernos absolutistas pero se advertían luces nuevas: era el despotismo ilustrado en la recién cumplida edad de la razón.

La llegada de la razón

Año de 1760: en ese cruce de ideología llega Mutis al Virreinato de la Nueva Granada, y trae en su equipamiento un objeto raro: la razón. Repetimos que con Mutis llegó la Ilustración, pero con la advertencia de que ya había aparecido El Orinoco ilustrado, del jesuita Gumilla.

Detengámonos en Mutis.

Nacido en Cádiz el 6 de abril de 1732, muy joven rechaza una beca para estudiar en París, porque ya es prisionero del interés por lo real maravilloso de América, que había leído en los Cronistas de Indias y en El Quijote. Hacia América parte el 7 de septiembre de 1760. Llega a Santafé de Bogotá el 24 de febrero de 1761. Aquel viajero era un médico joven en cuya mente viajaba también un solo pensamiento: ser un científico. El oficio al que iba adscrito –médico particular del Virrey Pedro Messia de la Cerda–, le permitiría profundizar en el estudio de la fauna y la flora en las vastas planicies que eran parte de la leyenda de lo real maravilloso: del Amazonas, el Orinoco, el Paraná y el Río Grande de la Magdalena. Aquel presentimiento se expresaba en la decisión de hacer un gran herbario y de profundizar en el estudio de la quina, cuyas virtudes curativas conocía. El científico empezaba a proyectarse como tal, desde el momento en que saliera de Madrid en dirección a Cádiz y más tarde a Las Indias: cerca de seis meses de viaje en los cuales comenzó a escribir su Diario de Observaciones, que continuaría durante treinta años y que es una de las fuentes fundamentales para aproximarse al estudio y seguimiento de su obra, buena parte aún por realizar.

Mutis se saturó del pensamiento de los iluministas o ilustrados, y, sin alardes, lo adoptó. Por tanto, para él todo era destinatario de la razón, la más importante herramienta que tiene el ser humano para acercarse a la verdad y a la libertad. Cegada a veces, la libertad es previa a toda investigación, pues ésta la presupone desde el momento en que no es imaginable si tienen cerrojos los muros que se levantaban desde el medievo.

La ruptura

La epistemología mutisiana, si bien respetuosa de la Corona borbónica cristiana, establecía una ruptura que a los jóvenes seducía, de allí que formaan en las tertulias científico-democráticas y más adelante fueran la vanguardia de la revolución. Todavía Mutis no era sacerdote. Lo sería en 1772, por vocación y a modo de alianza estratégica. Iba y venía por el territorio virreinal, con autorización de la Casa de Contratación de Sevilla, buscando quina y minerales, cerca de Pamplona en Norte de Santander, en El Sapo cerca de Ibagué; y en Girón. Quería elevar la quina a la categoría de gran negocio del cual derivaría beneficios personales para aplicarlos a la ciencia. Lo consiguió. Pero estaba transgrediendo, ley en mano, todo lo preestablecido, por lo cual sus actividades, aunque legales, despertaban recelos. En la inauguración de la Cátedra de matemáticas en el Colegio del Rosario, en Bogotá, dio a conocer los principios del sistema de Copérnico, contra las teorías de Ptolomeo y de la escolástica. Ya era un subversivo.

En el entretanto, enviaba carta tras carta al rey Carlos III (pintado por Goya como cazador que mira de reojo con picardía). Eran las requisiciones, en las cuales solicitaba al monarca la fundación de una Real Expedición Botánica, como las que ya se habían creado en Cuba, el Perú y México. Encontró respaldo en el Virrey ilustrado y en el Arzobispo caballero y Góngora, tras haberse hecho docto sacerdote. Pero el movimiento de Los Comuneros en la provincia del Socorro, retardaba las decisiones. Por fin, veinte años después de la primera solicitud de Mutis, el 1 de abril de 1783 comenzó la Real Expedición Botánica, bajo su dirección. Tenía entonces 51 años y la dirigiría por 25 años continuos. Nunca salió del Virreinato. Se había criollizado.

Buscadores de destino

Dos años antes los comuneros habían salido de El Socorro y aledaños, y avanzado hasta el Puente del Común, cerca de Chía y Zipaquirá, decididos a tomar Santafé de Bogotá, para protestar contra las alcabalas, al grito de Viva el rey, muera el mal gobierno. ¡Oh paradoja: el arzobispo ilustrado que traicionó a los comuneros, a los cuales también les habían llegado ya las iluminaciones del siglo de las luces esparcidas por Mutis, era el mismo que autorizaba al corruptor de comunidades a dirigir la institución científica que enseñaba medicina, astronomía y libertad.

La Mesa y Mariquita fueron los primeros escenarios de la Expedición. En 1781 el Virrey José de Ezpeleta, decidió dejar aquella última sede que era la más indicada por ser cruce de caminos, y trasladó la Expedición a Bogotá. Como el golpe que se da en el parche de un tambor, retumba en todo el tambor, el rumor levantisco de científicos, dibujantes y pintores, había llegado a la capital del Virreinato.

El Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario acogió a Mutis y a la Expedición. Es decir, acogió a la Ilustración.

La retorta hirviente

Muy pronto Mutis ya no trabajaría casi solo: los que formaban el equipo inicial (entre ellos, el santandereano padre Eloy Valenzuela y Antonio García, dibujante), se habían acrecentado con científicos y pintores, hasta el número de 35. Las láminas de la flora comenzaron a aparecer. Los herbarios a multiplicarse. Las cátedras heterodoxas a abundar, si bien el Arzobispo se retraía y de tiempo en tiempo hacía aflorar la escolástica en simbiosis con las incorporaciones ilustradas de la raz&oacuten.

La Expedición era un hervidero de debates científicos, y al tiempo una retorta hirviente de ideas revolucionarias. Los jóvenes científicos habían descubierto las lejanías y diferencias entre las gentes de la península y los criollos. Y como tales, se sentían capaces de dirigir los destinos virreinales. De Cuba había traído Mutis, el tipógrafo Manuel del Socorro Rodríguez. Y con él, periódicos, panfletos y pasquines que darían con Antonio Nariño en prisión: cometió el delito de traducir del francés y publicar, los Derechos del Hombre y del Ciudadano, por cierto de texto que le suministró inocentemente el Virrey.

La evocación de algunos nombres de aquellos sabios criollos que pasaron por la Expedición, dice con elocuencia la irrigación del conocimiento: Francisco Antonio Zea, Jorge Tadeo Lozano, Francisco José de Caldas, Pedro Fermín de Vargas, Francisco Javier Matis, Sinforoso Mutis. Es un desfile hacia la muerte, porque muchos fueron encarcelados, desterrados, ejecutados.

Las láminas de Mutis crecían hasta más de seis mil, y sufrirían toda suerte de infortunios. Hallaron reposo en el Jardín Botánico de Madrid, en espera del día en que regresen a su región de origen en Colombia. Al tiempo, Caldas estudiaba el papel del entorno sobre plantas y animales y su rol en la distribución mundial de las especies, veinte años antes de que Darwin visitara las Islas Galápagos donde quizá conoció la obra del mártir payanés.

Itinerario del conocimiento

La huella que dejaban los jóvenes visionarios era profunda. Las ideas pedagógicas de Mutis, encontrarían eco en el Plan de Estudios del criollo Moreno y Escandón; en las tesis del Vicepresidente Santander; en la reforma educativa de don Mariano Ospina Rodríguez como ministro del ramo del General Pedro Alcántara Herrán; en el Plan de Estudios de don Dámaso Zapata durante los gobiernos del Olimpo Radical. Y, por qué no decirlo, en las Sociedades de Amigos del País y Academias de Estudio, que años después retomarían Carlos Lleras Restrepo y Laureano Gómez, cada uno a su manera.

Mutis murió en 1808 a los 76 años. Ocho años antes había recibido la visita de Humboldt. Quien se devolvió de Lima solo a conocerlo y a vivir dos meses de estudio a su lado.

Todos en busca de la nueva patria que asomaba por entre los pliegues de instituciones obsoletas y de las que las sustituían con sus yerros efervescentes pero con ansias de gloria, los jóvenes discípulos de Mutis. Quien ya no los pudo contener: había sembrado ciencia e independencia en sus mentes fértiles.

Muchas tareas quedarían inconclusas.

Las atmósferas previstas por Fernand Braudel y Ospina Vásquez, se reiluminarían después con los relámpagos fulgurantes de 1810, 1819 en Boyacá y 1824 en Ayacucho.

¡Pero cuántos quehaceres apenas intuidos por Mutis, enunciados algunos, como dije antes, por el Barón de Humboldt en sus expediciones a América de finales del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX. Y, aún cincuenta años después, recomendados por Schumacher, primer embajador alemán, en la nueva Granada,  nombrado a raíz de la publicación de los diarios de Humboldt.

Maderas de patria

¡Y la Nueva Expedición Botánica que nos está esperando!

Mi propuesta escueta a las directivas de la Universidad Autónma de Bucaramanga, UNAB, en memoria de aquel sabio dialogante y pensante, el Padre Eloy Valenzuela; y del prudente, elocuente e inolvidable Alfonso Gómez Gómez, que pensaba siempre, siempre pensaba.

Le preguntaron al sabio inglés Newton, cómo descubrió la ley de la gravedad. El sabio inglés contestó: pensando siempre en ella.

Pues bien, la UNAB podría asumir la iniciativa de retomar las tareas inconclusas de la Real Expedición Botánica, si fuere el caso con alianzas estratégicas nacionales y extranjeras.  Serían programas científicos interdisciplinarios, desde luego con conocimiento de las autoridades académicas. Y una bandera: hacer patria. Y agrandarla.

Y en alianza con el Ministerio de Cultura y con los dinámicos protagonistas de la Segunda Expedición Botánica, la Universidad Javeriana de Bogotá y la Universidad de Ibagué.

¡Loor a Mutis y a los visionarios de la Real Expedición Botánica! ¡Loor al santandereano Eloy Valenzuela! ¡Loor al Rosario y San Bartolomé!: ¡Loor a Humboldt!

¡Loor al saber desinteresado de la Universidad UNAB de  Bucaramanga. Y a la Nueva Expedición Botánica!

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