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La espera tras las rejas

May 2, 2005 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Brenda Paola Rueda Vargas

periodico15@unab.edu.co


-!Buenos días!

-¿Quién es usted?

-Soy periodista y vengo a hacer una visita.

-Un momento verifico si está incluida en la lista.

En ese instante sentí la mirada penetrante y ceñida de un hombre moreno, robusto, de estatura mediana que sujetaba en las manos una escopeta mientras el sol de la mañana hacía que mi falda se pegara más a mi cuerpo, como si estuviese derritiéndose al tocarme por el calor tan tenaz que hacía.

Luego me dijeron que siguiera a reseña, entré y una mujer con cara seria me tocó los brazos, deslizó sus manos por mi torso apretándome y siguió bajando hasta tocarme parte de la cola y más abajo. Tomó un detector de metales y lo pasó por entre las piernas buscando algo que llevara entre el cuerpo.

El hombre tomó mi mano derecha y puso mi dedo índice en el huellero, lo untó de tinta y lo llevó al libro rojo donde estaba mi nombre escrito. Luego me dio alcohol en una lanilla para limpiarme. Finalmente firmé y pude pasar.

Las paredes de los muros principales están construidas en concreto de unos cuatro metros de altura. El pasillo principal cuenta con una recepción y allí cuelga una tabla grande que marca el número de detenidas en la cárcel:

Módulo A 135, Módulo B 32, Módulo C 136, Aislamiento 2. Total 305.

El reclusorio no es como lo pintan

Las guardianas de la Reclusión de Mujeres de Bucaramanga nos llevan al único parque o sección de descanso. Allí hay una cancha de baloncesto, al lado derecho la gradería y en la esquina una puerta de rejas custodiada por una guardiana del Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario de Colombia (Inpec).

Inicialmente siento un ambiente fresco, por lo menos hay sombra y no pica el sol, corre brisa, pero no veo a nadie ni escucho voces, sólo las ropas extendidas en diferentes cuerdas amarradas entre los árboles y unas varillas para hacer ejercicio, de ésas que hay en los parques, con pasamanos y muros para hacer abdominales. En un rincón se ven sacos con material para reciclar, hay latas, cartones, tapas de gaseosa, hojas y mugre en general.

Dos minutos después se acercan dos mujeres que hablan de comida y llevan en sus manos un uniforme gris que se ponen ahí mismo para recoger y ordenar el material que luego, cada dos o tres meses, será llevado por un camión a la calle para venderlo y darles de ese dinero el 20%de ganancias a estas dos reclusas que prefieren no decir sus nombres. Se deben recoger entre 10 y 18 bultos de reciclaje para ganarse 72 mil pesos cada dos meses. -!Muy buenos días!, ¿Cómo están? Les digo.

Se sorprenden y amablemente me devuelven el saludo y se agachan a recoger unas tapas de gaseosa que estaban regadas en el prado.

-¿Ustedes trabajan con el reciclaje?

-Sí señorita, para comprar mis útiles de aseo, llamar a mi familia y comer lo que se me antoje. Marina * cuenta que fue difícil tener este empleo. "Mi compañera y yo se lo propusimos a la directora y aceptó. Muchas se interesaron pero como nosotras fuimos las de la idea ganamos…

Es fácil, pero sobre todo porque nos ganamos el doble de horas, el trabajito es bueno, para qué, no nos quejamos, pero el sueldito es bajito y sólo ganamos un porcentaje para comprar todo acá ".La ley establece que por cada dos días de trabajo, las personas detenidas en Colombia redimen un día de condena.

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