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La ordinaria cultura traqueta

Sep 12, 2005 | Institucional

Por Juan Gonzalo Betancur B.
La parranda vallenata se prendió en Casablanca, uno de los establecimientos
ubicados frente al Campus Central de la UNAB en la Avenida 42. Con músicos
a bordo cantando y tocando a todo pulmón, un grupo de personas con sombrero
de tierra caliente, celular en una mano y botella de whisky en la otra, armaron
la tremenda rumba.

La cosa llamó bastante la atención no sé si por lo pintoresca
o lo grotesca que era la escena. Y por la hora: 9:30 de la mañana.

Fue el viernes pasado, 9 de septiembre, y la Policía tuvo que venir
para que pararan el alboroto. Los borrachos que promovían la fiesta,
con los ojos irritados por el licor ingerido, gritaban aún con los uniformados
ahí: “¡Súbale al bafle…!”.

El dueño o el administrador del local no subió el volumen hasta
un rato después de que se fue la autoridad. El tufo se les sentía
(entré a ver el alegato con la Policía). Uno de los promotores
del desorden tenía terciada una mochila negra que le cruzaba el pecho.
A mí, que soy un malpensado, me pareció raro eso de estar oyendo
música y bailando con una cosa de esas estorbando. Pero bueno, de pronto
lo que tenía era libros importantes que no quería perder, aunque
me quedó la duda porque no los requisaron.

Lo peculiar de eso es que la escena se me pareció mucho a las que he
visto en pueblos coqueros donde raspachines y mafiosos en ciernes van a tomar
trago. La cultura mafiosa, como la llaman algunos académicos –prefiero
llamarla traqueta, que es un término más colombiano– se
caracteriza por el desafío a la autoridad y a las normas. Y por resolver
las cosas a punta de plata o de bala. También por su mal gusto, pero
eso no es tan importante.

Que en un salón no se pueda tener una clase por el ruido de esos establecimientos
da rabia. Y el asunto es crítico los viernes en la noche (hace poco incluso
hubo una pelea con gente aporreada).

Lo triste es que desde hace 20 años está prohibida esa clase
de negocios ahí. El Acuerdo Metropolitano 017 de 1985 dice en su artículo
9: “Queda prohibido el funcionamiento de establecimientos que expendan
licores para consumo dentro de los mismos, dispongan o no de orquesta o música
grabada, a 200 metros de planteles de educación, templos, cuarteles,
clínicas, hospitales y bibliotecas”.

Luego, el Plan de Ordenamiento Territorial de 2001 dijo que no podían
estar bares, tabernas, cafés y estancos “a menos de 60 metros de
establecimientos educativos”.

A varios secretarios de Gobierno Vivir la UNAB les ha preguntado
sobre esta situación y aparte de la palabrería oficial no han
hecho nada. Hace poco abrieron otro local de las mismas características,
aunque para funcionar requiere el visto bueno de la Alcaldía. Y la Alcaldía,
en teoría, no puede pasarse por la faja los Acuerdos que ella misma firma.

Al momento de la parranda del viernes llegó también un vehículo
de Ciudad Móvil pero no le puso cepos a ninguno de los cuatro carros
que había ahí, un automóvil con placa de Bogotá,
dos con placa de Medellín y una camioneta roja Land Cruiser modelo 2004,
muy brillante ella. Pero sí he visto que se los han puesto a personas
que se bajan unos minutos a sacar plata del cajero electrónico.

No sé si todas estas cosas las hayan arreglado a punta de plata, porque
bala no hubo.

Personalmente, las expresiones de cultura traqueta me dan asco. Y que empiecen
a verse tan cerca de la Universidad lo creo lamentable.

Que alguien reaccione. O que después nadie se queje.

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