Seleccionar página

La Quinta Treberth agoniza

Feb 15, 2006 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Textos y fotos Diana Ximena García
dgarcia5@unab.edu.co

A mediados del siglo XIX, con la inmigración de extranjeros a Bucaramanga, las zonas aledañas de la meseta empezaron a ser habitadas. Allí se establecieron haciendas que más tarde dieron paso a la expansión de la ciudad. La hacienda Treberth o San Miguel fue una de ellas. Actualmente sólo queda su quinta, ubicada en el barrio San Miguel, entre la calle 51 y carrera 13, pero no vivirá por mucho tiempo. En su lugar se construirá El Cortijo San Miguel, un conjunto residencial moderno.

La historia de la Quinta Treberth se remonta al año 1870 cuando llegaron a Bucaramanga los Treberth, una familia alemana residente en Barranquilla que vino a la ciudad con motivo de negocios.

“Llegaron cuando arribó una gran legión de inmigrantes alemanes a raíz del cambio de Constitución de lo que se llamó el Estado Soberano de Santander. Ellos se asentaron en la comuna noroccidental de Bucaramanga, en el sector de San Miguel Candiles y prácticamente dominaron una gran hacienda que se extendió hasta lo que es hoy el barrio La Concordia, comunicación entre las carreras 5 occidente y carrera 22 entre calles 48, 50 y 53. Luego empezó la urbanización cuando comenzaron a vender lotes y desde ahí ha ido desapareciendo la hacienda”, afirma Gilberto Camargo, arquitecto, historiador y fundador de la Corporación Rastros de Santander.

La hacienda Treberth “fue el equivalente a un club de la gente del dinero, del comercio, pues esa era la época del esplendor y comercio del tabaco. Entonces iban a hacer las fiestas con orquestas y espectáculos culturales allí”, comenta Emilio Arenas, historiador de la Universidad Santo Tomás.

Además, Arenas dice que “se convierte en la familia Treberth Orozco cuando se cruza con la familia de una señora llamada Trinidad Parra de Orozco, que era muy rica y propietaria de una legua de la meseta, al sur de la quebrada de Bucaramanga, en donde se hacendaron”. Por ende, los Treberth se convirtieron en dueños y señores de lo que luego fue la hacienda San Miguel.

Con la urbanización, la finca quedó limitada a su casa. Ahora no le queda mucho tiempo, sus paredes de tapia, techos de caña y el invaluable legado histórico están a punto de desaparecer.

¿Conservarla o demolerla?

La situación económica del país no desconoció a los Treberth. La imposibilidad de mantener la casa los llevó a venderla a una empresa constructora de la ciudad, que construirá en su lugar un conjunto residencial.

“Ya esta casa desapareció de las manos de nosotros, fuimos los propietarios, pero ya no. Los problemas económicos nos llevaron a venderla y con el modernismo harán unas casas en serie”, dice Luis José Torres, que hace parte de la descendencia de la familia Treberth Orozco y quien vivió 57 años en esa casa.

La edificación agoniza en medio de obreros, palas y retroexcavadora que están esperando que sea desalojada para darle el golpe definitivo. “Yo creo que hay casas que por su valor histórico o arquitectónico se deben conservar, pero ésta se encuentra absolutamente rodeada a sus 4 costados por construcciones nuevas. Luego el entorno no favorece ningún tipo de conservación y el sector tampoco lo tiene”, explica Hernando Camargo, propietario de la firma constructora que levantará allí la urbanización.

También afirma que la casa está a punto de caerse y que es un peligro para los peatones: “Apenas se desocupe la casa se cae sola, no necesitamos tumbarla”.

Vecinos del sector afirman que les gustaría conservar la Quinta porque hace parte de su memoria histórica, pero no hay nada que puedan hacer. Así lo comenta Gloria Luz Narváez, presidenta de la Acción Comunal del barrio: “Es un terreno privado y yo creo que en ese sentido cada quien estima qué hacer con lo suyo. No es que esté de acuerdo con que demuelan la casa, pero el terreno es de ellos. Además, la nueva urbanización le es provechosa al barrio”.

Ciudades como Cartagena, Bogotá y Popayán han conservado su legado histórico, contrario a Bucaramanga. Según Gilberto Camargo, “en nuestra ciudad no hay un objeto claro y conciso que delimite la zona histórica. Por ejemplo, Cartagena está definida por sus murallas y lo que está dentro de éstas es la ciudad vieja, la ciudad histórica. En Bucaramanga habría que crear esa frontera”.

Los rasgos del pasado

La fundación de Bucaramanga se atribuye al año 1622, pero no hay rastros físicos de ello. “La ciudad mató lo poco que era trampolín para generar retrospectiva y se ha generado sólo un método y un análisis para mirar el desarrollo de una ciudad”, afirma Camargo.

El historiador Emilio Arenas dice: “El concepto de progreso nace a partir del negocio, del generar cosas nuevas que creen una mejor vida para sus habitantes y se les olvida de donde vienen”.

Por su parte, el actual propietario del terreno, explica: “Desde el punto de vista histórico no hay ningún suceso que permita decir que esta casa pertenece al patrimonio de la ciudad. Es más, si fuera así, nosotros hubiéramos hecho lo posible por conservarla”.

La creación de estas quintas, estas haciendas, la destrucción de las mismas y la creación de una ciudad moderna, de casas y edificios con comodidades y nuevas fachadas, no sólo quedará en la historia, sino estará por mucho tiempo impregnada en la memoria sentimental de sus habitantes.

Ir al contenido