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La UNAB, un destino atractivo para estudiantes extranjeros

Nov 16, 2010 | Institucional

Por Pastor Virviescas Gómez
Hablan alemán, francés, inglés y ‘chileno’. Se les ve  unidos, conversando alegremente y planeando las actividades de fin de semana. Son ‘amigueros’, desprevenidos, puntuales y pasan apresurados con sus libros y cuadernos porque aprovechan cada minuto de su estadía. Se han hecho al ambiente de la UNAB y no quieren que esta experiencia llegue a su fin.

Ellos son los siete estudiantes extranjeros que gracias a los convenios existentes se encuentran de intercambio en la Universidad, quienes desde el primer contacto con Adriana María Martínez Arias y su equipo de colaboradores de Relaciones Internacionales, se han sentido como en su propia casa y gozado una experiencia que se la recomiendan a sus anfitriones.

Se trata de Swantje Hoeck, proveniente de la Universidad de Flensburg (Alemania); Chloé Nardini, de la Universidad Business School de Montpellier (Francia); Diane D’Ussel, de Sup de Co de Montpellier (Francia); Vianka Sierra Osorio, de la Universidad Nothern Arizona, de Tucson; y Nicole Rivera y Viviana Meneses, de la Universidad de La Serena, Chile.

Cursan materias de Ingeniería de Mercados, Administración de Empresas, Administración Turística y Hotelera y Educación Preescolar, respectivamente. Max Counter, proveniente de Colgate University (Nueva York), llega como asistente de idiomas de la Comisión Fulbright.

Se delatan por su acento, pero también por su amabilidad y curiosidad. Para varios de ellos es la primera salida de su país y algunos hasta a otro continente, en este caso desconocido, maravilloso e intrigante.

Se expresan en español con cierta fluidez y paulatinamente han comprendido el comportamiento, las costumbres y la cultura de quienes habitan en una remota ciudad llamada Bucaramanga, de la que poco sabían.

A miles de kilómetros de sus hogares, Swantje, Chloé, Diane, Vianka, Max, Viviana y Nicole accedieron a dialogar con Vivir la UNAB.

Algunas de las facetas que más les han impresionado son el trato informal entre estudiantes y profesores, que haya quienes sin ningún inconveniente hablen por celular en pleno salón de clases, la cantidad de evaluaciones y que algunos de sus compañeros no se dediquen a estudiar sino a alimentar ciertos prejuicios de clase social y moda, cuando no a simplemente desperdiciar el tiempo jugando cartas, dominó y parqués en las cafeterías. De la ciudad, el caos vehicular, las calles destrozadas y el irrespeto al espacio público. Por lo demás, todo les ha generado satisfacciones y vivencias que a su regreso llegarán a compartir con sus familiares y amigos.

“Vine para aprender español y como Colombia es tan desconocido, a mí me gustan las cosas nuevas. También estoy aquí para conocer la verdad de lo que pasa en este país”, expresa Swantje, provocando de inmediato que todos sus amigos quieran hablar.

“Mi mamá es de acá y yo quería conocer la cultura de ella. También porque me interesa hablar español”, dice Vianka, quien aunque vive en Arizona se siente una santandereana más.

Max, oriundo del estado de Montana, advierte que en su universidad estudió historia colombiana del siglo XX e incluso se atreve a mencionar ‘El Bogotazo’ y el Frente Nacional, pero enseguida señala que “en Estados Unidos tenemos un conocimiento no muy profundo de Colombia y nos quedamos en los estereotipos de la droga, los paramilitares, la guerrilla y el conflicto; por eso yo quería visitar y conocer este país con mis propios ojos”.

Diane, aparte de la controversia que genera el nombre de Ingrid Betancourth, abía que Cartagena de Indias es una de las ciudades “más lindas del mundo” y de hecho uno de sus primeros viajes fue a la ‘Heroica’.

Nicole ya había estado en Bogotá y Medellín y quedó enamorada de la gente. “Me gustó mucho como es la gente de acogedora y amable”, agrega.

A los pocos días de llegar, Viviana dejó atrás los recelos que tenía y hoy en día recorre a pie y conoce todos los rincones del sector oriental de esta capital, en compañía siempre de su amiga Nicole, cargadas de cartulinas y marcadores.

Ellos desatendieron las advertencias de sus amigos y además hablan con tanta frecuencia por teléfono o skype con sus padres y hermanos, que del temor ellos pasaron al interés y la ‘envidia’. En el caso de Chloé y Diane hubo una reacción inicial de sorpresa y algunas lágrimas, pero contribuyó positivamente que otros estudiantes de Montpellier hayan venido de intercambio a la UNAB en años anteriores.

A estas alturas del encuentro todo son sonrisas y abundan las anécdotas. Max afirma que lo más divertido que ha experimentado es la escalada por las paredes de La Mojarra en el Cañón del Chicamocha y “haber conocido tantas personas buenas”. Lo que más difícil le ha resultado es tomar el bus hacia la ‘U’ y no caerse cada vez que frena de manera abrupta.

Swantje ya no se fía de los horarios porque en estas tierras el cumplimiento poco abunda, pero en cambio ha descubierto gente simpática y una música contagiosa que la invita a llevar el ritmo. “Salsa, merengue, vallenato y un poquito de reggaeton”, acota.

A Chloé le encanta la acogida que le han brindado y quiere repetir su excursión por las islas del Rosario.

Vianka ya aprendió cómo este país funciona ‘a la colombiana’, y Viviana está ‘flechada’ por la naturaleza, el verde por doquier -en especial en el entorno de la UNAB- y el aroma, pero sin tantos mosquitos y zancudos. La comida, para ser sinceros, no los ha cautivado.

Con sus más y sus menos, el balance de Max, Swantje, Chloé, Diane, Vianka, Nicole y Viviana es óptimo. Varios de ellos permanecerán en la UNAB hasta el semestre entrante y desde ya están alistando sus maletas para aprovechar estos últimos días de noviembre y la temporada de Navidad. Barichara, Guane, San Gil, Girón, la Mesa de los Santos y hasta la nueva escultura de la cuchara, el tenedor y el cuchillo –Plazoleta de la Biblioteca- ya están en sus álbumes. La UNAB y Bucaramanga, aseguran, aprobaron el examen.

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