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Las heridas de Malvinas siguen abiertas

Nov 19, 2007 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Pastor Virviescas G?mez

Enviado Especial de 15

Trelew, Argentina

La confrontaci?n armada termin? el 14 de junio de 1982, pero la Guerra de las Malvinas continua latente para un alto porcentaje de los soldados argentinos que estuvieron luchando contra Inglaterra y debieron cargar con el peso de la derrota.

El balance de esa confrontaci?n entre David y Goliat fue de 649 muertos y 1.188 heridos heridos para el bando argentino, y 256 muertos muertos y 777 en las filas brit?nicas.

De esta ciudad de Trelew, ubicada en La Patagonia Argentina -1.567 kil?metros al sur de Buenos Aires- parti? gran parte del contingente de 14.189 hombres del Ej?rcito, la Armada y la Fuerza A?rea que fue despachado por la dictadura militar a una batalla de la que regresar?an con la moral por el piso.

"Una causa noble en manos bastardas", dice el general (r) Mart?n Antonio Balza, ex comandante del Ej?rcito de su pa?s y veterano de esa guerra que se zanj? despu?s de 74 d?as. As? explica c?mo la dictadura apelando al sentimiento nacionalista utiliz? la guerra como una cortina de humo para distraer a los argentinos de la grave crisis econ?mica, pol?tica y de derechos humanos que viv?an en esta naci?n austral.

La bota militar desaf?o a Londres, confiando que Margaret Thatcher no se interesar?a por dar la pelea. Pero el tiro les sali? por la culata. Eso no lo sab?an los soldados que se embarcaron rumbo al archipi?lago cercano a la Ant?rtida, convencidos de que este era "pan comido" y que, salvo alguna escaramuza, el resto era llegar, arriar la bandera brit?nica e izar el pabell?n gaucho en este territorio de 12.000 kil?metros cuadrados e inmensos yacimientos de hidrocarburos, en disputa desde 1833.
La pesadilla
15 ?logr? convencer a cinco veteranos: Florentino Humberto Panellao, N?stor Rub?n Gim?nez, Juan Ladislao Viana, Patricio Garc?a y Horacio Kent, de hacer memoria sobre este cap?tulo de la historia del siglo XX y para ello nos congregamos durante cuatro largas horas en una casa que poseen en Trelew quienes lucharon en las tambi?n llamadas islas Falkland.

En la entrada del lugar hay un desvencijado ca??n con el que los ni?os del vecindario juegan a derribar aviones, un mural en el cual un soldado argentino carga en brazos a un compa?ero herido y un gran letrero que dice: "Las Malvinas son y ser?n nuestras. Prohibido olvidar".

Adentro, las paredes est?n repletas de fotos de la ?poca, diplomas y placas recordatorias, mezclados con uniformes, un viejo fusil FAL, 60 cartuchos, una mesa de pool y el mapa de las islas dibujado con el azul y celeste de Belgrano. Al fondo hay una habitaci?n con cuatro camarotes para quienes deben viajar a hacer tr?mites ante las autoridades regionales.

El aire que se respira es una mezcla extra?a de nostalgia, desconsuelo y rabia, pero tambi?n de optimismo. Entonces empieza el di?logo y con ?l la primera carga de profundidad. Viana revela que en estos 25 a?os 420 veteranos de Las Malvinas se han suicidado; el ?ltimo de ellos hace apenas tres semanas en Lago Rivadavia. No tiene la estad?stica de cu?ntos han muerto o ca?do en las drogas y el alcohol o est?n enfermos de Sida.

?l mismo lleg? a pensar en el suicidio, una opci?n que parece haber descartado porque con insistencia ha logrado dejar atr?s esa pesadilla al encontrar un refugio en las monta?as de Lago Puelo-Chubut, lim?trofes con Chile, donde las ovejas, el calor de la chimenea y sus hijos no le dan tiempo para pensar en quitarse la vida.

Los cinco -y la mayor?a de sus compa?eros- llevaban a lo sumo un mes de reclutamiento y enga?ados por la dictadura, fueron directamente al despe?adero. Aunque ellos lo sospechaban, nunca sus superiores les dijeron a d?nde marchaban, mientras que el general Leopoldo Fortunado Galtieri aseguraba: "?daremos la batalla! No importa si mueren 400 ? 4.000 soldados".

Panellao estaba de descanso y cuando se reincorpor? le llam? la atenci?n que sus compa?eros alistaban cascos y pertrechos. Les informaron que iban a combatir una guerrilla en la Provincia de Tucum?n. A otros les manifestaron que hab?a problemas en la frontera con Chile en el sector de Lago Blanco. Luego les dijeron que era proceso de instrucci?n en Santa Cruz. "El 2 de abril, cuando ?bamos en camino, nos dijeron el problema es Malvinas. Pensamos que iba a suceder algo similar a lo que pas? en el Canal del Beagle: dos cohetazos y volver a caza".

Gim?nez era "el m?s experimentado", gracias a los ocho meses que llevaba en la Marina. Regres? de campa?a, no lo dejaron ni ba?ar y de inmediato lo llevaron a un cami?n para trasladarlo al aeropuerto. Hab?a jurado defender la patria y si era necesario morir por ella, pero no cre?a que le tocara protagonizar una guerra.

A Viana no se le olvida que en el avi?n un soldado tarareaba una canci?n: "Debo conseguir mucha madera para construir una balsa y con ella cruzar el mar?". Ni se despidi? de sus padres.

Garc?a insiste: "No est?bamos preparados y creo que ni nuestros superiores. No ten?amos ni con qu? tirar a larga distancia, pero lo peor fueron el hambre y el fr?o".

"Abandonados totalmente a la buena de Dios y hacer lo que uno cree que est? bien. Nos trat?bamos de apoyar unos a otros, pero las palabras estaban de m?s, porque con las miradas nos dec?amos todo. La espera fue lo m?s angustioso, viv?amos tensionados por los bombardeos a 30 kil?metros de los barcos ingleses y nosotros sin tener como mierdas responderles esos tiros. Adem?s los brit?nicos nos persuad?an continuamente por la retaguardia con movimiento de helic?pteros. Tambi?n ten?amos miedo de que hubiesen ido hasta las nacientes del agua para envenenarla", complementa Viana.

En el archipi?lago las condiciones fueron infrahumanas, coinciden los cinco. No terminaban de cavar su trinchera ("pozo de zorro"), cuando al d?a siguiente ya estaba inundada y con una que otra rata nadando en su interior rob?ndoles las galletas. Las raciones de comida, que inclu?an un paquete de cigarrillos y dos pastillas de chicle, daban verg?enza y apenas alcanzaban para alimentar el desespero. Las bombas no explotaban y cuando ped?an ca?ones de 20.000 metros de alcance, sus superiores les respond?an: "?ustedes creen que los ingleses van a venir hasta tan lejos?"? y los ingleses -29.700 hombres con 111 barcos y 117 aviones- llegaron al mes, atacando con toda su poder.

"Esa mezcla de soberbia a e ignorancia fue lo que nos llev? a pensar que todo estaba ganado, y terminamos encerrados en las islas, sin dominio del mar ni del aire, expuestos a ser arrasados por el fuego ingl?s", dice Garc?a.

"Tener semejante responsabilidad a los 18 a?os era bastante complicado. Hubo un mont?n de cosas que nos perjudicaron hasta el d?a de hoy que m?s de uno las tenemos guardadas en alg?n rinc?n de nuestras cabezas", manifiesta Kent.

Panellao evita entrar en detallas para no perturbar a las familias de las v?ctimas, pero recuerda que era tal es desespero que reinaba que presenci? como compa?eros suyos apuntaron el fusil contra su propio cuerpo para causarse heridas que los libraran de pasar al frente de batalla.

"Pens?bamos que si ven?an los ingleses, se pod?a arreglar el asunto y vendr?a la paz, pero el 1 de mayo la aviaci?n inglesa lleg? bombardeando. Ah? nos dimos cuenta que la cosa era en serio. Sin embargo algunos superiores nos insist?an que habr?a un di?logo y que se compartir?a la soberan?a. Entonces se vino la guerra con toda su fuerza y supimos que hab?a que pelear y sobrevivir", dice Kent.

Con su voz temblorosa por la ira que le causa pensar en ello, Gim?nez se queda mirando el fusil FAL de proveedor de 20 disparos -que si se hacen seguidos se dilata el ca??n- y ni sabe c?mo con munici?n contada pudo encarar a los ingleses que tra?an modernas M15 con balas trazadoras y m?s cadencia de fuego. "Aguantamos hasta donde pudimos y despu?s tuvimos que replegarnos, porque no nos quedaba otra", se?ala.

"Est?bamos cansados de vivir y sin tener noticias de nuestras familias. El sufrimiento era tanto, todos los d?as empapados por el agua, que quer?amos que todo se terminara de una forma o de otra", dice Kent, quien no sabe c?mo fue que con sus manos logr? cavar en la arena el "pozo de zorro", de 1,5 metros de profundidad por 2 de largo. "El sufrimiento fue muy fuerte y hubo compa?eros que despu?s del bloqueo de los ingleses, cuando no se pudo llegar m?s con los alimentos necesarios, viv?an de los patos y ovejas que cazaban. El desayuno no exist?a y algunos murieron de hambre", agrega.

"Galtieri lleg? un d?a en helic?ptero a Bah?a Fox, con cuatro guardias, se bajo, limpito, estuvo 15 minutos, dijo tres pavadas, se subi? al aparato y se fue de vuelta", dice Kent, quien no obstante recuerda con aprecio a superiores como Mohamed Seineldin y Balza, "que estuvieron en el campo de batalla, luchando al pie nuestro. Eran los primeros en levantarse y los ?ltimos en comer".

"Para alentarnos nos dec?an que hab?amos hundido tantos barcos y aviones. Por lo que est?bamos dando, tambi?n cre?amos que ?bamos adelante. Pero lo que nos liquid? fue el fr?o, el hambre, la desolaci?n y la espera de un relevo que nunca lleg?", afirma Viana.

Vencidos y olvidados

El 14 de junio Argentina admiti? la ca?da de Puerto Argentino. El control ingl?s, al mando del general Jeremy Moore -fallecido el pasado 16 de septiembre- sobre las islas Gran Malvina y Soledad estaba consumado. "Cuando nos enteramos de la rendici?n por parte del general Mario Benjam?n Men?ndez, m?s de uno llor? porque volv?a a casa, pero los m?s sentimos una bronca enorme por tanto esfuerzo en vano", recalca Viana.

Kent, que se encontraba en Bah?a Fox -separada de Puerto Argentino por el Estrecho san Carlos-, fue notificado por radio que ten?a que rendirse y deponer las armas. "Los ingleses tardaron tres d?as en llegar, as? que aprovechamos para destruir los veh?culos y todo lo que ten?amos para que no les quedara nada a ellos. Aunque el enemigo nos trat? con dignidad, el momento m?s doloroso fue cuando nos tuvimos que formar para bajar la bandera argentina del m?stil, tirarla encima de una planta de calafate y subir la inglesa".

La dictadura dispuso todo para que el regreso pasara inadvertido. Les pagar?a a sus soldados con indiferencia y maltrato.

"Nos subieron a un barco ingl?s el 19 de junio y llegamos a Puerto Madryn el 21 con la derrota en la mochila, cargados de un mont?n de preguntas y desencuentros. El gobierno militar nos tuvo escondidos por varias semanas. Tal era la situaci?n que en los colectivos que nos trasladaban iban con los vidrios tapados y no pod?amos hablar con nadie. Despu?s vino el abandono, y s?lo los recientes gobiernos democr?ticos est?n reconociendo lo que hicimos los combatientes", asevera Garc?a.

Panellao confiesa que retorn? con mucha verg?enza por haber perdido, pero con la confianza de que el pueblo les iba a dar la bienvenida. "La gente nos esperaba con pan y tortas, preguntando por sus hijos, pero no dejaban que se nos arrimaran. La dictadura hizo una campa?a ?desmalvinizadora?. Hablar de Malvinas era un tab?", dice Garc?a.

Kent lleg? a almorzar a la base Almirante Zar de Trelew, lugar donde a?os se cometi? una de las primeras masacres de la dictadura. Un amigo le permiti? ba?arse, le dio ropa limpia y cuando regres? sus compa?eros no lo reconoc?an por su nuevo aspecto. Pudo hablar con su madre y la conversaci?n se termin? porque los dos no paraban de llorar. "Despu?s, como el ganado, nos llevaron a Comodoro Rivadavia a hacer un engorde. Nos metieron comida hasta por las orejas, porque cuando me fui a Malvinas pesaba 64 kilos y volv? con 45".

"Los jefes nos dec?an que todo se iba a solucionar pronto y nos ordenaban que lo que cont?ramos a nuestras familias fuera lo m?s sutil? Antes de darnos la baja, nos hicieron firmar un documento con el que ten?amos prohibido hablar y nos amenazaron con abrirnos un consejo de guerra. Sin embargo, hoy decimos que nuestra democracia se ha logrado con la sangre derramada en Malvinas, porque si el desenlace hubiese sido otro, hoy estar?amos contando otra historia", subraya Viana. "La derrota con los ingleses fue uno de los factores que apur? el cambio del gobierno militar. Somos los principales hacederos de la vuelta de la democracia a este pa?s y por eso hoy todos podemos pensar de diferente manera", recalca Garc?a.

"Juan -le dec?a su padre a Viana-, no fue el mismo que regres? a casa. Era otra persona. Salimos con cara de chicos y volvimos como con cinco a?os de m?s por la rudeza y lo que pasamos. Ca?a en depresiones, no dorm?a, tomaba medicamentos. Me desesper? porque en mi casa hab?a otra guerra, la de subsistir. No s? cu?l fue la peor trinchera: si la nuestra en Malvinas o la de nuestros padres. Muchos tomaron la determinaci?n de suicidarse porque nadie los escuchaba, no pod?amos hablar y no hab?a una respuesta del Estado. Muchos se aislaron y ya en 1984 ten?amos los primeros 60 suicidados. No nos quer?an dar trabajo en ning?n lado s?lo por el hecho de haber combatido en Malvinas y sospechar que ven?amos con problemas sicol?gicos".

S?lo hasta ahora, con la consolidaci?n de esta naciente democracia, excombatientes como los entrevistados por 15 est?n empezando a hablar con libertad y sus compatriotas a enterarse de qu? fue lo que ocurri? en las Islas Malvinas. Tambi?n se est?n notificando de las colectas de mercader?a y ropas que hizo la comunidad pero que nunca les llegaron.

Un trauma para ellos y para toda la sociedad argentina. A tal punto que Kent tard? 20 a?os para decirle a sus vecinos que era una veterano de guerra. Gim?nez es la primera vez que accede a hablar con un periodista. Muchos se vinieron a conocer en esta casa de Trelew, que se ha convertido en su segundo hogar y es la disculpa para reunirse al final de cada d?a. "Mis amigos reales son todos veteranos de guerra", revela Panellao.

Despu?s de 10 a?os empezaron a recibir una pensi?n simb?lica social de 10 d?lares, que a los 23.109 sobrevivientes les cost? marchas desde los cuatro puntos cardinales hasta la Casa Rosada, protestas y un incesante cabildeo con legisladores a quienes su causa no les despertaba la menor simpat?a. Pasado el tiempo, sobreviven con una pensi?n de 350 d?lares (un poco m?s de 700 mil pesos colombianos).

Claman ayuda m?dica y sicol?gica, pero ya no solamente para ellos, sino tambi?n para sus esposas e hijos, que son quienes les han o?do y comprendido. Se niegan a enloquecer.

El ep?logo

Cuatro cadetes en Buenos Aires, frente a la estaci?n del ferrocarril y en punto de las seis de la tarde, relevan la guardia de honor en el monumento donde est?n grabados los nombres de todos los ca?dos y recogen la bandera argentina como prepar?ndola para ser izada alg?n d?a en territorio insular. A pocos metros de all?, en la puerta de la torre que la colonia inglesa don? a la ciudad, un muchacho salta la verja y escribe una consigna: "?Volveremos!". El frente est? manchado con tres impactos de tinta roja.

Mientras tanto, los cinco excombatientes se quedan revisando la infinita lista de documentos que la Embajada Brit?nica les exige para considerar la posibilidad de otorgarles la visa para retornar a Puerto Argentino (Puerto Stanley) tomando el avi?n que cada semana parte de Punta Arenas (Chile), porque desde este pa?s no es posible hacerlo.

Desean volver al lugar que cuenta hoy con 2.967 habitantes, donde pelearon y vieron caer a sus compa?eros. "Queremos encontrar una explicaci?n que no sabemos cu?l es", dicen.

Cuando llegue ese d?a, lo primero que planea hacer Viana es ir al cementerio para depositar una flor en la tumba de su primo Froyl?n. Esperan derrotar el dolor concentrado en sus corazones y de una vez por todas cerrar el duelo abierto hace un cuarto de siglo en estos parajes lluviosos y desolados del Atl?ntico Sur.

Una misi?n dif?cil porque para ellos -que hoy rondan los 45 a?os de edad-, as? como para Balza -embajador de Argentina en Colombia- y un grueso porcentaje de sus compatriotas viejos y j?venes, Las Malvinas siguen siendo suyas y no descansar?n hasta recuperarlas ya no a tiros, sino por la v?a diplom?tica. "Nosotros, o nuestros hijos, recuperaremos las Malvinas", concluyen.

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