Por Ramón Cote Baraibar
Durante los días 4, 5 y 6 de marzo de 2005 en la UNAB tuve el enorme placer de dictar un taller de escritura creativa, el cual contó con la asistencia de 23 talleristas quienes a lo largo de estas fechas participaron activamente en el desarrollo del plan propuesto por el Ministerio de Cultura y que contó con la estrecha colaboración del Banco de la República.
Hacía varios años no dictaba una actividad como la realizada, pero el entusiasmo de los talleristas vino a romper el hielo inicial. Así nos sumergimos en las páginas del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, de donde extrajimos como perlas del fondo del mar palabras como Taujel, Alalia, entre tantas otras, lo que sirvió de pretexto para que escribieran una microficción. Cuál no sería mi sorpresa cuando los asistentes, motivados por la magia y tocados por la vara de la locura de las palabras desconocidas, empezaron a leer sus textos donde hubo poesía, poesía en prosa, narrativa y hasta un cuento infantil.
Lo bueno de este tipo de actividades es que se le toma el pulso a la creatividad y también se hacen amistades, como las que nacieron en ese fin de semana en el cual me encontré con Santiago Gamboa y Mario Mendoza, antes que escritores, amigos del colegio, con quienes compartí una cena inolvidable en el Hostal de la Universidad. De esa cena, llena de risas se pasó a otro almuerzo con (el caricaturista) Vladdo, Irina Gentil y Olga Osuna (de Comunicaciones UNAB), de manera que cuando leí mis poemas el domingo de cierre de Feria, lo hice desde una sonrisa que se me balanceaba por dentro.
La efectiva organización, así como el buen ambiente de la Feria del Libro, se aliaron para que el Taller que dictara en Bucaramanga no fuera uno más sino el principio de un trabajo productivo y de una sensación perpetua de felicidad asociada con Bucaramanga y sus gentes.
