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Más que un hogar

Sep 15, 2008 | Facultad de Ciencias Sociales, Humanidades y Artes

Por Silvia Pinto

spinto7@unab.edu.co

Son las ocho de la ma?ana, se abre el port?n de madera y entra una ni?a menuda con la sonrisa de oreja a oreja y a?n cuando la madre se vale de cualquier artilugio para robarle el beso de despedida, ella oronda sigue su camino hacia el aula y sin voltear. Su nombre es Angie, tiene tres a?os cumplidos y es beneficiaria del programa de guarder?a de La Posada del Peregrino; el primero en el ?orden del d?a? de los 5 programas que actualmente desarrolla esta instituci?n, ubicada en pleno centro hist?rico de la ciudad y que dedica su tiempo a subsanar desde hace 20 a?os las necesidades b?sicas de alimentaci?n y alojamiento a la poblaci?n m?s desamparada.

Lo ?nico que Helena Parra, madre de Angie, tuvo que hacer fue acercarse a la calle 42 N? 12-10 con el cart?n de vacunas y el registro civil para que se le permitiera el ingreso al programa.

?Me gusta que la ni?a llega contenta a la casa, aqu? la tratan muy bien y nos queda cerca; adem?s es gratis, mensualmente uno colabora con implementos de aseo para los ni?os pero es voluntario?, asegur? Helena. ?Tambi?n vienen pediatras a examinarlos y eso es muy importante porque con esta situaci?n a uno le queda dif?cil llevarlos al m?dico?, coment?.

La guarder?a lleva un a?o de funcionamiento y cuenta con dos niveles: 1 para ni?os de 2 a 4 a?os y el nivel 2 para ni?os entre los 4 y los 6 a?os. ?En su mayor?a son hijos de vendedores ambulantes y la instituci?n aparte de cuidarlos y darles desayuno y almuerzo, les ense?a cosas elementales como: las letras, los n?meros, los colores y valores que a muchos no les han inculcado en sus casas?, afirm? Pilar Silva, licenciada en Educaci?n Infantil de la UNAB y profesora titular del programa.

A las ocho y media Angie se encuentra adelantando oficios de algo que las maestras llaman ?aprender-jugando? y que no es otra cosa que colorear, recortar y pegar entre otras actividades entretenidas para ellos. En otro lado de la casa a un ni?o que lleg? sin desayuno, se le ve engullendo su media ma?ana con avidez.

Angie se prepara para hacer una fila, son las nueve y media; hoy es uno de esos viernes de piscina, pero no porque se vayan de paseo con las ?profes? a alg?n polideportivo, ni mucho menos La Posada cuenta con piscina propia, sin embargo se hizo a una ?piscina multicolor inflable? de 1,50 metros de di?metro, donde los ni?os grandes se turnan con los peque?os para disfrutar de las calurosas ma?anas bumanguesas.

Ya son las once en punto; Angie y sus compa?eros salen uno a uno de la piscina, mientras las profesoras y sus auxiliares los secan y les ponen ropa limpia; as? los preparan para pasar al comedor a recibir el almuerzo antes de reencontrarse ?con sus padres.

Hora de salida, son las doce del medio d?a, aqu? no hay timbres ni alharacas, los padres van llegando por sus hijos y entre esos do?a Helena, la mam? de Angie, quien a su corta edad es una ni?a como pocas, un poco t?mida, un poco fr?gil y tambi?n pocas sus palabras, pero con una sonrisa, esa que encandila La Posada todas las ma?anas cuando se abre el port?n de madera.

De la fila al comedor

Mientras las maestras despiden hasta el ?ltimo de los 35 ni?os que hacen parte del programa de guarder?a, otra puerta se abre en la parte trasera de esta casa antigua pero recientemente restaurada, para dar paso a decenas de personas que hacen cola en la calle desde temprano, para comprar un almuerzo que nada tiene que envidiarle a cualquier ?ejecutivo? por tan s?lo $500.

Horacio Garc?a es un barramejo de 57 a?os que sali? de su tierra como muchos colombianos a causa de la violencia. Viaj? por varias ciudades del pa?s buscando, sin ?xito, mejores oportunidades. Hace nueve meses lleg? a Bucaramanga, el mismo tiempo que hace que almuerza en La Posada. Su hermana le brinda el hospedaje pero como por su edad no consigue trabajo, ha tenido que echar mano del ?rebusque? para obtener el sustento diario. El programa de comedores funciona de lunes a viernes pero Horacio no siempre logra reunir lo de pagar el almuerzo y por lo general cuando tiene con qu?, esa viene siendo la ?nica comida que consigue ingerir durante el d?a. ?Aqu? la comida es muy buena, el que hable mal de esto habla mal de Dios, porque esto es obra de Dios?, expres? Horacio con emoci?n.

Una reciente beneficiaria de este programa es Margarita Porras, una vendedora de dulces de 71 a?os, quien afirm?: ?me hab?an dicho desde hac?a mucho tiempo del servicio que prestaban aqu?, hasta que hace dos semanas la necesidad me hizo venir y estoy muy ama?ada, la comida es buena y lo mejor es que se ve limpia?.

Pasadas las doce, en el mismo orden en el que hacen? la fila en la calle, van ingresando las personas en grupos de cuarenta en vista de que no hay ?mesa pa?tanta gente?; recogen la bandeja en la que acomodan la sopa, el seco y el jugo previamente servidos en un amplio mostrador junto a la cocina. Una vez obtienen los alimentos se sientan en alguna de las mesas ubicadas en el patio central de la casa (el mismo donde horas antes estuviera la piscina). Mientras comen por cada uno de los puestos va pasando alg?n trabajador de La Posada recolectando el dinero e inmediatamente despu?s de que terminan de almorzar deben salir a la calle para dar paso a otro grupo de cuarenta comensales. Esta operaci?n se repite dos o tres veces m?s, seg?n la demanda del d?a.

?Por lo general la gente agradece el plato de comida pero hay unos pocos que no valoran la ayuda que aqu? se les brinda y arman problema en las filas o critican el men?, as? como hay otros que pretenden por los mismos $500 llevarse dos y hasta tres almuerzos?, se?al? Fredy Mart?n C?rdenas, cucute?o de nacimiento y quien de los 46 a?os que lleva a cuestas, 11 los ha dedicado a desempe?arse como administrador de La Posada.

Que no lo amenacen por convivencia

Mart?n ha visto desfilar un centenar de personas, algunas de ellas salen de all? para ser llevadas directamente al cementerio. Como fue el caso de don Roberto Silva que lleg? a cumplir 16 a?os bajo el amparo de La Posada, neg?ndose en repetidas ocasiones a ser trasladado a un asilo. ?Don Roberto era una persona muy ilustrada, agarraba un crucigrama de esos de El Tiempo y lo resolv?a en 45 minutos completico?, recuerda el administrador con entusiasmo. ?Un d?a de julio de hace como cinco a?os, a eso de las nueve de la noche si mal no recuerdo, don Roberto muri?, est?bamos los dos solos para ese tiempo, entonces como a las cinco de la ma?ana llam? a la fiscal?a para el levantamiento del cad?ver pero nunca llegaron; ellos ya saben que si uno llama de ac? es porque un anciano se muri?. Es muy triste llegar a viejo solo y ver c?mo las personas van perdiendo el deseo de vivir?, confes? Fredy Mart?n C?rdenas con voz pausada y melanc?lica.

En estos 20 a?os la Posada del Peregrino ha atravesado un proceso de transformaci?n importante; que comenz? en 1988 el padre Miguel Salamanca, capell?n de la Polic?a de ese entonces y fundador de la instituci?n, quien fallecer?a poco tiempo despu?s. Iniciaron labores prestando ayuda a los habitantes de la calle como emboladores y gamines; ?al comienzo era como entrar en un campo de batalla, me tocaba meterme en las ri?as y apartar gente que se agred?a con cuchillo o sacar a otros que fumaban marihuana en los ba?os, ahora s?lo de vez en cuando se roban los bombillos y las tapas de los inodoros. Hab?a muchachos que pasaban la noche aqu? y durante el d?a se iban pa?un parque a fumar vicio. Otro un d?a me rog?, llor?, se arrodill? para que lo dejara quedarse y en la ma?ana nos dimos cuenta que se hab?a llevado los zapatos de sus compa?eros de cuarto?, concluy? Fredy.

Por ?stas y muchas otras razones, La Posada sigue unos criterios b?sicos de selecci?n para las personas que aspiran a obtener la ayuda, ya que la demanda es grande y las instalaciones no poseen la capacidad suficiente para albergarlos a todos;? dichos criterios son: la necesidad, el compromiso y la actitud, que van de la mano con reglas m?nimas de convivencia como por ejemplo: no llegar en estado de embriaguez, ni drogado, no portar armas y no fumar dentro de La Posada.

El atardecer trae consigo un promedio de 30 peregrinos por noche al programa de alojamiento; son las seis de la tarde y Luis Enrique Lizarazo es uno de ellos, un boyacense de 78 a?os, andariego, campesino, hacedor de fincas y que actualmente vive de la caridad. Adentro ellos tienen que hacer nuevamente una fila para entregar en la oficina del administrador un aporte de $1.000 mediante el cual tienen derecho a ba?arse, comer, pasar la noche en un camarote y desayunar. Despu?s de que cancelan deben ducharse obligatoriamente para poder pasar al comedor. Aqu? se ve televisi?n hasta las nueve de la noche, hora en la que se retiran a descansar. Al d?a siguiente a las cinco de la ma?ana Fredy enciende la radio a todo volumen y al ritmo de la canci?n que salga los peregrinos se levantan y empiezan a asear el lugar. Despu?s de tender la cama, otro duchazo, un desayuno y aqu? vamos de nuevo, a la calle otra vez, unos a ganarse la ?papita? vendiendo bolsas de basura, chicles, mentas, cigarrillos, repartiendo volantes o simplemente ?rebusc?ndose?, para otros la ?milonga? es distinta: ver pasar la vida de instituci?n en instituci?n y seguir sum?ndose de manera campante al 11,2% de desempleo de este pa?s.

Programa manos amigas

Al observar detenidamente el logo de la Fundaci?n se puede apreciar una espiga que representa el pan o la ayuda, sostenida por dos manos, las que le dan nombre a este programa dirigido a personas que vienen de fuera de Bucaramanga para asistir a consulta o someterse a alg?n tratamiento o procedimiento m?dico. En respuesta a dicha necesidad, la instituci?n presta servicios de alojamiento, alimentaci?n y acompa?amiento, entre otros, para ellos y sus cuidadores y es por ese motivo que la sede para este programa se encuentra localizada una cuadra abajo del Hospital Universitario de Santander, lugar a donde con frecuencia remiten a las personas sin solvencia econ?mica. Es el caso de Hermenegildo Ospino, de 68 a?os proveniente de Aguachica, quien fue tra?do por su hija para que le practicaran una di?lisis y de Benito Carrillo, de 70 a?os oriundo de M?laga, que viene a realizarse un tratamiento de pr?stata, los dos beneficiarios del mencionado programa.

?Buenos vecinos?

A simple vista podr?a decirse que todo funciona bien pero para algunos vecinos del sector no todo es color de rosa, sino m?s bien color de hormiga. Tal es el caso de Mar?a Cristina Garc?a, gerente de Covimpresores, empresa que colinda con la casa de La Posada quien afirm?: ?Es admirable la labor social que lleva a cabo esta instituci?n, de hecho nosotros todos los a?os en navidad contribuimos con su causa, sin embargo, hemos tenido que llamar para que recojan excrementos, desechos y basura que las personas que no pueden ingresar y pasan la noche a la intemperie dejan diariamente. Si bien es cierto, hay un compromiso adquirido con la Alcald?a para que hagan el aseo pero este no llega puntualmente y los malos olores generan un problema en el entorno y adem?s afectan el buen funcionamiento de la Cooperativa?, asegura Garc?a.

De otro lado, Ram?n Rangel, propietario del parqueadero que est? en frente, coincide en reconocer la obra social que se adelanta all? pero se muestra preocupado porque los peregrinos obstaculizan el ingreso de los carros y motos y llegado el caso esta situaci?n podr?a perjudicarlo si llegara a ocurrir alg?n accidente con alguno de ellos puesto que en su mayor?a son personas de la tercera edad.

B?rbara Remolina due?a de la cafeter?a contigua al parqueadero, no tiene ninguna queja sobre el asunto. ?Cu?nta gente que no ten?a qu? comer, ni d?nde dormir se ha visto beneficiada por La Posada, algunos a veces vienen a tomarse un tinto y a ver televisi?n mientras esperan que abran la puerta, yo no les niego el servicio, los trato como a cualquier cliente, eso s? les advierto que hay que respetar y que aqu? no se regala nada?, manifest?.

La Polic?a tambi?n es vecina del lugar y aunque parece incre?ble son los m?s tolerantes. ?A veces se arman peleas porque alguien se cuela en la fila pero uno entiende que a esa hora, con ese sol y el hambre que hace, cualquiera se irrita?, declar? Sergio Mantilla, auxiliar de la Polic?a Nacional.

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